EL búfalo de agua, un recurso estratégico para la producción de carne saludable y de alto valor nutricional
Isabel Guerrero Legarreta
Marcelo Daniel Ghezzi
Fabio Napolitano†
Agustín Orihuela
Adolfo Álvarez Macías
Aldo Bertoni
Daniel Mota Rojas
INTRODUCCIÓN
Las propiedades fisicoquímicas de la carne de búfalo la postulan como una alternativa para cubrir la demanda creciente de productos de origen animal de manera sustentable en los mercados nacionales e internacionales (Deb et al., 2016; Guerrero-Legarreta et al., 2020a). Además, presentan características de importancia en la salud humana, con posibilidades de elevar la rentabilidad económica debido a su baja dependencia de insumos externos e incluso con una valorización virtuosa de los recursos forrajeros (Lemcke, 2017; Bertoni et al., 2024a,b; Mota-Rojas et al., 2025 a,b).
No obstante, es esencial estudiar y controlar los factores que pueden alterar la calidad de los productos derivados del búfalo y, en consecuencia, el precio y la importación de los mismos (Monterosa et al., 2020; Nava-Trujillo et al., 2020; Maheswarappa et al., 2022; Guerrero-Legarreta et al., 2015, 2017; 2023, 2024). Un ejemplo es la susceptibilidad de estas especies a temperaturas ambientales elevadas; lo cual genera estrés y produce respuestas fisiológicas que afectan la composición de la carne (Hedge et al., 2019; Mota-Rojas et al., 2021a; Mota-Rojas et al., 2022c; Rodríguez-González et al., 2023).
A diferencia de los bovinos convencionales Bos taurus o indicus, los sistemas de producción bufalina y los aspectos legales que ello implica se consideran como una limitante en diversos países de América Latina y alrededor del mundo. En este sentido, la estandarización de procesos en torno a los búfalos requiere que se incluyan todas las fases de la cadena productiva, incluyendo el lugar de procedencia de los animales, distribuidores, instalaciones, así como el manejo y nutrición adecuada a la especie (Summantri y Chang 2021). De igual forma, se necesitan estandarizar métodos adecuados de aturdimiento y matanza que sean específicos de los búfalos de agua, considerando las diferencias anatómicas de la especie (Guerrero-Legarreta et al., 2014; Bertoni et al., 2020d; Mota-Rojas et al., 2021b; Grandin et al., 2023; Mota-Rojas et al., 2025a,b,c).
Además de ello, es necesario realizar mayor difusión e investigación en procesos zootécnicos, sanitarios, conductuales y reproductivos para aumentar la eficiencia en la producción de carne bufalina (Guerrero-Legarreta et al., 2008; Mota-Rojas et al., 2010; Guerrero-Legarreta et al., 2015; 2025). Estas prácticas y procedimientos pueden generar un impacto positivo como la regulación normativa mercantil de los productos finales, generando el valor agregado de esta especie en donde incluso puede abrirse camino a la certificación debido a sus destacables características nutricionales, funcionales y fisicoquímicas (Bertoni et al., 2020c; Rodríguez-González et al., 2022; Mota-Rojas et al., 2025d).
Figura 1. El búfalo de agua para producción cárnica. Aunque a los búfalos se les destaca su rusticidad, es importante considerar que son susceptibles a los mismos agentes etiológicos que el ganado vacuno tradicional. Aunque el rango de presentación de estas enfermedades se reduce en el búfalo, ambientes inadecuados y deficiencias nutricionales pueden incrementar el riesgo de enfermedad. Sin embargo, se requiere mayor investigación enfocada a los búfalos para establecer las afectaciones reales y potenciales y, en su caso, sobre las medidas de prevención y atención, para que éstas sean eficaces como oportunas.
De igual manera, la optimización de los protocolos de exportación e importación de los ejemplares abren la oportunidad de un comercio con la seguridad sanitaria requerida. Sin embargo, para ello también se requiere un marco legal en torno a los requerimientos de la documentación de los animales y su transporte, debido a que en diversos países no sólo de Latinoamérica, sino también en Asia, están dispuestos a comprar y consumir carne de búfalo, siempre y cuando ésta cumpla con estándares de calidad, salud y bienestar de las especies (Guerrero-Legarreta et al., 2009; Caroline et al., 2019; Mota-Rojas et al., 2022b). El aumento en la demanda de alimentos en las últimas décadas implica la búsqueda de alternativas para producir carne y leche proveniente de especies ampliamente adaptables a diferentes ambientes y con una elevada eficiencia que brinden beneficios económicos y, a la par, disminuyan el impacto ambiental.
