Una mirada profunda al búfalo de agua: el aliado estratégico

Aldo Bertoni
Daniel Mota-Rojas
Agustín Orihuela
Adolfo Álvarez-Macías
Isabel Guerrero-Legarreta
Fabio Napolitano†

INTRODUCCIÓN

En los últimos años, el búfalo de agua (Bubalus bubalis) se ha establecido como una especie ganadera prometedora por dos condiciones: tanto como actividad económica, como por una fuente más de alimento para consumo humano (Napolitano et al., 2020). Esta especie ha sobresalido por su capacidad de adaptación a diferentes hábitats, por su nobleza, y por su notable desempeño productivo (Mota-Rojas et al., 2023a,b,c,d). Dichas características, de manera paulatina, han llevado a esta especie a convertirse en una alternativa importante a las unidades de producción con bovinos convencionales del género Bos (Napolitano et al., 2013; 2018, 2019a,b,c; Mota-Rojas et al., 2019a,b,c,d,e).

Los búfalos de agua se desarrollan principalmente en zonas tropicales debido a su capacidad de adaptación a zonas difíciles, donde predominan suelos con drenaje deficiente (Gutiérrez et al., 2006; Mendes y De Lima, 2011; Mota-Rojas et al., 2020).   De igual manera, son una especie que aprovecha eficientemente los pastos naturales e inducidos de mediana y baja calidad forrajera (García et al., 2011; Romero y Pérez, 2014; Crudeli et al., 2016; Bertoni et al., 2019a,b; Bertoni et al., 2020a,b; Bertoni et al. 2022a). En esas condiciones, el búfalo de agua se ha utilizado como animal de doble o triple propósito (leche, carne y trabajo) (Mota-Rojas et al., 2019c; Guerrero-Legarreta et al., 2019c; 2020a); sin embargo, tradicionalmente se le ha criado para la obtención de leche, la cual resalta por su buena calidad y alto rendimiento para elaborar derivados como el queso Mozzarella.

De acuerdo con el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), la producción mundial de leche fluida durante el 2018 se ubicó en 605.8 millones de toneladas (mdt). Reportes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura estiman una producción anual de leche bufalina de 127.34 millones de toneladas (Abesinghe et al., 2020). En países como India y Pakistán, la producción láctea proveniente de búfalos de agua representa el 53–68% de la producción total (Arora et al. 2022). Aunque el porcentaje de leche proveniente de búfalos es menor en comparación con el de la vaca lechera (13% vs. 83.4%) (USDA, 2018), la producción láctea de búfalo se considera con mejores propiedades nutricionales que la del ganado convencional. En este sentido, en Italia se ha documentado que las búfalas mantienen lactancias promedio de 270 días con 2,462 kg/ lactancia.

La leche de búfala contiene un 8.07% y 4.65%, grasa y proteína, respectivamente, mientras que una vaca Holstein registra lactancias promedio de 9,690 kg/lactancia con 3.77% de grasa y 3.37% de proteína. Esto resalta que, aunque el volumen de producción de las búfalas es menor que una vaca lechera, ésta resalta por el alto valor en la composición química (AIA, 2018).

La búfala y la vaca lechera pertenecen a la familia Bovidae. Ambas son catalogadas especies ganaderas de gran relevancia en la industria láctea por su volumen de producción; sin embargo, presentan diferencias filogenéticas, morfofisiológicas y de comportamiento (Bertoni et al., 2019a,b). Por ello, el objetivo del presente artículo consiste en analizar, discutir y contrastar las características anatómicas y fisiológicas de ambas especies.

Se abordarán los sistemas de producción de la búfala de agua versus la vaca lechera y ganado doméstico convencional para identificar las potencialidades y restricciones de las búfalas. Además, con esta revisión, se pretende explorar el conocimiento disponible para prevenir posibles errores al momento de la crianza o adopción de búfalos en diferentes sistemas productivos, que podrían comprometer su bienestar y en consecuencia generar mermas productivas y reproductivas, que generalmente repercuten en una baja rentabilidad de las unidades de producción de búfala lechera. La interacción positiva entre los humanos y los búfalos de agua es crucial para incrementar la productividad en actividades agrícolas y ganaderas.

Este animal, conocido por su resistencia y adaptabilidad, es una pieza clave en tareas como el arado de campos inundados y la producción de leche de alta calidad. Establecer una relación basada en el cuidado y el respeto mejora significativamente su bienestar, lo que a su vez potencia su rendimiento y longevidad.

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ANATOMÍA Y FISIOLOGÍA

Los búfalos de agua y los vacunos pertenecen a la familia Bovidae. A pesar de ello, se sitúan en una posición filogenética diferente y exhiben características anatómicas, fisiológicas y de comportamiento divergentes, ya que el búfalo de agua se afilia a la subfamilia Bubalinae en tanto que las vacas a la Bovinae (Bertoni et al., 2019a,b; 2020a,b; Mota-Rojas et al., 2023a,b). Las principales diferencias anatomofisiológicas entre las especies se identifican en el tracto digestivo, aparato reproductor, sistema de termorregulación, glándula mamaria y pezuñas (Romero y Pérez, 2014; Rodríguez-González et al. 2022) (Figura 1). Lo anterior se asocia con niveles de eficiencia distintos en el desempeño productivo y reproductivo de ambas especies (Barboza, 2011). En los siguientes apartados se exponen aspectos trascendentes de la morfofisiología y aspectos productivos que caracterizan al búfalo de agua y lo diferencian del ganado doméstico como a la vaca lechera.

