Factores que influyen en el mantenimiento de la temperatura del lechón recién nacido

M en C. Alejandro Corrales Hernández
M. en C. Paloma Islas-Fabilae
Dra. Patricia Roldán Santiago.
Dra. Herlinda Bonilla Jaime

Introducción

Durante la fase de expulsión y nacimiento de los lechones existen diversos factores estresantes (ambientales, fisiológicos y etológicos) que afectan el bienestar del lechón recién nacido, los cuales incrementan la mortalidad[1-5].

En general diversos autores[6-8] señalan que la mortalidad durante este periodo varía del 10 al 20%. En promedio, se considera que del 50 al 80% de las muertes de lechones ocurren durante la primera semana después del nacimiento, siendo el período más crítico las primeras 72 h de vida[5,9]. Esta mortalidad se incrementa en dicho periodo debido a la falta de adaptación a la vida extrauterina que se convierte en un desafío para el lechón[10], quien experimenta un cambio drástico de temperatura ambiente en su entorno, que mantienen una temperatura homeostática en el útero de la cerda de 38 a 40°C, mientras que los lechones al nacer la temperatura del ambiente es mucho más fresco en el área de maternidad entre 20 a 22°C.

Este evento puede ocasionar en los primeros 20 minutos de vida del neonato una caída en la temperatura corporal de 2ºC[12,14-17]. La extensión y duración de esta pérdida de temperatura se correlaciona negativamente con las posibilidades de supervivencia del lechón y con la vitalidad neonatal[13,14,18]. Principalmente, el animal es energéticamente vulnerable debido a que nace húmedo (debido a que nace con restos de membranas fetales adheridas a su cuerpo)[19], otro factor es que al nacer no posee tejido adiposo marrón, cuenta con bajas reservas móviles de glucógeno/lípidos y una escasa capa de pelo, lo que provoca una piloerección ineficaz, e impide que conserven el calor[20,21], existiendo un menor rendimiento y/o aumento de la capacidad de disipación de calor (por evaporación y la pérdida de calor sensible)[21-23]. Como resultado de las pérdidas de temperatura corporal, los neonatos porcinos muestran una ingesta baja de calostro, estado inadecuado de protección inmunológica, bajo desarrollo, mayor susceptibilidad a enfermedades y más casos de aplastamiento[15,24,25], lo cual contribuirá a incrementar la mortalidad durante el periodo perinatal[15,16]. Por lo anterior, el objetivo del presente artículo es describir los principales factores que influyen en la termorregulación del lechón recién nacido.

Consumo de calostro

Dentro de las pautas de comportamiento que realiza el neonato porcino para generar calor, se encuentra la ingesta de calostro. El calostro es la primera leche secretada por la glándula mamaria, que muestra secreción continua alrededor del parto hasta las 12-24 h[61], antes de que su secreción se vuelva cíclica y comiencen los episodios de amamantamiento[19,62]. El calostro es una fuente rica de nutrientes digeribles y de varios compuestos bioactivos como inmunoglobulinas, enzimas hidrolíticas, hormonas y factores de crecimiento[33,63,64], por lo que juega un papel clave en la termorregulación de los lechones, la adquisición de inmunidad pasiva y el desarrollo intestinal[65]. El calostro proporciona al lechón recién nacido energía altamente metabolizable[66] y su alto contenido de grasa y lactosa es utilizado eficientemente para hacer frente al estrés por frío aumentando su tasa metabólica y manteniendo su equilibrio durante el primer día después de su nacimiento[66] (Figura 1).

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Figura 1. Los lechones que consumen menos calostro tienen menor vigor y capacidad para competir por las tetas de mayor producción de leche más, lo cual, incremente su probabilidad de morir por hipotermia y/o subnutrición.

