Aldo Bertoni
Daniel Mota-Rojas
Armando Morales Canela
Maykel Andrés Galloso Hernández
Jorge Luis Ayala Filigrana
Carlos Orozco-Corrales
Adolfo Álvarez-Macías
INTRODUCCIÓN
La producción pecuaria y agrícola enfrenta un gran desafío: llevar a cabo procedimientos de producción sostenible que conceptualicen y movilicen factores ambientales, sociales y tecnológicos y que, al mismo tiempo, sean económicamente rentables para los productores (Antoni et al., 2019; Walters et al., 2016). Esta preocupación es más fuerte en regiones donde la agricultura y la ganadería han sido actividades relevantes y generado diferentes impactos en los recursos naturales y el medio ambiente (Boeraeve et al., 2020).
Ello, en la perspectiva de retomar un desarrollo que sea ambientalmente sostenible y socialmente equitativo. Con la teoría general de sistemas como telón de fondo, los sistemas de producción agropecuarios se han concebido, en primer lugar, como sistemas abiertos que poseen estructura (tierra e instalaciones, por ejemplo) componentes (animales), y una dinámica (proceso productivo) que se ejecuta a partir de entradas (alimentos, semen, biológicos, luz solar), salidas (carne, leche) y sus efectos de retroalimentación (crías, forrajes), que se rigen por un centro de decisiones (productor y su familia) que funge como regulador del sistema y de su nivel de eficiencia (Cuevas-Reyes y Rosales-Nieto, 2018; Vilaboa-Arroniz, 2013; Bertoni et al., 2021).
En segundo lugar, que funciona con constantes interacciones y combinaciones entre sus elementos y componentes; en el cual existe un significativo intercambio de energía, materia e información con la finalidad de alcanzar un objetivo inmediato que coincide con los productos de salida: alimentos, materias primas y/o servicios (Vilaboa-Arroniz et al., 2008; Funes-Mnozote, 2009), pero con un objetivo de largo plazo que es mantener y, en su caso, mejorar el nivel de la vida de la familia y la eficiencia del propio sistema productivo (Bertoni et al., 2022a). Por tanto, este enfoque favorece una comprensión holística y trata de captar la complejidad del sistema agropecuario, concediendo especial relevancia a los recursos físico bióticos: sustrato (suelo y forrajes) y al medio ambiente (temperatura, humedad, GEI) así como a las necesidades y expectativas de los productores, que puede fungir como elementos promotores o condicionantes para impulsar el desarrollo de la finca y junto con otras unidades productivas forjen la dinámica de territorios (Boeraeve et al., 2020; Walters et al., 2016).
Por lo tanto, los sistemas de producción pecuarios en pastoreo se podrían considerar como sistemas agroecológicos, ya que se basan en la sinergia entre producción vegetal y animal y sus procesos de retroalimentación, resaltando el aprovechamiento de recursos forrajeros por parte del ganado y la reintegración de estiércol como materia orgánica para favorecer el desarrollo vegetal, entre otras interacciones (Albarrán-Portillo et al., 2015). Otro aspecto nodal de la visión ecosistémica es la dinámica temporal, que está presidida por diferentes ciclos bioenergéticos, como el del suelo y sus nutrientes que evolucionan lentamente y, por otro lado, los más dinámicos, como por ejemplo los ciclos de vida de los microrganismos que interaccionan en suelo, vegetación y animales (Connor et al., 2013).
En medio existen ciclos de la vegetación y del ganado que se circunscriben a ciclos más vinculados a las estaciones del año y, más específicamente, a los de precipitación y temperatura, que son los que al final marcan los ciclos productivos, especialmente en los sistemas extensivos y semi-intensivos (González et al., 2018). De la posibilidad o no de armonizar esos ciclos y de respetar los procesos de regeneración de cada uno es que se puede hacer referencia a procesos sostenibles o no sostenibles, derivando en la actualidad que ha predominado la segunda opción y, por ende, la crisis ecológica que incluso ha puesto en riesgo la existencia misma de la humanidad, como bien lo ha documentado el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático .
