Problemas estructurales y su relevancia en la producción de cerdos

Jorge Cervantes López

Al hacer referencia a la estructura corporal de los cerdos se ubican de inmediato cuestiones anatómicas, que invariablemente se asocian al esqueleto, los huesos y cartílagos, pero deben considerarse también a los tendones, ligamentos y pezuñas (en general, toda la proteína estructural), tanto como al músculo esquelético. En su conjunto los elementos estructurales dan soporte, protección y conectividad a otros órganos y tejidos para el mantenimiento, el crecimiento y la reproducción. Por lo tanto, lo relacionado a la estructura de los animales encierra nociones determinantes del desarrollo, el tamaño y la conformación de los animales, dando la capacidad de movimiento y, que finalmente, se expresan como la aptitud física.

La solidez estructural es un concepto complejo, siempre de origen genético que, en sus interacciones con los factores ambientales de los que, por su importancia, deben destacarse la presión física o mecánica y la dieta, como elementos permisivos para la expresión del potencial de crecimiento, o para la manifestación de anormalidades en cuanto a disposición y estructura. En el sistema óseo, los problemas del esqueleto son diversos y siempre complicados de descifrar por su baja a mediana heredabilidad (Fan et al., 2009); se expresan típicamente con una serie de anomalías, que van (por su rareza de prevalencia en cerdos) desde los que inhabilitan al animal, como la osteopetrosis y la osteoporosis, hasta los realmente comunes, que pueden no impedir la movilidad, como la osteoartritis y osteocondrosis, pero manifestarse en pérdidas o fallas de locomoción, que pueden expresarse como cojeras.

Problemas estructurales y su relevancia en la producción de cerdos Problemas estructurales 1Por asociarse a cojeras, los problemas estructurales se tipifican comúnmente como de patas; los más obvios y frecuentes involucran fallas en los aplomos o de la apropiada alineación de las extremidades (características de mediana heredabilidad), pero la osteocondrosis se ha identificado como una de las causas cruciales en el desecho, particularmente de las cerdas reproductoras y en los cerdos con mayor masa muscular (Nakano et al., 1987; Stern et al., 1995; Kirk et al., 2005) y es que, por el énfasis que se ponga en el mejoramiento de ciertas características de importancia productiva (y por tanto económica), es probable que se descuiden aspectos anatómicos que resulten en la aparición de fallas estructurales, como una consecuencia del intensivo proceso de selección genética por un número limitado de criterios. Por ejemplo, en la selección de hembras para el reemplazo de las reproductoras, es normal que se rechacen o desechen para este fin hasta el 40% de los animales (Kirk et al., 2005), mientras que las tasas normales de reemplazo aproximan al 50% de la piara de reproductoras, siendo que del 20 al 25% del total, fueron pérdidas por causas que primariamente se originaron de signos en la movilidad de los animales (http://www.pigchamp.com/summary_archives.html; Engblom et al., 2008).

La evaluación de los problemas estructurales se hace rutinariamente usando métodos subjetivos (apreciación visual) que han mostrado su efectividad, siempre que haya una escala numérica y que se definan sus parámetros. Por su utilidad y efectividad se recomienda la lectura de la guía del Pork Industry Handbook (PIH) 101 Feet and leg soundness in swine (Guidelines for uniform swine improvement programs), distribuido por la National Swine Improvement Federation de los Estados Unidos de Norteamérica (http://www.nsif.com/guidel/appendd. htm), que ha dado origen a carteles muy prácticos para la aplicación de estos criterios de selección en la granja. Los carteles están disponibles gratuitamente y en castellano en: http://nationalhogfarmer.com/posters/, o bien, se puede proceder a la revisión del trabajo y de los métodos de medición usados en investigación por van Steenbergen (1989), Barczewski et al. (1990) o por Fan et al. (2009).

Existen procedimientos objetivos que permiten llegar a un diagnóstico detallado y preciso de los problemas y de sus causas, pero pueden ser costosos y no arrojar resultados inmediatos, o son de poca aplicabilidad en el contexto de las rutinas de producción. En lo general, se trata de técnicas radiográficas, observaciones macroscópicas e histológicas, que aparejadas a la medición de los huesos, en su largo y diámetro, del contenido de minerales (cenizas, Ca y P), la resistencia a fracturas o la elasticidad del hueso, permiten la objetiva evaluación de la solidez del esqueleto, pero siempre tendrán que correlacionarse con el diagnóstico clínico de la movilidad de los animales, validando el método en la situación de cada población o explotación. La revisión de estas técnicas puede hacerse iniciando con los trabajos de Crenshaw (1986), Mitchell et al. (2001), Nielsen et al. (2007), o Giles et al. (2009).