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Figura 1. Principales características que diferencian al búfalo de agua (Bubalus bubalis) del ganado convencional del género Bos.

SISTEMA DIGESTIVO

Aunque las búfalas, al igual que las vacas lecheras, son catalogadas como grandes rumiantes (Angulo et al., 2005), existen diferencias significativas en su anatomía. Los búfalos tienen una mayor longitud y capacidad del tracto gastrointestinal, tasa de tránsito más rápida, mayor nivel de masticación y de contracciones ruminales, así como microbiota con una relación distinta (población de microorganismos, pH, síntesis de proteína) (Paul y Lal, 2010; Mendes y Lima, 2011). Debido a ello, los búfalos de agua consiguen una mayor tasa de consumo de forraje con alto porcentaje de celulosa (superiores al 70% de la materia seca) y lignina (Ann y George, 2014), lo cual podría coadyuvar en la mitigación de la producción de gases de efecto invernadero.

APARATO REPRODUCTOR

En cuanto al aparato reproductor de la búfala y la vaca lechera, los órganos son similares; sin embargo, el de la vaca presenta menor rigidez, es menos muscular y es ligeramente más grande y pesado en comparación con el de la búfala (Sane et al., 1965; Konrad, 2016). Estudios comparativos entre ganado Nellore y búfalas Murrah han mostrado que el peso de los ovarios, la longitud y la anchura del ovario derecho, el número de anillos del cérvix, la longitud de la vagina y el cuello uterino fueron mayores en vacas en comparación con las búfalas. En contraste, el grosor de los ovarios, la longitud del oviducto izquierdo, el cuerpo uterino, la longitud y la amplitud del cuerno izquierdo destacaron por sus mayores dimensiones en búfalos con respecto a las de bovinos.

Por otra parte, el estudio de Carvalho et al. (2010) no encontró diferencias entre la longitud y la anchura del ovario izquierdo, la longitud del oviducto derecho, la longitud y la anchura de la asta uterina derecha entre ambas especies (Carvalho et al., 2010). Algo a destacar en la anatomía reproductiva de los búfalos es la mayor amplitud de la pelvis en conjunto con una mayor área del íleon, una quinta vértebra sacra libre y un canal vaginal cuya dilatación es mayor que en el ganado Bos (Agarwal y Tomer, 1998; Kodagali, 2003). Estas características hacen que las complicaciones obstétricas en las búfalas de agua no sean frecuentes, reportándose únicamente entre 1 a 12.6% de casos de distocias en búfalas (Purohit et al., 2012; González-Lozano et al., 2020).

ESTACIONALIDAD REPRODUCTIVA

Varios factores han influenciado la actividad reproductiva de estos mamíferos, tales como: condiciones ecológicas y climáticas, las cuales están estrechamente relacionadas con la disponibilidad de alimento y su consecuente eficiencia reproductiva. En ese contexto, destacan las vacas lecheras que se han desarrollado en zonas donde predominan los sistemas de producción de tipo intensivo. En dichos sistemas la oferta de alimento suele ser mayor en cantidad y calidad nutrimental a lo largo del año (Zicarelli, 2016). Asimismo, la estacionalidad reproductiva de la vaca lechera (género Bos) se ha visto influenciada y, en especial se ha contraído el ciclo, gracias al proceso de domesticación y a los factores físico-bióticos que ejercen su acción en dicha especie; sin embargo, en algunos animales que se desarrollan en condiciones más cercanas a las naturales, como búfalos y ganado convencional criado en libertad, se sigue manifestando la estacionalidad reproductiva relacionada con la duración de horas luz y con la disponibilidad de forraje (Zicarelli, 2016; Sampedro y Crudeli, 2016).

En este mismo sentido, en el hemisferio norte, la producción de los forrajes aumenta cuando las horas luz van disminuyendo, por lo cual, el búfalo de agua, que inicialmente se desarrolló en el trópico, manifiesta en mayor medida el estro en otoño cuando los días son más cortos (Sampedro y Crudeli, 2016). La importancia de la duración del día en la estacionalidad reproductiva está demostrada de la siguiente manera: la melatonina actúa en la glándula pineal desinhibiendo la secreción activa de la hormona luteinizante (LH); sin embargo, al aumentar las horas luz, la sensibilidad del hipotálamo se incrementa y se genera una retroalimentación negativa, por lo que se libera menos cantidad de LH, de forma tal, que las concentraciones de estradiol serán insuficientes para estimular la ovulación en estos mamíferos (Crudeli, 2011; Crudeli et al., 2016; Sánchez et al., 2017).

En otro sentido, en la actualidad las vacas lecheras no suelen manifestar estacionalidad reproductiva, gracias a que se han desarrollado en ambientes cada vez más controlados, con diferentes sistemas de manejo y niveles de producción. En estos casos, a las hembras se les suele alimentar de manera artificial, lo que les garantiza diferentes fuentes nutrimentales a lo largo del año. Por el contrario, las búfalas lecheras aun cuando sean criadas en sistemas semi-intensivos, en donde se cuente con disponibilidad parcial de forraje, no se han liberado de la actividad reproductiva estacional (Zicarelli, 2016).