En el trópico se han observado procesos tan críticos como la desforestación y pérdida de cubierta vegetal, erosión de suelo, procesos de desertificación y reducción de la diversidad vegetal y animal, por mencionar algunos de los más evidentes (Quero et al., 2018). Respecto a la gestión de las fincas se ha expuesto que depende las expectativas y recursos de cada productor y de su familia, sin embargo, vale la pena asumir que la racionalidad de estos actores no es completa y está sujeta a influencias de diferente índole, desde las decisiones de política pública que mediante apoyos y subsidios pueden influir en las decisiones de qué y cómo producir; los mercados y las empresas que venden insumos o aquellas que compran productos, así como de la dotación y calidad de recursos naturales y condiciones climáticas, entre otras (Arango et al., 2020; Vilaboa-Arroniz, 2013).
Por tanto, la regulación de un sistema productivo también se construye con un alto margen de complejidad y suele evolucionar de manera errática en función de cómo cada productor procese los diferentes eventos y las estrategias que adopte frente a ellos (Bonaudo et al., 2014). En síntesis, la visión agroecológica fomenta la comprensión de procesos ecológicos, económicos, sociales y políticos, pero esta posición analítica sin duda conlleva una dificultad metodológica para sintetizar y captar las diferentes dimensiones en un momento dado, que es el que selecciona el investigador para captarlos e interpretarlos.
En esa dificultad, reside la riqueza de este enfoque, así como en su búsqueda de sistemas sostenibles y, por ende, resilientes que pueden garantizar el suministro de productos agropecuarios y alimentarios en una perspectiva de largo plazo. En ese orden de ideas y tomando a los sistema de búfalos de agua (Bubalus bubalis) de doble propósito como eje, en este documento se propone un análisis desde el enfoque agroecológico, para identificar y examinar aspectos y características propias del búfalo de agua y su interacción con las condicionantes típicas del trópico húmedo de Latinoamérica, considerando los retos de expandir los modelos sustentables, mejorar el bienestar animal, coadyuvar en la estabilidad de los ecosistemas y en el suministro de productos y alimentos inocuos y de calidad que respondan a las necesidades de los consumidores.
LA HABITUACIÓN DEL BÚFALO AL TRÓPICO HÚMEDO
Como se describió previamente, la forma más común de alimentar el ganado en las zonas tropicales ha sido mediante el pastoreo, bajo régimen extensivo o semi-intensivo, que implica aprovechar la cubierta vegetal natural, inducida y cultivada bajo controles específicos y una adecuada gestión, que se puede considerar como un sistema cerrado de flujo de nutrientes que pueden ser continuamente reintegrados. Por lo tanto, la relación suelo-planta-animal puede ser considera de la mayor relevancia debido a los procesos agroecológicos que están implicados y que se pueden potenciar en los sistemas de producción de doble propósito (Vilaboa-Arroniz, 2013).
La complementariedad de estos sistemas se fundamenta en la conducción de los animales así como en su capacidad para valorizar los recursos vegetales naturales y cultivados disponibles en cada finca (Bonaudo et al., 2014). La biomasa forrajera es consumida y trasformada por los animales para generar productos de valor para el consumo humano y, de manera indirecta, generar subproductos orgánicos de desecho (orina y heces) que son reincorporados al ecosistema (Acosta-Alba et al., 2012). En tales circunstancias, los animales juegan un papel clave en el reciclaje y el aumento de la eficiencia del uso de recursos ya que no siempre es necesaria una fertilización sintética (Brewer y Gaudin, 2020). Además, la carga animal y su efecto manada, mediante el pisoteo planeado de los agostaderos pueden favorecer la infiltración de los nutrientes, así como el rebrote de los pastizales, para lo cual se deben programar los tiempos de pastoreo y de descanso de cada parcela.