Independientemente de los paliativos ambientales o de la dieta que puedan usarse, el método de elección para reducir y prevenir los problemas que se han agrupado en la solidez estructural, debe ser primero e invariablemente, el cuidado de la selección genética (Fan et al., 2009), pero la pobre heredabilidad de estos rasgos hace casi indispensable el uso de la selección asistida por marcadores (MAS, por sus siglas en Inglés).

Aunque son pocas las regiones cromosómicas, o los genes ligados a la solidez estructural, en cerdos se han podido identificar genes candidato para el control de rasgos de conformación usando técnicas de mapeo cuantitativo de los loci (QTL, abreviatura en Inglés), con tecnologías de genotipia de polimorfismo múltiple de nucléotidos independientes (SNP), que a su vez pueden aplicarse junto con esquemas MAS, para la selección de las líneas de reproductores (Fan et al., 2009). Por lo tanto, siempre que se descarten problemas físicos o mecánicos, por ejemplo, abrasiones o daños inducidos por los pisos (en especial durante manejos estresantes o intensivos), la presentación incidente o repetida de problemas estructurales deberá siempre considerarse primero como un defecto en los programas de selección.

Cerdos en Crecimiento.

La ganancia diaria de peso es una variable que casi siempre se considera en los programas de selección, o de evaluación de la respuesta productiva. Sin embargo, cuando se selecciona para lograr una mayor velocidad de crecimiento del tejido muscular, sin que se cuiden aspectos relacionados al desarrollo del esqueleto, es frecuente que se fijen características, o se creen desequilibrios mecánicos que redunden en fallas estructurales, no necesariamente motrices, que pueden alterar el rendimiento o las especificaciones de cortes primarios o secundarios de las canales.

Si al nivel de selección, la estructura esquelética se ha dejado en un segundo término, en campo o al nivel de cualquier granja comercial difícilmente se contempla y los problemas estructurales se atribuyen, casi invariablemente a causas del ambiente físico o se exageran los aspectos de índole nutricional; para que haya problemas originados por la dieta, las deficiencias o desproporciones en la provisión de nutrientes deben ser muy graves, aunque por descuido llegan a observarse; en campo se olvida el estricto control de la mineralización ósea y frecuentemente se alteran las concentraciones de los minerales, atendiendo sólo a los efectos de uno, por ejemplo excesos de Calcio que alteran la absorción de Zinc y de fósforo.

Problemas estructurales y su relevancia en la producción de cerdos Problemas estructurales 2Así, la solidez estructural es un criterio, cuya evaluación resulta intuitiva o no se realiza conciente y razonadamente, simplemente se reacciona si los animales tienen capacidad de locomoción o no; se aprecia cuando los animales están postrados y las pérdidas evidentes en la línea de producción (en instalaciones bien diseñadas) realmente son muy bajas. Por estas causas los problemas estructurales no llaman la atención en la rutina y se desdeña su importancia, quizá porque no se cuantifican apropiada y oportunamente. Se evalúa subjetivamente la presencia de cojeras, pero no se asocian numéricamente las mermas de la productividad que originan y se obvia la realidad en la que animales menos sólidos estructuralmente no son capaces de expresar su potencial productivo; con problemas de patas no pueden competir efectivamente dentro del corral para satisfacer sus demandas nutricionales por un consumo reducido, se relegan a las zonas de microambiente más difíciles en los corrales y esto suele pasar desapercibido. Por ejemplo, puede ser que tengan dolor al caminar pero que no se manifieste con una cojera severa, o bien, que el animal que está sufriendo dolor prefiera permanecer postrado más tiempo, limitando sus visitas al comedero y a los bebederos, terminando por afectar su capacidad productiva, sin que se haya podido observar la anomalía. Otras mermas en la producción son más difíciles aún de observar, por ejemplo, animales con xifosis y (o) lordosis, anomalías espinales relativamente frecuentes, pueden pasar del todo desapercibidas afectando el rendimiento, la forma o las especificaciones de calidad de algunos cortes de la canal, como el lomo o los filetes, que por su valor son de gran trascendencia.