CONDICIONES CLIMÁTICAS ESTRESANTES

Los búfalos y el ganado convencional son animales endotérmicos, por lo cual, tienen la habilidad de controlar su temperatura corporal regulando su tasa metabólica mediante el proceso denominado termorregulación. Con ello, en los animales, la energía producida por el metabolismo celular (catabolismo y anabolismo) puede perderse parcialmente a través del calor irradiado por el organismo (Mozo et al., 2005; Casas-Alvarado et al., 2019). Sin embargo, si existe deficiencia en la pérdida de calor, el animal puede sufrir de estrés calórico.

En ese sentido, se ha demostrado que el ganado mantenido en corral para su engorda es muy sensible al estrés por calor debido a que su alimentación se fundamenta en dietas con alta energía (Blackshaw y Blackshaw, 1994) y, generalmente bajo ambientes que carecen de la sombra necesaria (Mota-Rojas et al., 2022a; 2023c; Napolitano et al., 2023). Por ello, las razas lecheras de bovinos convencionales han tendido a desarrollarse principalmente en zonas templadas; sin embargo, su productividad se suele perturbar al someterlas a condiciones climáticas estresantes (alta temperatura y humedad) que menoscaban su bienestar.

Para mitigar los efectos negativos del ambiente, se han realizado cruzamientos entre las razas Bos taurus y Bos indicus, con lo cual se han generado animales más tolerantes a los elementos climáticos como la temperatura y humedad ambientales, debido a la disminución de su tasa metabólica y a la pérdida de calor por el mecanismo de sudoración; sin embargo, por lo regular se ve disminuida su productividad láctea (Abdelatif y Alameen, 2012). En el caso de los búfalos de agua, estos animales presentan un sistema termorregulador ineficiente frente a los factores ambientales como el calor extremo, similar al de los bovinos lecheros y ganado de engorda (Bos taurus); sin embargo, los búfalos presentan ventajas sobre los bovinos tradicionales que residen en la escasa presencia de pelo y en el mayor grosor de la capa superficial de la piel (epidermis), con melanina que absorbe el calor y que les otorga el característico color negro a los búfalos de agua (Mota-Rojas et al., 2021a,b,c).

De esta manera las partículas de melanina atrapan los rayos ultravioletas (UV) y evitan que penetren a través de la dermis de la piel hasta capas de tejido más interno, con lo que reducen y amortiguan la radiación solar que podría llegar al núcleo corporal. Cabe señalar que los rayos UV son abundantes en la radiación solar de las regiones tropicales y subtropicales, por lo tanto, la exposición excesiva de la piel este tipo de radiación puede ser nociva para los búfalos (Ablas et al., 2007; Marai y Haeeb, 2009; Bertoni et al., 2019b; Mota-Rojas et al., 2021a,b,c).

Además, la temperatura corporal de los búfalos en ambientes con altas temperaturas sólo puede conservarse, dentro de los límites normales, si dispone de sombra, charcas, represas y lodo disponible o mediante la aplicación casi continua de agua, preferiblemente con una corriente de aire o viento para secarla; debido a que los búfalos cuentan con menor cantidad de glándulas sudoríparas en comparación con los bovinos convencionales (Marai y Haeeb, 2009) (Figura 2). Para ampliar información sobre mecanismos de termorregulación y uso de termografía infrarroja consulte el capítulo correspondiente o consulte la sección de “Termorregulación y ambiente”.

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Figura 2. Cambios en la microcirculación dérmica del búfalo de agua expuesto a la radiación solar (A) y después de sumergirse en lodo (B). A) Por efecto de la radiación solar la búfala presenta áreas con un color blanquecino que indican las zonas con una elevada temperatura. Mientras la región dorsal (Bx1) presenta una temperatura máxima de 35.9°C, la grupa (Bx2) y la ubre (El1) registran una temperatura máxima de 36.7 y 36.4°C, respectivamente, lo que sugiere que es en estas dos regiones donde se evidencia la respuesta de vasodilatación periférica. B) El 80% de la superficie corporal presenta una coloración rojiza que muestra una disminución en la temperatura. Comparando con las temperaturas máximas registradas durante la exposición al sol, se advierte que todas las regiones evaluadas presentaron un descenso en la temperatura. En la ubre este descenso fue de 1.5°C, mientras que en la región dorsal fue de 2.4°C; sin embargo, en la grupa se aprecia que la temperatura máxima descendió de forma más drástica (3.6°C) por efecto del lodo. De esta forma, se demuestra que el lodo además de brindar protección frente a los rayos solares también contribuye en la pérdida de calor por evaporación (Mota-Rojas et al., 2020).

GLÁNDULA MAMARIA

En cuanto a la producción láctea, existen diferencias anatomofisiológicas entre las vacas y las búfalas. La glándula mamaria de ambas especies se posiciona en la zona inguinal y se componen por dos pares de mamas que están cercanas unas de otras formando un complejo mamario o ubre (Bradley, 2014). La cisterna, ubicada en la parte ventral de la glándula sirve como almacenamiento de leche y permite sintetizar diversas cantidades de leche en relación a su tamaño (Bradley, 2014). En este sentido, la ubre de la búfala almacena en el compartimiento alveolar del 92 al 95% de la leche y el resto en la cisterna (5%); en contraste, las vacas acumulan en la cisterna hasta el 20% de leche. La fracción de leche cisternal está disponible para el ordeño o el amamantamiento de la cría antes de que las células mioepiteliales se contraigan como respuesta a la acción de la oxitocina para que ocurra la eyección láctea (Thomas et al., 2004; Espinosa et al., 2011b; Rodríguez-González et al., 2022; Napolitano et al., 2022b).