En consecuencia, la temperatura rectal de los lechones a las 24 h de edad se correlaciona positivamente con la ingesta de calostro[19,67]. De acuerdo a Amdi et al.[68] los lechones que consumen calostro una hora después del nacimiento incrementan la temperatura rectal 1ºC en comparado con aquellos que no consumen calostro (37.5 vs 36.6°C; P <0.001). La producción de temperatura corporal incrementa debido a que el calostro aporta grandes cantidades de grasa (30% a 40%) y puede originar el 60% de la energía requerida por los neonatos en el primer día de vida[25,45]. Además, desencadena la secreción de potentes lipasas en la cavidad oral (lipasa lingual)[45, 69, 73], lo que asegura la degradación de la grasa del calostro haciéndolo altamente digerible[63] para generar energía a partir del oxidación de ácidos grasos[21, 69]. En este sentido, se puede decir que a medida que el neonato aumenta la ingesta de calostro, aumenta la producción de calorías y, por tanto, el animal es capaz de mantener constante su temperatura corporal[25, 67].

El peso y el índice de masa corporal

Diversos estudios[10,25,75] mencionan que el peso al nacer es uno de los principales factores que interviene en la recuperación exitosa de la termorregulación, debido a que la capacidad termorreguladora está directamente relacionada con el peso al nacer[25]. De acuerdo a Herpin et al.[21] los lechones pequeños (≤ 1 kg) tienen una mayor superficie corporal en relación con su peso. Principalmente esto se debe a que los lechones pequeños tienen mayor superficie en relación al volumen del cuerpo en comparación con los lechones grandes, por lo que éstos son más propensos a la pérdida de calor en un ambiente frío. Por lo tanto, los lechones pequeños tienen un riesgo especialmente mayor, ya que la pérdida de calor por unidad de peso está inversamente relacionada con el tamaño del cuerpo[25].

La baja capacidad para retener calor se refleja en el hecho de que por cada ºC reducido por debajo de la temperatura crítica mínima se asocia con un aumento de 1.46 kJ kg-0.75 h -1 de producción de calor, un valor tres veces mayor que en el cerdo de 35 kg[76]. Las diferencias de peso relacionadas con la madurez fisiológica pueden ser otra posible explicación de la relación entre el éxito de la termorregulación y el peso al nacer[75]. Debido a lo anterior, los lechones con bajo peso al nacer requieren atención especial para alcanzar una termorregulación exitosa en las primeras horas de vida y para evitar que presenten hipotermia o un estado de estrés por frío. Por otra parte, otro factor que influye en la termorregulación es el índice de masa corporal, debido a que se correlaciona positivamente con el porcentaje de grasa corporal, musculatura corporal, el almacenamiento de glucógeno y la tasa de supervivencia[55]. Por ejemplo, se ha observado[56] que un alto índice de masa corporal ocasiona que los neonatos sean capaces de lograr una absorción nutricional adecuada y que no se presenten algunos desafíos fisiológicos, tales como la hipotermia.

Efecto del sexo

Las capacidades termorreguladoras no solo se asocian con el peso, consumo de calostro, ajustes fisiológicos y/o etológicos, sino también se vinculan con el sexo del animal. Estudios realizados por Baxter et al.[57] señalan que los machos mostraron una tendencia hacia temperaturas rectales más bajas, a las 24 h después del nacimiento en comparación con las hembras. La causa más probable de estas diferencias es la “decisión” sobre qué procesos fisiológicos priorizar para la inversión de energía en los machos y en las hembras. El crecimiento, desarrollo y aptitud reproductiva del organismo dependen de procesos energéticos y de cuanta energía se invierte en cada proceso[77].

Por ejemplo, en el caso de las hembras, la mayor parte de la inversión materna se dirige hacia (i) el tamaño corporal, (ii) la composición corporal y (iii) sistemas fisiológicos específicos[78]. En contraste en los lechones machos se dirige más energía hacia los dos primeros procesos, porque el aumento de tamaño aumentará la aptitud reproductiva en la edad adulta y en el caso de las hembras, éstas dirigen más energía hacia el tercer proceso, incluida la preservación de la homeotermia y la inmunocompetencia, esto con la finalidad de incrementar su supervivencia a corto plazo[57].