Entre más eficientes sean las interacciones entre suelo-cultivo-ganado, más probabilidades existen de que se cumplan los ciclos que sustentan los procesos agroecosistémicos y se logre minimizar las erogaciones en insumos externos al sistema (Ann y George, 2014; Antoni et al., 2019; Brewer y Gaudin, 2020; Napolitano et al., 2020b), sin embargo, si alguno de los elementos de esta relación no funciona de manera eficiente podría repercutir en una subutilización de los servicios proporcionados por alguno de ellos, como puede ser la excesiva acumulación de heces en ciertas áreas de las zonas de pastoreo que pueden resultar contaminantes para el suelo y el ambiente, minando los rendimientos forrajeros (Bonaudo et al., 2014; Brewer y Gaudin, 2020).
Los bovinos son los más utilizados en sistemas de producción tropicales de doble propósito, sin embargo, el consumo de forrajes tropicales con grandes cantidades de celulosa (superiores a 70% de la MS) y lignina (Montenegro et al., 2016; Sahu et al., 2020) generalmente complica la digestión de los mismos y, por ende, repercute en una lenta tasa de pasaje y en un mayor tiempo de retención en el rumen, con lo que se aumenta la proporción molar de ácido acético que finalmente impide que los animales expresen su máximo potencial productivo (ganancia de peso y producción de leche) (Montenegro et al., 2016).
Por lo anterior, en dichos sistemas se tiene que recurrir a insumos externos que puedan complementar la dieta o, también mediante, promotores de crecimiento e, incluso, mejora genética, entre otros mecanismos que están disponibles para la mayoría de los ganaderos. Con los procesos descritos anteriormente se puede desvirtuar el enfoque agroecológico, ya que la baja eficiencia de conversión de la biomasa forrajera tropical provoca mayor producción de CH4 como producto de la fermentación entérica ruminal (Sahu et al., 2020). Así mismo, el hecho de recurrir a insumos externos puede generar contaminantes desde antes de llegar a la finca, ya que son sometidos a procedimientos previos (producción, industrialización y distribución) que incluyen el uso de energía proveniente de combustibles fósiles (Sabia et al., 2018), sin que necesariamente se traduzcan en rendimientos crecientes, pues el manejo de estos insumos también requiere de un manejo y aplicación adecuados.
En contraste con lo observado en los sistemas vacunos (género Bos), las características anatómicas y fisiológicas del sistema digestivo del búfalo de agua potencian el aprovechamiento de forrajes tropicales, incluso los que se han lignificado o contienen alto porcentaje de humedad, por lo cual en pocas ocasiones es preciso apelar a algún tipo de suplementación alimenticia para alcanzar los niveles de producción de carne y leche adecuados y con alto valor composicional (Bertoni et al., 2019a,b; Guerrero-Legarreta et al., 2019a,b; Mota-Rojas et al., 2020; Cruz-Moneterrosa et al., 2020; Guerrero-Legarretra et al., 2020). La valorización eficiente de forrajes con alto contenido de fibra detergente neutro reduce la producción de metano entérico que puede representar una pérdida directa del 3 al 12% de la energía bruta (Montenegro et al., 2016; Prusty et al., 2017).
Por tanto, su eficiencia es benéfica tanto para el propio animal como para el medio ambiente (Prusty et al., 2017). De este modo, el búfalo consume menos cantidad de materia seca con respecto al ganado bovino, en promedio los búfalos consumen 2.59% del peso vivo y un 3.09% de los vacunos con producciones y pesos similares, lo que lo distingue como un animal que es menos demandante de nutrientes del suelo y del ecosistema en general, por lo que se reduce la dependencia de insumos externos como lo son los suplementos alimenticios y los fertilizantes para elevar la oferta de recursos forrajeros (Paul y Lal, 2010). Como se apuntaba previamente, en los sistemas ganaderos del trópico húmedo es común que las unidades productivas comprendan zonas de parcial o total inundación que suelen ser de difícil acceso para especies ganaderas tradicionales (Bertoni et al., 2019a,b), lo cual propicia que especies vegetales invasoras proliferen, saturen el paisaje y restrinjan funciones básicas de los ecosistemas (Barboza, 2011).