Lo que sabemos, es que la selección por una mayor velocidad de crecimiento significativamente cambió la manifestación de problemas estructurales, lo que se ha estimado en un buen número de trabajos de investigación desde los años setenta, es así que a la fecha pueden ya estar integrados en los programas de selección los índices de solidez estructural, fundamentalmente por la movilidad de los cerdos, pero debe reiterarse que el problema práctico está al nivel de su evaluación en granja y de la objetiva retroalimentación a los genetistas, que hoy depende de una fortuita percepción visual, sin que exista una sistematización o el propio entrenamiento de los responsables de realizarla. En consecuencia, al no cuantificar los problemas, no hay conciencia de los impactos, tanto productivos como económicos. Entonces, el simple hecho de medir cuantitativamente los problemas estructurales (como se recomendó antes) da la posibilidad de reducir importantes mermas en la productividad.

Existen pocos trabajos publicados con los que se pueda llegar a conclusiones respecto a las consecuencias de fallas en la solidez estructural en la producción primaria; en la mayoría de las publicaciones sólo se infieren los problemas. Sin embargo, hay información que permite derivar datos útiles para proyectar, por ejemplo, el trabajo de Straw et al. (2009), de una inspección diagnóstica temprana en una población de 8,022 animales, con un peso entre los 27 y 32 kg, que se siguieron por 80 días luego del diagnóstico inicial, encontraron que 7,863 animales no manifestaron problemas anatómicos y sólo el 2%
tuvieron anormalidades estructurales.

La mayor parte de estas irregularidades estuvieron asociadas a hernias, no obstante encontraron un 0.42% de animales (34 de 8,022) con obvias deformaciones del esqueleto (xifosislordosis). Lo interesante del caso es que, el peso de los animales con estas alteraciones anatómicas fue equivalente al 83% de aquel de los animales normales y alcanzaron una tasa de mortalidad 373% más alta.

Los problemas asociados al esqueleto son mucho muy variables dentro de granjas y entre granjas. Al respecto se relatan a continuación 2 seguimientos en campo (casos) en los que hicimos inspecciones cercanas de la presencia de problemas del esqueleto en explotaciones comerciales.

En el primero de ellos, en 9 granjas en el centro y centro-occidente del País, con una población en el muestreo estático de 12,400 animales de aproximadamente 90 días de vida e incluyendo animales de cuando menos 5 genotipos diferentes (por el cruzamiento de razas puras o razas puras con líneas terminales comerciales), se encontró una incidencia del 8.1% de problemas del esqueleto. En esta evaluación los problemas en la estructura de los cerdos incluyeron: sifosis o xifósis, lordosis, exostosis en las extremidades, desviación dactilar evidente, cuartillas débiles (descanso en dedos accesorios), o abducciones podales, que en su conjunto pudieron estar o no asociados a cojeras. El peso promedio de los animales detectados, cuyo esqueleto se encontró afectado fue de 35.5 ± 12.41 kg (media ± desviación estándar), para un coeficiente de variación (CV) del 34.96%, mientras que sus contemporáneos normales pesaron en promedio 43.9 ± 7.38 kg (un CV del 6.81%). El peso de los animales con fallas estructurales fue equivalente al 81% del de los normales, resultado muy coincidente al de los cerdos detectados con xifosis en la inspección realizada por Straw et al. (2009). De relevancia económica es que además de ser más ligeros y de su mayor tasa de mortalidad, los animales con anormalidades mostraron mayor variación que los normales, lo que podría complicar el manejo de la población al mercado y que definitivamente reduce la rentabilidad.

En la Figura 1, se presenta la distribución (casos en porcentaje de los 12,400 cerdos), por categorías de peso corporal de los animales normales o afectados estructuralmente, medida aproximadamente a los 90 días de vida. Los rangos de peso fueron, en los cerdos normales, de 31 a 56 kg, mientras que en los afectados pesaron entre 14 y 57 kg.