Por otra parte, a pesar de que los machos nacen más pesados que las hembras, y dado que los machos presentan un mayor peso al nacer, se podría esperar que los machos tengan más éxito que las hembras en el mantenimiento de la termorregulación. Sin embargo, el efecto del peso al nacer sobre la resistencia al frío disminuye rápidamente después del nacimiento[79] y es reemplazado por la importancia de la ingesta de calostro. Los dos primeros procesos de homeotermia e inmunidad están relacionados[80]; la disminución de la temperatura principalmente predispone al lechón a morir, no solo al hambre y la trituración, sino también a la enfermedad.

Las demandas de energía para preservar la homeotermia dependen principalmente de las reservas de glucógeno o de la ingestión de calostro poco después del nacimiento para aumentar la tasa metabólica[57]. Por otro lado, la razón por la cual los lechones machos pueden tener un mayor riesgo de morir en comparación con las hembras debe ser investigada más a fondo. Saber por qué los lechones machos están comprometidos puede conducir a un manejo adecuado de los lechones machos y así, posiblemente, disminuir su riesgo de morir[56].

Cambios etológicos en la termorregulación

La capacidad de conservar el calor implica principalmente estrategias de comportamiento. Los ajustes de comportamiento en la postura corporal proporcionan mecanismos eficientes para minimizar la pérdida de calor[13]. Principalmente, porque las especies de mamíferos utilizan posturas específicas de conservación de energía para limitar la disipación de calor. Tales posturas reducen la relación superficie-volumen para minimizar la superficie de contacto con el aire y así reducir el área de disipación de calor[27], este comportamiento contribuye en la producción de calor del neonato tanto por el gasto de energía empleado en la contracción de las fibras musculares (aproximadamente el 75% de la energía se transforma en calor), como por los procesos de síntesis de ATP asociados a la contracción muscular.

La producción de calor consecuencia de la actividad física ha sido cuantificada en 0.159 kj/kg de peso vivo/minuto, esta se refleja mediante ajustes etológicos, por los cuales, el lechón de manera individual tiene la capacidad de superar la hipotermia postnatal y restaurar la temperatura corporal[13]. Por ello, la importancia de las adaptaciones de comportamiento apropiadas para minimizar la pérdida de calor y la necesidad de aumentar la producción de calor en condiciones térmicas menos favorables.

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Por ejemplo, se ha observado que cuando los lechones permanecen cerca de la ubre de la madre en lugar de asentarse solos por períodos más largos presentan una ventaja térmica a través de la conducción de calor al hacer contacto con la ubre de la cerda. Asimismo, cuando los neonatos porcinos se amontonan con sus compañeros de camada, reducen así su superficie total expuesta a una temperatura del aire más baja[13,31].

Por ello, una estrategia eficaz para reducir la pérdida de calor es la termorregulación social, ya que una camada amontonada de lechones recién nacidos puede reducir su temperatura crítica más baja, que idealmente es de 25ºC a 30ºC[17,81]. Por otra parte, como una segunda estrategia del lechón para reducir la pérdida de calor el lechón ajusta su posición postural; la pérdida de calor por conducción se reduce[17,83].

Aunado a ello, estudios señalan[13] que durante la primera y segunda hora después del nacimiento la posición del neonato porcino en el corral se correlaciona con la pérdida de temperatura corporal, debido a que se ha observado que, si durante este tiempo el neonato porcino se encuentra solo en el suelo y en la oposición de la teta de la madre, la temperatura corporal disminuirá[13,74]. Mientras que, en contraste, si se encuentra junto a sus compañeros de camada y cerca de la teta de madre su temperatura corporal incrementará. Lo anterior hace hincapié en la importancia de las adaptaciones de comportamiento son, por tanto, vitales, no solo para reducir la pérdida de calor, sino para mantenerse en las áreas cálidas del corral[13,31].

Efecto del manejo en la termorregulación

Sin duda alguna, las rutinas de manejo que se aplican en las diferentes granjas porcinas representan otro factor importante que influye en la termorregulación y en el incremento de la mortalidad neonatal. En la actualidad es importante que en los sistemas de producción se mejoren e implementen prácticas de manejo adecuadas que ayuden al animal a lograr una termoestabilidad en las primeras horas de vida[26]. Cuanto mayor atención y cuidados se le preste al neonato en las primeras horas de vida, mayor será la tasa de supervivencia y menores serán las pérdidas de temperatura corporal[61].