En cambio, las características anatómicas y fisiológicas de los búfalos de agua les permiten tener acceso a estas zonas anegadas y con exceso de humedad, y, de esta forma, aprovechar la vegetación de los humedales, incidiendo en el control del crecimiento excesivo de la vegetación para mantener y en su caso, recuperar los espejos de agua que son indispensables para el desarrollo de especies silvestres de flora y fauna (Barboza, 2011); además, por esta vía se aprovechan áreas que de otra forma estarían prácticamente inutilizadas (Caraballoso et al., 2011). De ello deriva que el búfalo de agua cada vez más se perfile como un mecanismo de control biológico de la vegetación en humedales, promoviendo las condiciones para conservar a la diversidad biológica y favorecer la ejecución de procesos ecológicos (Barboza, 2011).
Además, los humedales, charcas, represas y lodo son necesarias para el búfalo de agua, en especial en condiciones de altas temperaturas como las tropicales, ya que le permiten realizar sus funciones de termorregulación, dado que sus características anatómicas y fisiológicas son ineficientes para mantener su temperatura corporal dentro de un rango normal (Marai y Haeeb, 2010; Mota-Rojas et al., 2019a,b,e; Bertoni et al., 2020a,b; Mota-Rojas et al., 2020). Las conductas de termorregulación, así como la morfofisiología del búfalo de agua le confiere alta resistencia a enfermedades, en contraste con el ganado convencional de las zonas tropicales que suele estar sujeto a una elevada incidencia de enfermedades de pezuñas, mastitis e infecciones provocadas por ectoparásitos debido al exceso de humedad y a las altas temperaturas (Mota-Rojas et al., 2019a,b,c,- d,e,; Bertoni et al., 2020a,b; Mota-Rojas et al., 2020).
Expresado lo anterior, el búfalo agua, gracias a que suele desempeñarse en un buen estado de salud, no interrumpe o coarta su ciclo productivo por algún tipo de enfermedad que suelen afectar al ganado convencional (Benitez et al., 2012), de tal maneraque el uso de fármacos, especialmente antibióticos, es poco frecuente (Bertoni et al., 2022a,b). Lo anterior se traduce en bajas tasas de mortalidad, altos niveles de fertilidad, precocidad y longevidad, lo cual repercute en un bajo número de animales de descarte, comienzo de la vida productiva a edades tempranas, reducción de intervalos generacionales y, al mismo tiempo, capacidad de generar gran número de reemplazos (Bertoni et al., 2019a,b; 2020). De hecho, los animales eficientes y sanos expulsan menos gases de efecto invernadero por unidad de producto y, por consiguiente, coadyuvan a mitigar la emisión de estos gases al ambiente y, en sentido contrario, los animales aumentan su rendimiento productivo (González et al., 2018).
LAS POSIBILIDADES DE LOS SISTEMAS PASTORILES Y SILVOPASTORILES
Dentro de los sistemas pecuarios que mejor se apegan a los principios de la agroecología destacan los agroforestales o silvopastoriles que combinan principalmente ganado con los diferentes estratos de vegetación que son sus fuentes de alimentación, proporcionan sombra, pueden aportar madera y frutos y, a la par, permiten una regeneración y conservación del ecosistema (Simon et al., 2012; Iglesias-Gomez et al., 2019; Röhrig et al., 2020). De esta forma, estos sistemas han denotado beneficios complementarios como el almacenamiento de carbono, mantenimiento y, en ciertas condiciones, mejora de la biodiversidad, regulación hídrica, control de erosión y compactación del suelo, implicando que se puedan mejorar los servicios ecosistémicos como el ciclo eficiente de nutrientes (Pezzopane et al., 2019; Röhrig et al., 2020) y ofrecer productos que pueden ser orgánicos o, al menos, sin contenidos excesivo de residuos químicos o contaminantes.