Debe ser evidente (Figura 1) que la tasa de crecimiento de algunos animales con anormalidades anatómicas es relativamente buena, pero más del 70% de ellos crecieron a menor velocidad, que el promedio de los animales sin problemas; en la muestra que se discute, 678 cerdos y, lo que es de mayor gravedad, quizá cerca de 400 animales más se tuvieron que vender como desechos. Si bien Straw et al. (2009) encontraron una incidencia baja de anormalidades del esqueleto (0.42%), en esta muestra, la ocurrencia fue considerablemente mayor (8.1%), aunque cabe aclarar que en el trabajo citado sólo se buscaron problemas por desviación de la columna vertebral, mientras que estas observaciones incluyeron más problemas del esqueleto (pero de igual fácil detección); la coincidencia en el valor de la merma es de llamar la atención y la mayor frecuencia de casos en esta muestra sugiere el descuido, en orden de importancia, de los criterios de selección, en la calidad de los pisos y de los factores de la dieta que promueven el exacerbamiento de las fallas. Entonces, aunque la incidencia de anormalidades del esqueleto sea relativamente baja, sus consecuencias en la rentabilidad de las empresas pueden ser muy graves. Además de las mermas en el inventario, los cerdos afectados alcanzarán el peso de mercado 36 a 45 días después de los normales o contribuirán a incrementar la proporción de la venta de desechos; cada quien podrá asignar un valor en sus condiciones.

Los problemas estructurales tienen un impacto grave en la productividad de la granja y pueden provocar mermas en la cantidad y calidad del producto que arrojen. Una gran proporción de los animales que se consideran como “colas” o desechos, pueden ser por problemas estructurales. La realidad es que no se sabe si esto sucede en todas las granjas, ni la proporción en que sucede porque no hay información y porque ésta no se cuantifica o analiza oportunamente; en el mejor de los casos, sólo se contemplan los animales con serias afecciones (los no ambulantes) o los que se mueren o se desechen porque se “quebraron una pata”, pero los animales con una capacidad productiva mermada pasan desapercibidos y representan una fuga económica importante.

En el segundo caso que citamos se detectó, por la apariencia de los animales, una incidencia de xifósislordosis similar al 23% de la población (en cerdos de 14 semanas). Ante esta manifestación se tomó la decisión de revisar lo que sucedía con los animales que llegaban al rastro. Luego de la inspección de 15,791 canales, se encontraron desviaciones de la columna vertebral en el 72% de los animales, siendo el 42% de éstas severas. Se encontraron también fracturas crónicas en costillas, por exostosis (callos óseos), en el 30% de las canales, cerca del 6.5% de los cerdos tuvieron fracturas recientes de las costillas, 1.98% con fracturas en la cabeza o cóndilos del fémur o tibia y aproximadamente el 1% con fracturas espontáneas en la granja, de las que el 77% fueron focales en los cóndilos y que se detectaron al momento de embarcar los cerdos. Debe destacarse que el manejo de los animales fue muy bueno y cuidadoso, que se usaron transportes apropiados, bien diseñados y que se desembarcaron en el rastro amable y adecuadamente.

Por otro lado, la incidencia de fracturas agudas o recientes fue muy variable entre grupos de producción, en su nivel más alto llego a ser del 15% (costillas), pero en el siguiente grupo llegó a menos del 5%. En promedio la incidencia de fracturas a lo largo de 5 meses fue cercana al 4%, lo que sigue siendo un problema, ya que la presentación de fracturas debe ser accidental, siempre incidental y de muy baja frecuencia (por ejemplo, menor al 0.5%). Aunado a esto, en el 71.7% de los casos con fracturas en costillas se encontró la presencia de sifosis, por deformación de la columna vertebral; suponemos que la deformación dorsal originó una presión adicional sobre los huesos predisponiendo a las fracturas.

En este caso, se determinó que el problema se asoció a la inclusión en el hato de una nueva línea genética que pudo predisponer a la población (h2 = 0.32, Holl et al., 2008) que se expresa fenotípicamente en función de una estimulación antigénica (quizá de origen viral) in utero, que explica los callos óseos costales; es relevante y coincidente que las fracturas observadas fueron todas de origen focal, partiendo de pequeñas zonas de pobre osificación con una gran cantidad de células indiferenciadas por prevalencia de tejido condroide. Esta falla en la diferenciación celular explica la osificación imperfecta y el desencadenamiento del problema. Por la aparición espontánea, se descartó como causa los pisos o las instalaciones y el problema no puede asociarse a una fragilidad ósea generalizada, como sucedería en casos de fallas metabólicas o por fallas en la nutrición de calcio y fósforo.

