Carlos Buxadé
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid
Universidad Alfonso X el Sabio
Muchos probablemente no lo sepan, pero la resiliencia, en su origen, es un concepto ingenieril y se refiere a la cantidad de energía que absorbe un material en el momento de romperse a causas de un impacto; se calcula en base a la unidad de superficie de rotura.
Pero aquí deseo utilizar el concepto de resiliencia en el ámbito de la Psicología y referirlo a la capacidad que tiene un individuo, pero también un sector (un colectivo), para hacer frente a una adversidad y superarla para, una vez superada, poder seguirse proyectando hacia su futuro.
Inicialmente, en el ámbito psicológico, como lo hemos estudiado todos los que nos hemos formado, en tiempos ya lejanos, en temas de pedagogía y de psicología pedagógica, la resiliencia se consideraba una respuesta poco común, inusual e, incluso, en ciertos casos enfermiza.
No obstante, con el discurrir del tiempo los psicólogos han ido evolucionando en su apreciación y valoración de la misma y finalmente han reconocido que se trata de una actitud que se corresponde con una forma mental de “ajuste o adecuación” ante una situación adversa o ante la propia adversidad.
Es más, actualmente la psicología positiva considera a las situaciones adversas, problemáticas, como desafíos, que pueden ser enfrentados y superados gracias precisamente a la resiliencia.
En la vida, a nivel individual, se presentan circunstancias que pueden favorecer o ser contrarias al desarrollo de al resiliencia como son, por ejemplo, la educación, la calidad e intensidad de las relaciones familiares, el contexto social o la propiedad de
determinadas actitudes.
Hoy se considera que la resiliencia individual está íntimamente vinculada a la autoestima (por lo que es clave trabajar con los infantes para que desarrollen positivamente, desde edades muy tempranas, su autoestima y paralelamente su resiliencia).
Así resulta que hay individuos que al enfrentarse a una situación traumática permiten que ésta les supere mientras que otros no lo permiten y continúan sin más problemas su camino vital; incluso los hay que, ante la adversidad, modifican sus actitudes, las llevan a un nivel superior y transforman la mencionada situación en algo positivo desarrollando capacidades que incluso, en ocasiones, ellos mismos desconocían poseer.
Esto último y de esto quería precisamente escribir, hoy y aquí, es lo que hecho exactamente nuestro sector primario (agrícola, ganadero y también el pesquero, no nos olvidemos de él) ante la adversa situación generada (y, desde luego, en absoluto finiquitada) por el SARS – CoV – 2 y su enfermedad vinculada, la COVID -19.
Nuestro sector primario nos está dando, día sí y día también, una gran lección; realmente una lección inolvidable, haciendo gala de unos valores que deberían asumir y hacer suyos el resto de la sociedad y sus propios individuos (lo que evitaría que un número no despreciable de los mismos se estuviera comportando de una forma totalmente inadecuada y muy peligrosa
para todos, en las complejas circunstancias sanitarias que nos está tocando vivir).
La resiliencia del mencionado sector le ha llevado a asumir solidariamente, con un esfuerzo encomiable, asumiendo permanentemente importantes riesgos sanitarios y empresariales, a partir de un loable trabajo en equipo (junto con los otros eslabones de la cadena alimentaria, justo es resaltarlo), con probadas eficiencia y eficacia, un claro liderazgo; una elevada responsabilidad en la ininterrumpida generación de alimentos; una destacada capacidad innovadora con la creación de nuevos canales on – line y, todo ello, en el marco de un destacado ejercicio global de equilibrio sectorial.
Esta suma es la que ha hecho posible, a pesar de todo, mantener su actividad económica y los estándares de calidad de sus producciones. Sinceramente espero (porque soy optimista por naturaleza) y deseo que, en un plazo no lejano, nuestros dirigentes (incluyendo aquellos que nos consideran esclavistas) y la propia sociedad, valoren y reconozcan adecuadamente la fantástica resiliencia de nuestra agricultura, de nuestra ganadería y de nuestro sector pesquero.
Sin duda alguna ¡SE LO MERECEN!
Artículo publicado en Entorno Ganadero Junio -Julio 2020