Para que un sistema silvopastoril funcione como tal debe de asociar pastos con arbustos y árboles bajo el principio que los tres estratos de vegetación complementan la alimentación y nutrición animal, con diferentes niveles de contribución según la época del año. Para que esta interacción entre especies sea positiva deben cumplirse algunas condiciones, por ejemplo, pastos que se desarrollen bajo la sombra que ejercen los árboles o que la fertilidad que producen los árboles de leguminosas sirva para enriquecer, al menos de nitrógeno, el suelo (Iglesias et al., 2019; Röhrig et al., 2020). La vegetación arbórea genera hojas y frutos que suelen ser un excelente complemento alimenticio, especialmente cuando se trata de leguminosas, aprovechando la capacidad de los búfalos para consumirlas (ramoneo).
Además, este manejo puede implicar a las especies vegetales que se desarrollan en zonas inundadas y que los búfalos regularmente consumen y procesan adecuadamente (Iglesias et al., 2019; Toral-Perez et al., 2019). Los sistemas silvopastoriles también favorecen una mayor complejidad en la estructuración de los potreros, a través de cercas vivas, cultivo en callejones, mantenimiento de árboles distribuidos en los potreros, bancos de proteína y energía (manejo de parcelas de árboles, arbustivos y leguminosas forrajeras), y pastoreo de vegetación secundaria, y sistemas silvopastoriles intensivos, de modo que el ganado pueda tener acceso a alimentos suficientes y de suficiente calidad nutricional y, a la par, se induce la conformación de microclimas que le proporcionan mayor confort a los semovientes que en sistemas donde solo existe vegetación herbácea (Pezzopane et al., 2019).
De esta forma, el búfalo de agua podría reportar rendimientos y un nivel de bienestar adecuados (Marai y Haeeb, 2010). Cuando las cargas animales se elevan con períodos de ocupación cortos y lapsos de descanso largos la condición del agostadero se puede mantener en condiciones óptimas y así propiciar también una adecuada condición del ganado, aunque a esta última opción debe anteceder un proceso de planeación fundada en un adecuado conocimiento del ecosistema. En esta lógica es que se puede recurrir a los sistemas de pastoreo racional, como el método Savory que se considera un manejo holístico así como el pastoreo Voisin, que aportan la base de la mayoría de los sistemas actuales de pastoreo intensivo (Domínguez-Díaz et al., 2018).
Se han desarrollado otros sistemas complementarios a los anteriores en los que la agroecología manifiesta todo su potencial en el que se asocia la producción de policultivos con la producción de especies animales domésticos y silvestres como el sistema Maya o la producción de café con ovinos, entre otros que dentro de su complejidad exige un correcto conocimiento de las especies vegetales y animales. Así se posibilita una producción diversificada que guarde armonía con los procesos ecológicos, preservando el equilibrio de prácticamente todas las especies y una productividad global mayor a la que se puede obtener en un monocultivo o en una especie animal bajo régimen intensivo. Además, se podrían satisfacer en buena parte, las necesidades alimenticias de las familias de los productores (González et al., 2018).
En un experimento en el que se evaluó un sistema silvopastoril en Cuba por Iglesias-Gómez et al (2019), se comparó el desempeño de búfalos de agua Murrah versus toros cebú, en el cual se consignaron resultados superiores en los primeros, ya que registraron ganancias de peso diario significativamente mayores (P < 0.05) que el ganado cebú, (0,775 g y 0,601 g, respectivamente). Desde el punto de vista conductual, los búfalos revelaron bajo nivel de estrés y, por el contrario, registraron tiempos de rumia más largos que los bovinos, que se transformaron en un procesamiento de los alimentos más eficiente. Para que los búfalos rindan adecuadamente en estos sistemas silvopastoriles es importante mantener la vegetación arbórea para garantizar la sombra de los animales, especialmente cuando no existen charcas u fuentes de agua para que los búfalos aseguren la expresión de mecanismos conductuales de termorregulación (Marai y Haeeb, 2010; Mota-Rojas et al., 2019a,b,e; Bertoni et al., 2020a,b; Mota-Rojas et al., 2020).