La leche alveolar; sin embargo, está disponible solamente si es eyectada activamente (Espinosa et al., 2011b). Las vacas lecheras a diferencia de las búfalas han mostrado mayor desarrollo en el complejo mamario, que les ha permitido sintetizar grandes cantidades de leche. Además, es el tejido conjuntivo elástico originado a partir de la túnica abdominal, conocido como sistema suspensorio, el que permite soportar la cantidad de leche que se produce en la glándula mamaria (Bradley, 2014), aunque la búfala lechera con menor producción láctea presenta un ligamento suspensorio con menor desarrollo en contraste con la vaca lechera.

Asimismo, un rasgo suplementario radica en la morfobiometría de los pezones. De acuerdo con Espinosa et al. (2011a), que analizaron búfalas de diferentes razas, mostraron que la mayoría presentaba pezones cónicos (56.46%) y la longitud media de 6.90 cm; por otro lado, Riera-Nieves et al. (2006) estudiaron a bovinos lecheros Holstein, entre los cuales predominaron pezones en forma de cilindro (48.30%) y con una media en la longitud de los pezones de 5,90 cm. Cabe señalar que el pezón con mayor longitud y grosor además canal más estrecho y un esfínter más cerrado es típico de la búfala, lo que favorece una menor predisposición a la mastitis (Thomas et al., 2004; Espinosa et al., 2011a; Bertoni et al., 2022b; Napolitano et al., 2022b).

Es importante resaltar que la vaca lechera, gracias al intenso proceso de selección genética, actualmente presenta características fisiológicas y anatómicas que le permiten producir mayor cantidad de leche que la búfala. Entre ellas, el ligamento suspensorio y la cisterna con mayor desarrollo posibilita a la vaca sintetizar, transportar y almacenar grandes cantidades de leche; además, la forma y tamaño de los pezones facilita el uso de máquinas para procesos de ordeño mecánicos convencionales y robotizados. Por otro lado, la búfala lechera presenta mayor resistencia a microorganismos que pudieran predisponer a mastitis y aunque la cantidad de leche es menor que la de las vacas lecheras, la calidad en cuanto a composición química es mayor, sobre todo en los componentes de importancia económica, industrial y sanitaria (Bertoni et al. 2022b).

ALOAMAMANTAMIENTO

Se entiende por Aloamamantamiento, al amamantamiento de crías ajenas o extrañas (Roulin y Heeb, 1999; Mota-Rojas et al., 2021a). Esta conducta ha sido reportada con frecuencia en cerdas lactantes (Špinka, 2006), renos (Engelhardt et al., 2016), bovinos convencionales, ovinos, ciervos y búfalos de agua, entre otros (Víchová y Bartoš, 2005) (Figura 3). En general existen registros de 82 especies de mamíferos que amamantan a crías ajenas. Se han propuesto varias hipótesis sobre las causas y consecuencias de este comportamiento, entre ellas, Roulin (2003) postula que las hembras que permiten la lactancia de las crías ajenas se benefician porque podrían aumentar o mantener la concentración de prolactina cuando su propia descendencia no estimula suficientemente los pezones durante la succión (Napolitano et al., 2022a), lo cual podría mejorar la inmunidad de las madres y elevar su resistencia contra microorganismos patógenos.

Este comportamiento ha sido observado tanto en las crías de búfalo, como en ganado convencional (Mora-Medina et al., 2018; Víchová y Bartoš; 2005). Asimismo, se ha descubierto que, en crías de ganado doméstico, el aloamamantamiento podría ser una conducta compensatoria en caso de bajo peso al nacimiento o para contrarrestar deficiencias nutricionales. En el estudio de Víchová y Bartoš (2005) demostraron una mayor frecuencia de aloamamantamiento en crías hembras y crías de razas de carne en comparación con machos y crías provenientes de cruzamiento de razas. También se ha observado que conforme la edad de la cría se incrementa, el aloamamantamiento disminuye; sin embargo, en el estudio llevado a cabo por Paranhos da Costa et al. (2006), no apreciaron aloamamantamiento como un comportamiento en dos crías (Bos indicus): Nelore y Gyr y una cría mestiza (Bos taurus): la raza Caracu que son criadas con pastos desde el nacimiento.

En cuanto al búfalo, al igual que en Bos taurus, se ha reportado que el aloamamantamiento puede desarrollarse como consecuencia de una nutrición insuficiente de la cría (Murphey et al., 1995; Paranhos da Costa et al., 2000). Durante muchos años se planteó que el aloamamantamiento resultaba una conducta costosa, además del riesgo que presentaba, no sólo por la posible agresión de la madre hacia la cría ajena al intentar ingerir leche (Roullin, 2003), sino por la transmisión de microorganismos patógenos a través de la leche, como es el caso de enfermedad de Johne, ya que el aloamamantamiento y la crianza comunal se consideran factores de riesgo para la paratuberculosis en búfalos (Dalto et al., 2012), pero no todo es negativo, el amamantamiento comunal también denota consecuencias positivas, como incrementar la inmunidad en las crías por la ingestión de anticuerpos procedentes de una madre no biológica.