Al haberse muestreado animales en rastro, es imposible evaluar las consecuencias de los problemas estructurales en el comportamiento productivo (simplemente por la selección de los animales que son vendidos), pero sí se pudo estimar el impacto al proceso de las canales. Las anormalidades del esqueleto, originaron un demérito importante en el valor de las canales: independientemente de la merma por las porciones en decomiso, considerando sólo las costillas fracturadas sobre el valor del producto, se encontró una merma de cuando menos el equivalente a unos 400 g de carne por canal recibida en el Obrador, en este caso, 600 kg de uno de los cortes más caros de la canal.

El corolario es la necesidad de diagnosticar la proporción de los problemas de retraso en el crecimiento que están asociados a fallas en la solidez estructural, particularmente los óseos, así como la diferenciación de las causas y no atribuirlos invariablemente a deficiencias o problemas del metabolismo de Ca y P, ya que las motivos de índole genético y congénito son de mayor relevancia para el diseño de programas preventivos.

Reproductoras

En el caso de las cerdas de pie de cría los problemas estructurales resultan más claros, porque se atiende más al individuo y rutinariamente se cuantifican los problemas de patas como causas de desecho. Probablemente, después de las fallas reproductivas y la edad, los problemas de “patas” son uno de los motivos más importantes para desechar a las cerdas. Sin embargo, las causas no son adecuadamente registradas y son muy raramente analizadas como elemento para la toma de decisiones.

De mayor relevancia es cuidar el crecimiento y solidez estructural de las cerdas de reemplazo; sirvan los comentarios en párrafos anteriores en donde el éxito en la incorporación de estas cerdas a la piara de reproductoras es cuando mucho parcial. Sin embargo, queda vigente la pregunta acerca de la proporción de las cerdas que luego tienen que ser desechadas por fallas estructurales. Evidentemente hay problemas en la selección y estos pueden ser prevenidos. El mayor éxito se alcanza cuidando el crecimiento y la composición de la dieta de la futura reproductora, tanto como el manejo de la alimentación, cuando menos desde los 110 ó 120 días de vida, como lo recomiendan puntualmente Mejía et al. (2007).

En un estudio retrospectivo Stalder y Knauer (2007) contrastaron las razones de desecho con datos de producción y lesiones observadas al sacrificio en el rastro de 923 cerdas, provenientes de 8 granjas con procedimientos estándares de operación. Los criterios que se establecieron como causas de desecho fueron: cerdas viejas (más de 5 partos), cerdas que no quedaron gestantes, aquellas en anestro, con pobre condición corporal, cojeras y baja productividad. Estos autores encontraron que de las 923 cerdas, 209 fueron mal clasificadas (23%); en el caso de las cojeras y dada la obviedad del problema, el 100% de las cerdas coincidió con la asignación dada, representando el 9% como causa de desecho directo. En lo que respecta a los otras causas asignadas, la principal causa de desecho fue la edad (35%) seguida de fallas en la concepción (19%), anestros (13%), mala condición corporal (10%), baja productividad (8%) y otras (7%). La proporción del desecho asociado directamente a cojeras coincide con los datos de Dagorn y Aumatrie en 1979 (ocurrencia del 8.8%) y de Dewey y colaboradores (1992), quienes midieron la incidencia de claudicaciones en 17 piaras, encontrando 11 y 13% de desechos por esta causa para cerdas adultas y reemplazos respectivamente.

El 9% de desechos por cojeras es por sí mismo un problema importante, pero es muy probable que una buena proporción de las otras causas de desecho, pudieran ser ocasionadas por fallas en la solidez estructural, que por dolor o movilidad reducida limiten el consumo de alimento y deriven en pérdidas de la condición corporal de las cerdas o mermas en su productividad (Anil et al. 2006). En contexto, son muy relevantes los hallazgos de Knauer et al. (2006), que con una muestra mayor a las 3,000 cerdas de desecho, encontraron que la incidencia de anormalidades podales en las cerdas alcanzó el 67.5% del total de las observaciones, más 12.5% de abrasiones y abscesos en hombros (llagas por postración), suma al 80% de causas primarias asociadas a criterios de solidez estructural; en cambio, los problemas ováricos (acíclicos o císticos) tuvieron una incidencia menor al 9% y la evidencia de problemas respiratorios, por signos, alcanzaron un máximo del 5.6% (adhesiones de la pleura).