En este sentido, Galloso-Hernández et al. (2020) encontraron bajo condiciones de estrés termico intenso que los búfalos bajo silvopastoreo racional, dedicaban menos tiempo al baño termoregulador, cuando son mantenidos en potreros bajo arborización, lo cual ecológicamente, favorece la reduccion de la contaminación del manto freatico y reduce la variacion del ciclo biogeoquimico del agua, al tiempo que expresan tiempos de pastoreo ramoneo y rumia (comportamiento alimentario global) superiores, en comparación con búfalos bajo un manejo de potreros en monocultivo de gramineas con acceso al area de baño termorregulador. Estos elementos, favorecen la hipótesis que cuando poseen sombra filtrable en diferentes arreglos agroforestales su comportamiento se expresa a través de tasas mayores de consumo, complementando la ración con las ramas de las arbóreas (ramoneo) y tiempos de permanencia en el agua inferiores, lo cual favorece la reducción de aguas contaminadas y eutroficadas.
Es posible que, en situaciones de estrés térmico intenso en condiciones silvopastoriles, la sensación de estrés térmico no esté siendo percibida por los búfalos, debido a la contribución de los árboles al proporcionar sombra filtrable y mejorar el comportamiento alimentario (Zhaobing et al., 2016; Pezzopane et al., 2019). Del mismo modo, la sombra en el sistema silvopastoril mejoró la calidad y cantidad de los pastos en varios estudios (Penton y Blanco, 1997; Simón et al., 2012; López et al., 2017).
En este sentído, Galloso-Hernández et al. (2020) encontraron que, independientemente de contar con agua y sombra, los búfalos mantenían las regiones dorsales cubiertas bajo la sombra, aunque estuviesen revolcándose en el agua; ello pudiera sugerir que la combinación de ambos métodos de refrescamiento sea preferida por los animales en lugar de una de estas formas de disipación de calor individualmente. Previamente, Toral-Pérez et al. (2019) encontró que la selectividad de búfalos tenía un comportamiento similar que los bovinos cebú en pastoreo, mientras que Galloso-Hernández et al. (2020) encontró que la apetencia generada por cuatro especies arbóreas representativas de los sistemas agrosilvopastoriles en el trópico, ofrecidas en comedero eran diferentes, siendo Moringa oleifera la especie menos consumida y L. leucocephala la más preferida.
Estos resultados pudieran sugerir que los búfalos poseen niveles de preferencia y/o aceptabilidad; contrariamente a lo que se creía hasta el momento, y pudiera indicar que aportando alimentos de diferente valor nutritivo, pudieran tener un comportamiento diferente en función del porte de los recursos arbóreos o herbáceos (Machado, 2013), su valor nutritivo, y la influencia por los factores antinutricionales tan ampliamente estudiados en el trópico. La inclusión de diferentes especies de árboles combinadas con pastos, además de favorecer el completamiento de la ración y mejorar el microclima bajo los rodales, favorece el reciclaje de nutrientes al incrementar la descomposición de hojarasca del suelo, incrementar los insectos coleópteros que descomponen la materia orgánica y reducen la carga parasitaria en estos animales (Simón y Galloso, 2011; Simón et al., 2012).
La optimización de la integración ganadería-agricultura, tanto dentro de las fincas como entre fincas vecinas, abre un amplio espectro para investigar cómo utilizar de forma más eficiente los recursos locales y la tierra disponibles. Esto equivale a la integración efectiva de especies y cultivos con una intencionalidad y la correcta percepción de los riesgos y beneficios a través de cambios de paradigmas productivos en la finca. Para evaluar el cumplimiento de tales objetivos se realizó un estudio del balance energético y proteico de una finca en transformación hacia la diversificación y sostenibilidad bufalina en la Estación Experimental “Indio Hatuey” durante dos años consecutivos (Galloso et al., 2009). Para realizar los cálculos se empleó el programa MS-DOS ENERGÍA (Sosa y Funes Monzote, 1998), y se compilaron los insumos utilizados y productos obtenidos por el sistema.