Además, cabe señalar que, en el seguimiento de los búfalos realizado durante 10 meses, Andriolo et al. (2001) demostraron que cuando se permite la lactancia materna a crías ajenas, las madres no descuidan a su propia descendencia. Además, determinaron que permitir a las crías el comportamiento de aloamamantamiento depende más de la tolerancia individual, que del comportamiento grupal de las madres durante el periodo de lactancia. Por ello, el aloamamantamiento tiene un componente individual que refuerza los intentos de amamantamiento entre los becerros. Una conducta muy frecuente en búfalas es aceptar pasivamente el amamantamiento de becerros de otras hembras.

Esta conducta se asocia con diferentes aspectos como: pérdida de la madre, baja producción de leche que no alcanza a cubrir los requerimientos nutricionales y, además, rechazo de la madre, principalmente en hembras de primer parto. Aunque este comportamiento es considerado altruista (Napolitano et al., 2019b), las búfalas dan prioridad a sus crías y después al fin comunitario; asimismo no todas poseen el temperamento de aceptar crías de otras hembras (Mora-Medina et al., 2018; Orihuela et al., 2021). Para mayores detalles de la impronta y el aloamamantamiento consulte el capítulo correspondiente o vaya a la sección de “Aspectos reproductivos”.

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Figura 3. Cría comunal con aloamamantamiento. En rumiantes, el aloamamantamiento es un comportamiento que se asocia a diversas hipótesis que pueden responder a factores maternos o de la cría. Por una parte, se sugiere que las hembras se involucran en esta práctica cuando son primíparas, para obtener beneficios sociales dentro del hato, y por la inexperiencia y falta de reconocimiento de su propia cría. Por el contrario, en los recién nacidos, el aloamamantamiento ocurre mientras el neonato biológico se alimenta de la madre. En este caso, las crías ajenas obtienen una mejora inmunológica al consumir leche de otras hembras, y también pueden compensar el consumo en casos donde la producción de la madre biológica sea insuficiente.

SISTEMA INMUNE Y RESISTENCIA A ENFERMEDADES

En las unidades productivas, una constante a nivel mundial, es la selección de especies o razas resistentes a las enfermedades es con el objetivo de mejorar la salud, el bienestar y la productividad animal (Stear et al., 2001). Es así como los criadores de ganado prestan una atención creciente a esta cuestión debido a las pérdidas económicas que generan las enfermedades por sí mismas, su tratamiento e inclusive, debido al deshecho de animales que no alcanzan los parámetros productivos o reproductivos esperados, inclusive en los casos que se mantienen en condiciones subclínicas (Izquierdo et al., 2007; Frías et al., 2011). Por ello, resulta vital conocer qué tan resistentes o susceptibles son los búfalos y los bovinos domésticos a las enfermedades que con mayor frecuencia afectan a la industria pecuaria.

La prevalencia de enfermedades en el ganado suele redundar en pérdidas económicas importantes. El ganado convencional de las zonas tropicales está más expuesto a una elevada incidencia de enfermedades de las pezuñas, mastitis, infecciones diversas sobre todo infestaciones por ectoparásitos, debido al exceso de humedad, a las altas temperaturas y a la abundancia de insectos o parásitos propios de estos ecosistemas. En contraste, los búfalos de agua manifiestan alta resistencia a este tipo de enfermedades porque sus hábitos y morfofisiología les confieren una baja susceptibilidad. Por ejemplo, en el búfalo de agua, a diferencia del bovino convencional, predominan hábitos termorreguladores de revolcarse en el lodo o sumergirse en zonas inundadas, lo cual interrumpe el ciclo y desarrollo de parásitos externos (Belmiro, 2006).

MASTITIS

La salud de las ubres de los animales productores de leche reviste especial relevancia, no solo para el productor de lácteos sino también para los consumidores, quienes cada vez más se interesan en conocer cómo se garantiza el bienestar y salud de los animales que producen sus alimentos en este caso, leche y sus derivados (Hogeveen et al., 2011). Sin embargo, en la cadena de producción de lácteos en general, la mastitis en el ganado lechero y en el búfalo es una condición clínica frecuente que provoca pérdidas económicas significativas y se considera una de las mayores limitaciones para la industria láctea en todo el mundo (Mota-Rojas et al., 2019a; El-Ashker et al., 2020). Se ha reportado que uno de los agentes causales más relevantes de esta afección es el Staphylococcus aureus (S. aureus), responsable de la infección intramamaria contagiosa en los rebaños lecheros (Lozano et al., 2016). La bacteria provoca mastitis clínica y subclínica en ganado lechero y en el búfalo. Además, representa un riesgo de salud para los humanos (El-Ashker et al., 2020).