Cualquier causa que origine una tasa elevada de desecho de las reproductoras provocará que una proporción creciente de las cerdas no lleguen a producir una tercera camada, momento en el que se recupera la inversión (Stalder et al., 2000, 2003); más aún 42% de las cerdas sólo destetan 30 o menos lechones durante su vida productiva y, muy alarmantemente, el 94% se desechan antes de producir 57 crías (Anil y Dean, 2007); las tasas de reemplazo (o desecho) que observamos en nuestro medio resultan en que la posibilidad de alcanzar rentabilidad con el pie de cría descanse en un muy bajo porcentaje de las cerdas (Pla et al., 2003).

Deen (2009), estimó que el costo por las pérdidas originadas por fallas en la solidez estructural de las reproductoras es, por cada cerda eliminada, de casi $231 dólares norteamericanos, distribuidas como se muestra en la Figura 2.

Lo que indudablemente también debería convertirse en una rutina en el manejo de las cerdas del pie de cría, es el diagnóstico adecuado del origen y la causa del problema que origine su desecho. Típicamente, cuando hay problemas óseos, en donde puede o no haber fracturas, el problema se atribuye a una deficiencia o a un mal balance entre Ca y P en el alimento, sin que se atiendan otras posibilidades y como medida terapéutica suelen incrementarse los niveles de estos minerales; de hecho, prácticamente todas las dietas comerciales para cerdas reproductoras contienen excesos de Ca y P. En muchos casos el aumento del nivel de inclusión sólo se realiza con el Calcio, porque es el mineral más económico y se omite considerar a la par el nivel del P. Lo único que se consigue con esta práctica es provocar un problema que a nivel de la digestión tiene repercusiones importantes, afectando la productividad, así como la posibilidad de crear problemas en la absorción de otros cationes, como el Zn, que juega un papel fundamental en la salud de las pezuñas.

Un efecto directo de excesos de Ca sobre el esqueleto, se debe a la disminución en la absorción de Zinc (afectando la integridad de la pezuña) y de Fósforo, lo que afecta la tasa de recambio en la mineralización de la matriz ósea. En este sentido Barcsewski et al. (1990), revisaron la solidez estructural de cerdas alimentadas con dietas cuyos niveles de Ca y P estuvieron al 100 y 150% de los requerimientos, desde el destete hasta los 100 kg de peso y luego se siguió la respuesta productiva a lo largo de 3 ciclos reproductivos consecutivos. La solidez estructural evaluada por la forma de andar de las cerdas (habilidad locomotora) no se modificó, al igual que el número de cerdas que completaron las 3 pariciones. En conclusión, sugirieron que más Ca y P en la dieta pueden proteger el contenido de cenizas en hueso, pero no contribuyen a mayor solidez estructural.

Problemas estructurales y su relevancia en la producción de cerdos Problemas estructurales Problemas estructurales y su relevancia en la producción de cerdos Problemas estructurales 3

Conclusiones

Los problemas estructurales son una realidad pero no son cuantificados apropiadamente en la práctica, por considerarlos una causa de menor importancia en las pérdidas en la línea de producción y secundaria para el desecho de las reproductoras. Sin embargo, es indudable que fallas en la solidez estructural tienen una repercusión importante en la productividad y que representan una seria fuga económica.

Debe ponerse atención a los problemas estructurales, particularmente a los óseos, cuyo origen probablemente esté en la propensión genética y no conformarse con la calificación de “problemas de patas”.

Es necesario entender que los problemas esqueléticos son primero de índole genético, siempre multifactoriales, y que la simple adición de Ca o de P a la dieta no resuelve las fallas; si los niveles utilizados y la relación entre ellos son los recomendados, excesos en los niveles de Ca, sólo empeorarán la digestión y absorción de otros nutrientes, agravando a la larga el problema.

Poner atención a las cuestiones de la solidez estructural mejorará los resultados técnicos y económicos de la piara; deben detectarse oportunamente la presencia de problemas esqueléticos, identificarlos, buscar sus causas y tomar las mejores decisiones para solucionarlos.

Atender apropiadamente a la selección genética (solidez estructural, calidad de los aplomos) y al crecimiento de las cerdas de reemplazo y prevenir pérdidas excesivas de peso en lactación, son quizá las medidas más importantes para evitar altas tasas de desecho por fallas estructurales.

En el caso de las reproductoras, es necesario que los registros individuales de las cerdas incluyan con el mayor detalle posible las causas de desecho, para establecer directrices eficaces en el manejo de los reemplazos como una medida preventiva de las fugas asociadas a las fallas estructurales.

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Artículo publicado en Los Porcicultores y su Entorno

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