Debido a ello, las condiciones ambientales en la sala de maternidad juegan un rol importante en la termorregulación. Por ejemplo, colocar calor adicional en el lugar del parto, como calefacción por suelo radiante (FH) mediante sustratos de cama, aislamiento o reducción de corrientes de aire[84] durante las primeras 48 h de vida del neonato, reduce el riesgo de hipotermia y da como resultado un calostro más temprano, lo cual, origina que las pérdidas de temperatura corporal sean menores[16,85]. Por ejemplo, de acuerdo a Baxter et al.[33] el proveerles a los neonatos una cama de paja de 10 a 15 cm de profundidad disminuye las pérdidas de temperatura corporal, debido a que la paja profunda crea un microclima cálido y absorbe los fluidos placentarios. Sin embargo, la cama de paja no es adecuada para la cerda en climas cálidos[8,62] y puede ser menos higiénico que un suelo perforado[8,59].

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Figura 2. El comportamiento de amontonamiento entre los lechones de la camada, favorece la termorregulación del neonato evitando pérdida de energía y potencializa la ganancia de peso durante la lactancia.

Asimismo, se ha encontrado que el adicionar fuentes de calor extra como lámparas de calor inmediatamente después del nacimiento reduce la mortalidad por hipotermia en casi un 50%[86,87]. Por otro lado, se ha informado que el secado de los lechones al nacer con toallas de papel aumenta la temperatura rectal en la primera 1 h de vida del neonato[88,60,89] y disminuye su latencia a amamantar[8,87]. Aunado a ello, se ha observado que el combinar rutinas de manejo, como colocar a los lechones debajo de la lámpara de calor y masajearlos, reducirá potencialmente la pérdida de calor y estimulará la circulación sanguínea.

Como consecuencia, a los lechones les quedará más energía para encontrar y mantener una determinada posición en la teta, aumentando así las posibilidades de supervivencia[26]. No obstante, cuando al neonato porcino no se le provee de ambientes adecuados y no es secado retirando los restos de membranas fetales adheridas a su cuerpo después de ser expulsado, la temperatura corporal disminuye rápidamente. Por ello, el alcance y la duración de la baja producción de calor correlacionan negativamente las posibilidades de supervivencia[14], afectando principalmente a los lechones débiles y pequeños, ya que están en mayor riesgo de ser aplastados por la madre y/o morir de hambre[10,90].

Conclusiones

Factores que influyen en el mantenimiento de la temperatura del lechón recién nacido temperatura lechon recien nacido 5En el período de transición de la fase de expulsión al nacimiento, el neonato experimenta una repentina disminución en su temperatura corporal, como consecuencia de los cambios de temperatura ambiental al que es expuesto durante este período.

Por ello, diferentes factores como el consumo de calostro, peso al nacer, índice de masa corporal, sexo, ajustes etológicos, y manejo, intervienen de manera significativa provocando la pérdida de temperatura corporal, lo cual impide que el neonato se habitué con éxito dentro de las primeras 24 horas de vida. Por lo anterior, podemos concluir que la termorregulación, es un proceso que se asocia con la capacidad de adaptación a la vida extrauterina, con el aumento de la vitalidad y la supervivencia postnatal. Por ello, saber manejar eficientemente los principales factores que pueden influir en este proceso ayudará a aumentar la supervivencia del lechón recién nacido.

Referencias disponibles con los autores.

M en C. Alejandro Corrales Hernández
Doctorado en Ciencias.
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), CDMX, México

M. en C. Paloma Islas-Fabilae
Doctorado en Ciencias Biológicas y de la Salud.
Universidad Autónoma Metropolitana.

Dra. Patricia Roldán Santiago.
Departamento de Reproducción Animal.
Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia.
Universidad Nacional Autónoma de México (FMVZ-UNAM), CDMX, México.

Dra. Herlinda Bonilla Jaime
Departamento de Biología de la Reproducción.
Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa.

Artículo publicado en Los Porcicultores y su Entorno Enero- Febrero 2021

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