En el estudio, los autores El-Ashker et al. (2020) detectaron el agente etiológico de la mastitis en el 34,12% (213/623) y el 9,64% (8/83) de las muestras de leche provenientes de cuartos de vacas y búfalas, respectivamente, con síntomas clínicos de la enfermedad. Así, por ejemplo, en otra investigación de El-Ashker et al. (2015), se analizaron muestras de leche bovinos Holstein-Friesian y búfalos Murrah. En sus hallazgos se obtuvo un mayor número de muestras con Staphylococcus aureus en bovinos convencionales que en búfalos. Por otro lado, en un estudio que se enfocó en la detección de Clostridium perfingens entre búfala y ganado convencional, resultó una menor presencia del agente de mastitis con 9.6% en los cuartos de búfalas y 34.1% para las muestras de leche provenientes de cuartos de vacas (Osman et al., 2009). Estos resultados coinciden con lo reportado por Motta-Giraldo et al. (2014), que detectaron menor variedad de agentes patológicos presentes en la búfala en comparación con el bovino convencional.

Como se mostró previamente, la búfala lechera padece en menor proporción de problemas asociados con mastitis en comparación con la vaca lechera, lo cual se atribuye a las diferencias morfofisiológicas de la búfala que funcionan como barreras que dificultan y/o impiden el acceso de los microorganismos causantes de mastitis como Staphylococcus aureus y Clostridium perfingens.

Estos y algunos otros atributos de la búfala lechera conceden gran resistencia a la colonización de microorganismos, como lo son: una mayor concentración de pigmentos de melanina, un canal del pezón con un epitelio de queratina de mayor espesor que el característico en vacas; asimismo, la capa muscular del esfínter alrededor del canal del pezón más grueso, con más tono, más vasos sanguíneos y fibras nerviosas, así como estrechez en el lumen del canal del pezón en comparación con el de las vacas lecheras (Sollecito et al., 2011; Espinosa et al., 2011b).

ECTOPARÁSITOS

En los ecosistemas tropicales se desarrollan variedades de parásitos. En un estudio realizado por Ybañez et al. (2019), se identificaron diversos ectoparásitos en bovinos lecheros (Holstein) y búfalos de agua (Murrah). Entre ellos, Haematopinus spp y Rhipicephalus spp (piojos y garrapatas, respectivamente), especies conocidas como vectores potenciales de Mycoplasma spp. Se encontró que todos los bovinos presentaban garrapatas y una ausencia absoluta de piojos; por el contrario, los búfalos contenían piojos y solo uno registró presencia de garrapata. Esta diferencia puede explicarse por el comportamiento del búfalo de agua de revolcarse en el lodo y, también, por el mecanismo de supervivencia de los piojos (capacidad de cerrar orificios respiratorios bajo el agua).

Los anteriores hallazgos concuerdan con los resultados de la investigación de Benitez (2012), quien implementó un ensayo de infestación con garrapatas Rhipicephalus, consideradas como el ectoparásito con el mayor impacto negativo a nivel mundial en ganado doméstico. Para ello, utilizó un bubillo de raza Mediterránea y un novillo de raza Holstein de edades similares y en las mismas condiciones ambientales. Sus resultados indicaron que la cantidad de garrapatas de cada animal fue de 5.4% (bubillo) y 12% (becerro) de las larvas iniciales, lo cual indica que el grado de resistencia a la infestación corresponde a un 94% para el búfalo y a 88% para el bovino.

También se demostró una marcada reacción inflamatoria en el área de contacto, con adherencia de garrapatas en el búfalo, característica no presentada en el bovino, lo que se podría explicar debido a que el sistema inmune del búfalo parece ser más reactivo a los componentes alergénicos de la saliva de la garrapata Rhipicephalus (Benitez, 2012). Además, otra posible explicación podría residir en que la piel gruesa del búfalo, en comparación con los bovinos, mina la capacidad de las garrapatas para adherir su hipóstoma.

PATOLOGÍAS REPRODUCTIVAS

Otro problema sanitario y sobre todo económico son las patologías reproductivas en los hatos lecheros. Al respecto, Motta-Giraldo et al. (2014) llevaron a cabo un estudio donde se identificaron patologías reproductivas de búfalas raza Bufalipso y vacas Holstein Friesian bajo dos sistemas de producción (simple y mixto).

La prevalencia en hatos mixtos fue de 15.5% en búfalas y de 55.8% en vacas; mientras que en hatos simples de 24.4% y 46.7%, respectivamente, ambos con diferencias significativas entre las especies; además, las vacas presentaron mayor número de patologías reproductivas en comparación con las búfalas. También se estimaron indicadores zootécnicos y las búfalas presentaron un mejor desempeño reproductivo que las vacas, expresado en: mayor tasa de natalidad (84% búfalos vs. 72% bovinos), menor intervalo entre partos y días abiertos, al igual que la edad al primer parto, indicador en el que las búfalas fueron más precoces (34.8 meses) que las vacas (38.59 meses); lo anterior, independientemente del tipo de sistema de producción. Cabe señalar, sin embargo, que fue mucho más marcado en los hatos mixtos si se compara con los hatos simples (Motta-Giraldo et al., 2014).

COJERAS

Las enfermedades podales es otro de los padecimientos principales en vacas lecheras, después de la mastitis, que genera cuantiosas pérdidas económicas en las unidades de producción pecuaria de bovinos.

En este sentido, en Estados Unidos, se estimaron pérdidas que rondan los 21 US dólares por vaca. Sus principales consecuencias directas fueron disminución de la productividad, alto costo de los tratamientos y pérdida de la condición corporal; sin contabilizar los costos por eliminación de animales y las mermas en la producción, calidad e inocuidad de la leche y sus derivados. Muchos de ellos asociados con la presencia de metabolitos en la leche por la aplicación de los fármacos terapéuticos utilizados para controlar el problema ya sea de mastitis o por cojeras (García-Bracho et al., 2009). En contraste, los búfalos parecen más resistentes a este tipo de problemas podales, tal como lo demostró De Rosa et al. (2009) en un estudio instrumentado en 42 ranchos de búfalos, constatando que las enfermedades podales que derivan en cojera estaban prácticamente ausentes en los animales.

