Esperanza Cortés.
Líder de Servicio al Cliente para la Región Mesoandina en Corteva Agriscience y Líder del BRG WIN (Women Inclusion Network).
Por años tuve la creencia de que, por ser mujer, era normal en el ámbito laboral sentir inseguridades, tener dudas de mi capacidad, convivir con los prejuicios de los demás e incluso sentir presión social que en ocasiones me creaba conflictos emocionales y algunas veces hasta me hacían dudar de mí misma, pero no, no es normal.
A lo largo de mi trayectoria profesional he registrado éxitos laborales y mi trabajo habla muy bien de mí; sin embargo, mucho tiempo atribuí esos buenos resultados al factor suerte (estar en el momento y lugar indicado), porque pensaba que yo no era merecedora de tales éxitos, o que no era correcto recibir de los demás “tanta atención”. Hoy sé que esas falsas creencias y lo que provocaban en mí tienen nombre y apellido, se le conoce como ‘Síndrome de la impostora’.
Este es un síndrome, que puede afectar a todas las mujeres por igual, sin distingo del rol o la situación económica en la que se encuentren: amas de casa, profesionales, empresarias, estudiantes y sí, también las mujeres del campo.
Aportaciones de la mujer en el campo
Según el INEGI en su censo 2020, en México, hay 64.5 millones de mujeres, el 21.1% de ellas habitan en localidades rurales. Para nadie es un secreto que la población femenina rural tiene menos acceso a la educación y a oportunidades laborales, de acuerdo con el mismo estudio, el promedio de años cursados en la escuela por las mujeres que habitan localidades rurales es de 7.3 años, lo que significa que apenas llegan al primer año de la secundaria.
Ahora bien, en algunas partes de Latinoamérica, son las mujeres del campo, quienes destinan la mayor cantidad de tiempo a actividades asociadas al cuidado (8 horas diarias frente a 3 horas diarias de los hombres) y las que más participan en el desempeño de estas actividades (93% de las mujeres frente al 61% de los hombres), lo cual disminuye el tiempo disponible para participar en el mercado laboral, lo que puede limitar la posibilidad de perseguir sus objetivos profesionales. Es más -dicen los expertos-, que a medida que estas mujeres comienzan a adquirir habilidades y logran el éxito en sus carreras, pueden sentir que no lo merecen y que han llegado a donde están por casualidad, perdiendo de vista el esfuerzo y sacrificio que les implicó alcanzar ese logro.
El síndrome de la impostora es más común de lo que pensamos y afecta a personas sin distinción de raza u origen e impacta a un buen porcentaje de la población femenina. Es por eso, por lo que en un día destinado a la mujer es cuando más debiéramos asumir con conciencia la necesidad de ponerle fin a este tipo de padecimientos y avanzar de forma acelerada hacía la equidad de género para así crear mejores oportunidades de empoderamiento femenino que permitan a las mujeres del campo creerse el papel tan importante que tienen: ser las protagonistas de nuestra seguridad alimentaria.
Corteva, por el empoderamiento de las mujeres rurales
Conscientes de este escenario, en Corteva Agriscience estamos cada vez más comprometidos con ser articuladores y generadores de oportunidades que eduquen y empoderen a nuestras mujeres, agricultoras, ganaderas, agrónomas, y todas aquellas que de alguna manera están vinculadas al agro. Para ello, apoyamos iniciativas que promuevan la transformación sin importar la raza, la religión, la etnia o la condición social.
Aunque nos falta mucho por recorrer para acortar las brechas en la agricultura y potenciar a las mujeres del campo, seguimos enfocados en construir una cultura interna de pertenencia y e incremento en la diversidad, a la vez que construimos con la población rural y otras partes interesadas de la industria, el camino para enfrentar los desafíos de equidad.
Seguimos avanzando en proporcionar más herramientas a las mujeres que les permita ser las líderes del desarrollo agrícola, del bienestar social y la seguridad alimentaria mundial. Las mujeres rurales representan más de una cuarta parte de la población mundial; además, cultivan la tierra, plantan semillas y alimentan naciones. Las mujeres somos una parte indispensable de la agricultura, pero aún no tenemos las condiciones ideales para brillar y aportar todo nuestro potencial en la agricultura. Trabajemos para lograr espacios seguros, confiables para las mujeres, ya que son protagonistas clave para la consolidación de un futuro productivo y sostenible que transformará al campo en todas sus dimensiones.