Se comprobó que al introducir aves al ecosistema bufalino y estimular la producción de granos y hortalizas se alcanzó no sólo aumentar el área de 5 ha a 7,33 ha; sino que también aumentó la producción energética (468,36 Mcal/ha vs. 1 705,36 Mcal/ha antes de iniciar el experimento) y la producción proteica (31,24 kg/ha vs. 130 kg/ha); lo que se tradujo en un incremento del área de explotación y un aumento del concepto de “alimentación a personas por ha”, de manera que por fuentes energéticas se alimentan 0,46 personas /ha vs. 1,67 personas /ha, así como las fuentes proteicas aumentaron considerablemente. De origen vegetal se redujeron parcialmente los aportes, pero aumentaron considerablemente las fuentes proteicas de origen animal desde 2,70 a 12,50 personas/ha; esto fue atribuido a la introducción de otras especies especialmente aves (patos, gallinas, guineos), y como consecuencia de la reducción considerable de la intensidad de invasión de garrapatas en el hato.
Adicionalmente, es importante este tipo de sistemas agrosilvopastoriles para conservar la diversidad de la vegetación y los animales y, de ser posible, es recomendable instalar cercos eléctricos, tanto internos como perimetrales, para evitar que los búfalos invadan células de pastoreo en descanso o migren a otras propiedades y se rompa el equilibrio del sistema, ya que estos animales son proclives a sobrepasar los cercos tradicionales cuando visualizan en terrenos vecinos recursos forrajeros en mejor condición (Caraballoso et al., 2011), cuando los recursos pastoriles son insuficientes en algún momento del año, bien porque la carga global es mayor a la que puede ser sometido el área de pastoreo o bien por que la calidad y productividad del pasto no satisface las necesidades de los animales en el potrero, esto último, se traduce en una insuficiente planificación estratégica del manejo del rebaño.
Cabe considerar que los búfalos tienden a desplazarse en grupo (comportamiento nómada etario), característica que puede favorecer la planeación de los sistemas de pastoreo para establecer itinerarios que permitan un consumo óptimo de los recursos forrajeros (López-Vigoa et al., 2017).
Aunque también debe ponderarse cierta separación de los animales en grupos clasificados por edad, peso u otro criterio útil para evitar que los animales dominantes limiten el consumo del resto del hato, especialmente de las crías. Es importante valorar que cuando se adoptan prácticas para domesticar a los búfalos oportunamente éstos tienden a ser dóciles y a respetar las rutinas de manejo que establezcan los ganaderos. Así pueden responder de mejor manera a sistemas de pastoreo rotacional que tienden a una intensificación paulatina, siempre bajo el régimen pastoril (Anzola et al., 2014).
CONCLUSIÓN
La producción agropecuaria enfrenta el reto de alcanzar una sostenibilidad integral que contemple no solo los factores económicos, sino también los ambientales, sociales y tecnológicos. Este desafío cobra especial relevancia en aquellas regiones donde las actividades agrícolas y ganaderas han generado un impacto considerable en los recursos naturales y el entorno. El enfoque sostenible se fundamenta en el equilibrio entre la eficiencia productiva y la conservación ambiental, lo cual, en el largo plazo, puede garantizar tanto la rentabilidad de las explotaciones como la preservación de los ecosistemas.
Desde la perspectiva agroecológica, es esencial que los sistemas de producción adopten principios de la ecología para mejorar sus prácticas, optimizando los recursos y promoviendo interacciones beneficiosas entre suelo, plantas, animales y clima. A través de la teoría general de sistemas, se puede entender la producción agropecuaria como un conjunto de elementos interconectados que actúan de manera dinámica, con entradas y salidas de recursos naturales que deben ser gestionadas de manera eficiente. La comprensión de estos sistemas abiertos permite visualizar cómo la tierra, los animales, las instalaciones y los recursos interactúan constantemente en procesos de retroalimentación que son regulados por decisiones humanas.