La cojera es un problema mayor que interfiere con el bienestar en el ganado lechero, que a menudo se asocia con dolor e incomodidad de larga duración; sin embargo, la baja frecuencia de cojeras en búfalos puede atribuirse primero a sus características morfológicas. En efecto y como se había expuesto previamente, los búfalos poseen grandes pezuñas, corvejones elásticos y extremidades más gruesas que les permiten movilizarse en terrenos fangosos, poco uniformes y sumergirse por amplios lapsos de tiempo en el agua (Barboza, 2011).

Otro argumento radica en que los búfalos se benefician de un régimen de alimentación bajo en concentrados (Napolitano et al., 2013), en comparación con lo que sucede en vacas lecheras. Cabe agregar otra explicación que favorece la resistencia a laminitis y claudicaciones en el búfalo, la cual estaría asociada con diferencias en el propio metabolismo en comparación con el ganado convencional (Napolitano et al., 2013). En contraste, el tipo de alimentación en vacas lecheras está constituido por dietas con bajo contenido de fibra (< 18%) y con un alto porcentaje de carbohidratos y proteínas, lo cual podría inducir la laminitis y claudicación en estas hembras (Weaver, 1993).

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Figura 4. Lactancias de la búfala lechera mediterránea vs. vaca Holstein. La búfala lechera muestra menor producción diaria de leche y lactancias más cortas, debido a que la vaca lechera presenta un complejo mamario con mayor desarrollo, lo cual le permite sintetizar y almacenar mayor volumen de leche; no obstante, la calidad composicional favorece a la leche de búfala (Espinosa et al., 2011b; Bertoni et al., 2019a,b,c).

NIVEL DE PRODUCCIÓN LÁCTEA DE ACUERDO CON EL SISTEMA PRODUCTIVO

Es importante enfatizar que los búfalos actualmente aportan el 13% de la producción mundial de leche (Napolitano et al., 2018; Napolitano et al., 2019a,b). Aun cuando en las Américas sigue siendo marginal, debido a su reciente introducción y a la lenta adaptación al sistema productivo de tipo intensivo (Bertoni et al., 2019a,b), las unidades de producción de búfalos tienen un doble objetivo: producir leche y carne simultáneamente y en zonas templadas generalmente se especializan en producir alguno de estos dos productos (Mitat, 2011).

En contraste, la vaca lechera, a diferencia de la búfala lechera, ha estado inmersa en un intenso proceso de selección genética, lo cual le permite sintetizar mayores volúmenes de leche; sin embargo, la leche de búfala alcanza mayor calidad en su composición química, ejemplo de ello se muestra en Italia, donde las búfalas mediterráneas mantienen lactancias promedio de 270 días con 2,462 kg/lactancia; mientras que las vacas lecheras Holstein aumentan a lactancias promedio de 305 con 9,690 kg/lactancia (AIA, 2018), aunque con curvas de producción diferenciadas (Figura 4). Cabe señalar que, tanto con búfalas como con vacas lecheras, se han adoptado diferentes sistemas de producción, los más comunes son los intensivos, semi-intensivos y extensivos. Los primeros predominan en zonas templadas y los extensivos y semi-intensivos son más frecuentes en las zonas tropicales, principalmente bajo los denominados sistemas de doble propósito (Bertoni et al. 2021).

Las características que diferencian estos sistemas residen en el aprovechamiento de la tierra, nivel tecnológico, orientación zootécnica, razas y canales comerciales (Arriaga et al., 2002; Espinoza et al., 2007; Tinoco et al., 2012). Al respecto, los búfalos de agua, debido a que presentan características que les confieren rusticidad, generalmente se asociaban a regiones tropicales con zonas inundables, altas temperaturas, humedad y forrajes de mediana y baja calidad nutricional (Mitat, 2011). No obstante, los sistemas de producción de búfalo han evolucionado con cierta rapidez, a tal grado que se aprecia una gran variedad, de acuerdo con la región del mundo en donde se hayan instaurado las fincas para este animal (De Rosa et al., 2009)

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Figura 5. Sistemas extensivos versus extensivos

SISTEMAS INTENSIVOS

En cuanto a los sistemas productivos, las razas de vacunos especializadas en leche tienen mayor presencia en climas templados, bajo sistemas estabulados o confinados la mayor parte del tiempo, menor densidad animal/unidad de superficie y recurrente suplementación nutricional, lo cual permite alcanzar altos rendimientos, pero también altos costos de producción (De Rosa et al., 2009). No obstante, existen bovinos convencionales del género Bos en zonas tropicales, que se distinguen por derivar de cruzamientos entre Bos taurus y Bos indicus, buscando resistencia a las condiciones climáticas tropicales, a la infestación de garrapatas y, de manera simultánea, favoreciendo la producción de leche (Romero y Pérez, 2014) (Figura 5).