Estas decisiones son tomadas en un contexto de influencias externas, como políticas públicas, cambios en el mercado, disponibilidad de insumos y condiciones climáticas. Uno de los aspectos más cruciales es la capacidad de estos sistemas de ajustarse y respetar los ciclos naturales, lo que determinará su sostenibilidad o no. El hecho de que en muchos casos estos ciclos no se respeten adecuadamente ha llevado a una crisis ecológica global, como lo evidencian fenómenos como la deforestación, erosión de suelos, desertificación y pérdida de biodiversidad, particularmente en el trópico. En este sentido, la producción pecuaria basada en el pastoreo, y particularmente en sistemas agroecológicos, puede contribuir a la regeneración de los recursos naturales, siempre y cuando se gestionen adecuadamente las interacciones entre los componentes del sistema.
El pastoreo, cuando es bien gestionado, puede ser un sistema cerrado de flujo de nutrientes, donde el estiércol y la orina de los animales se reintegran al ecosistema, fomentando el desarrollo de pastizales y reduciendo la necesidad de insumos externos, como los fertilizantes sintéticos. Además, el enfoque agroecológico enfatiza la complementariedad entre la producción vegetal y animal, permitiendo una mayor eficiencia en la utilización de recursos locales y una menor dependencia de suplementos externos, lo que a su vez reduce la huella ecológica de las explotaciones. El búfalo de agua destaca en este contexto por su capacidad de adaptarse a las difíciles condiciones del trópico, aprovechando forrajes tropicales con altos contenidos de celulosa y lignina que serían difíciles de digerir para otras especies ganaderas.
Esta adaptación le permite no solo producir carne y leche de alta calidad sin recurrir a insumos externos, sino también desempeñar un papel en el control biológico de la vegetación en humedales, favoreciendo la conservación de estos ecosistemas. Su eficiencia alimenticia y su menor producción de metano en comparación con el ganado vacuno lo convierten en una especie más sostenible desde el punto de vista ambiental, lo que contribuye a la mitigación del cambio climático. Además, los sistemas silvopastoriles, que integran la producción animal con diferentes estratos de vegetación, representan un enfoque agroecológico ideal para mejorar la sostenibilidad de las explotaciones pecuarias.
Estos sistemas no solo proporcionan alimento y refugio para el ganado, sino que también ofrecen servicios ecosistémicos clave como la captura de carbono, el mantenimiento de la biodiversidad y la mejora de la estructura del suelo. Al fomentar una mayor diversidad vegetal y animal, se optimiza el ciclo de nutrientes y se reduce la necesidad de insumos químicos, lo que a su vez mejora la resiliencia de los sistemas frente a cambios climáticos o económicos.
En resumen, el enfoque agroecológico y la producción sostenible en el contexto de la ganadería tropical son fundamentales para enfrentar los desafíos actuales de la producción agropecuaria. Estos enfoques no solo permiten una mejor integración de los procesos ecológicos y productivos, sino que también ofrecen una vía para reducir los impactos ambientales negativos, mejorar la eficiencia de los sistemas y garantizar el bienestar de las comunidades rurales a largo plazo. La adopción de prácticas más sostenibles, como el uso de búfalos de agua o la implementación de sistemas silvopastoriles, puede contribuir significativamente a un modelo de producción más resiliente, equitativo y ambientalmente responsable.
BIBLIOGRAFÍA
Para mayores detalles de éste y otros temas consulte de manera gratuita los 50 capítulos y más de 1600 páginas de la 5ta. edición del libro “El búfalo de agua en las Américas: comportamiento y productividad”. Editorial BM Editores. Mota-Rojas et al., (2024). https://www.researchgate.net/profile/ Daniel-Mota-Rojas/publications
Aertículo publicado en “Entorno Ganadero Octubre Noviembre 2024“