 A. Los sistemas de producción extensivos (SPE) priorizan el aprovechamiento de la superficie disponible, con baja integración de fuerza de trabajo e incorporación de tecnología. Se suelen desarrollar en zonas con disponibilidad de agostaderos, como las tropicales y, por ende, se asocian a una oferta forrajera abundante, permitiendo baja dependencia de insumos externos. Inicialmente el búfalo se relacionaba solo con este nivel de producción.

B. Los sistemas intensivos (SPI), al contrario de los SPE, se vinculan con superficies acotadas, con alta inversión en fuerza de trabajo y en tecnología. En ese contexto, los SPI se asocian con grandes volúmenes de producción y amplio uso de insumos externos, relacionados con elevados costos de producción por unidad animal. Los SPI se han expandido, principalmente, en unidades lecheras especializadas con vacas y, recientemente, se están incorporando los búfalos de agua.

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Figura 6. Tipos de sistemas de producción de búfalo según el fin zootécnico. A. Sistema de producción láctea intensificado, separación de la cría pocos días después del parto. B. Sistema de producción de carne basado en pastoreo (extensivo), el total de leche es destinado al becerro.

C. Sistema de producción semi-intensivo de doble propósito, producción de leche y carne, en el que los becerros solo acceden al amamantamiento después del ordeño

SISTEMAS EXTENSIVOS

En cuanto a los sistemas extensivos, los búfalos de agua se han desarrollado principalmente en climas tropicales con doble fin zootécnico (producción de leche y carne). De igual forma han sido adaptados en climas templados con niveles de intensificación similares a las razas especializadas en producción de leche (López et al., 2008). Originalmente estos sistemas de desarrollo utilizan pastos nativos e inducidos como principal alimento y con suplementación mínima (Rojo et al., 2009; García-Martínez et al., 2015; Bertoni et al., 2021) (Figura 6 y 7). El complejo mamario de la búfala y la vaca lechera presenta diferencias anatómicas; no obstante, con el uso del estímulo sensorial de la cría y la aplicación de oxitocina exógena se obtienen respuestas fisiológicas similares en las dos especies (Espinosa et al., 2011). Como se ha puesto de manifiesto, aún queda mucho por aprender sobre el búfalo de agua en todos los aspectos de la producción y el potencial de la especie para generar productos que puedan insertarse en los mercados de leche, carne y sus derivados (Mitat 2011; Mota-Rojas et al., 2019f).

Por lo tanto, resulta crucial documentar las ventajas y desafíos que presenta esta especie, ya que estos datos podrían jugar un papel clave para convencer a los funcionarios sobre promover la cría de búfalos y motivar a los ganaderos para que consideren esta especie dentro de sus actividades prioritarias (Napolitano et al., 2020). El sector académico también tiene una responsabilidad relevante en la investigación y difusión de información que aporten opciones para el desarrollo del búfalo de agua como una posible fuente alternativa de ingresos y una opción para apoyar el desarrollo de las regiones tropicales donde esta especie tiene especial potencial, ya que a la fecha está recibiendo escasa atención en regiones donde se concentra la población vulnerable (López, 2013).

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Figura 7. Importancia del becerro en la eyección de leche. La bajada de la leche puede ser provocada por diferentes estímulos que facilitan el vaciado de la glándula mamaria. El uso del becerro es frecuente como estímulo sensorial táctil (Espinosa et al., 2011). Dicho estímulo es trasportando a lo largo de la médula espinal hasta el hipotálamo, a la neurohipófisis donde se sintetiza y libera oxitocina que induce la contracción de las células mioepiteliales que rodean los alveolos provocando la eyección de leche (Bradley, 2014).

CONCLUSIONES

Los búfalos y bovinos domésticos pertenecen a la misma familia Bovidae. Aunque parezcan similares, el conocer las diferencias anatómicas, fisiológicas y comportamentales entre Bos taurus, Bos indicus y búfalos de agua permite afinar prácticas como las siguientes:

Œ Seleccionar a la especie animal que mejor responda a las condiciones ambientales, económicas y sociales en cada región, determinando alguna orientación que cumpla con las necesidades del productor y su familia, así como con las demandas del mercado, entre leche, carne o trabajo, o la combinación entre dos o tres de ellas.

 Adaptar las instalaciones y equipo en las unidades productivas, así como adoptar y/o desarrollar tecnologías apropiadas en la rutina del ordeño acordes con las características y la conformación anatómica de los búfalos, en lugar de ocupar las mismas que se han destinado para las vacas lecheras.

Ž Reflexionar sobre las implicaciones técnicas, financieras y ecológicas de la producción de búfalo de agua, antes de seguir la ruta de la alta especialización productiva de ganado lechero convencional, que ha conllevado una mayor predisposición a padecer y dispersar enfermedades no sólo infecciosas, sino metabólicas; impactar con mayores costos energéticos y económicos, menor bienestar animal y crecientes gradientes de contaminación en el ganado tradicional en comparación con la rusticidad del búfalo de río. Además, se deberá procurar que en si se van a implementar sistemas tradicionales para la crianza del búfalo, se incorporen innovaciones que preserven su racionalidad y sustentabilidad en el largo plazo.

 Este abordaje integral requiere de un trabajo multi e interdisciplinario que permita delinear estrategias productivas globales que no comprometan el bienestar de los animales, la salud de los consumidores, o la sostenibilidad ambiental

Artículo publicado en “Entorno Ganadero Diciembre Enero 2025

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