El búfalo de agua se considera como una excelente alternativa en diversas regiones del mundo, debido a que es una especie que ha sido domesticada y se adapta fácilmente a ambientes hostiles y a sistemas de producción sustentables. En comparación con la producción de carne de ganado tradicional, la capacidad de producción de carne de los búfalos es alta y sostenible durante un período más largo en los diferentes sistemas de producción (Guerrero-Legarreta et al., 2008; 2010, 2013; 2014; 2018). Asimismo, el aporte nutricional de la carne de búfalo es potencialmente elevado y figura como la más saludable entre las carnes rojas conocidas para el consumo humano, dado su bajo contenido en calorías y colesterol (Guerrero-Legarreta et al., 2007; 2011; 2015; 2024).
Estos factores sitúan a los búfalos de agua como una especie de bovino que puede coadyuvar tanto al desarrollo de pequeños productores como al de regiones marginadas en el mundo, así como al abasto de diferentes tipos de demanda de productos cárnicos (Bertoni et al., 2018, 2019, 2020; Napolitano et al., 2024a,b,c,; Mota-Rojas et al., 2025). El objetivo del presente artículo es analizar las características productivas, nutricionales y fisicoquímicas de la carne de búfalo de agua, destacando su potencial como una alternativa sustentable en la industria cárnica, así como los factores zootécnicos y de manejo que influyen en su producción y comercialización a nivel global
UN RECURSO ESTRATÉGICO PARA LA PRODUCCIÓN DE CARNE SALUDABLE Y DE ALTO VALOR NUTRICIONAL BENEFICIOS PARA LA SALUD HUMANA
El consumo habitual de carne de búfalo de agua aporta beneficios para la nutrición humana y por consiguiente para la salud del consumidor (Guerrero- Legarreta et al., 2005, 2007; 2019a,b,c; Guerrero- Legarreta et al., 2020a,b; Bertoni et al., 2019a,b). Según Bavera (2011), la estructura muscular del búfalo es prácticamente idéntica a la del bovino doméstico del género Bos, tienen una distribución y estructura de los músculos similar, pero difieren en la distribución y cantidad de grasa. De manera general, la carne se conforma principalmente con grasa de cobertura, grasa intermuscular pero carente de grasa intramuscular, siendo ésta última grasa casi ausente, la que convierte a la carne de búfalos en magra (Guerrero-Legarreta et al., 2006; 2012; 2018; 2024).
Estudios comparativos entre cruzas de bovinos Brahman y búfalos de la raza Murrah reportó que los búfalos tienen un menor porcentaje de grasa cruda (6.29%) que los bovinos Brahman (6.96%) (Lapitan et al., 2007). Se ha considerado que la carne de búfalo puede satisfacer los requerimientos de las mujeres en cuanto a zinc, colesterol y vitaminas del complejo B (Tamburrano et al., 2019). Además, se ha comprobado que la carne de búfalo, en comparación con la de res, tiene un rendimiento energético más bajo (131 kcal en comparación con 289 kcal por 100 g de carne cocida) y una mayor concentración de proteínas (26.8 g frente a 24.1 g), una menor concentración de lípidos (1.8 g frente a 20.7 g), especialmente ácidos grasos saturados (0.6 g frente a 8.1 g), y un contenido de hierro similar (2.1 mg y 2,4 mg) (Giordano et al., 2010).
De manera similar, en el mismo estudio de Giordano et al. (2010), en 200 hombres y mujeres adultas en un intervalo de edad de 40 a 69 años, se analizaron metabolitos sanguíneos de personas consumiendo 1 kg de carne de búfalo a la semana. Los resultados reportan que después de unas semanas de cambiar el consumo de carne de vacuno del género Bos por la de búfalo, los consumidores mostraron beneficios en los biomarcadores sanguíneos relacionados con riesgo cardiovascular. Se encontraron bajos niveles totales de colesterol, altos niveles de colesterol ligados a lipoproteínas de alta densidad y bajo nivel de triglicéridos; es decir, un perfil lipídico en sangre más favorable para la salud, además de una menor carga aterosclerótica en la arteria carótida y una menor susceptibilidad al estrés oxidativo.
De manera similar, otros estudios destacan las propiedades nutricionales de la carne de búfalo para prevenir enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares (Tamburrano et al., 2019). Sin embargo, los investigadores recomiendan, llevar a cabo más estudios que validen sus hallazgos debido a que, como lo menciona Juárez et al. (2010), inclusive los métodos de cocción de la carne pueden afectar la composición de la misma, en donde freír la carne disminuye la cantidad de ácido linoleico y aumenta las grasas trans. Para mayores detalles revisar el libro de I. Guerrero-Legarreta en sus diferentes ediciones sobre Bioquímica del músculo y calidad de carne.
ACTIVIDAD CELULOLÍTICA POR UNIDAD DE PESO
El búfalo de agua requiere poca inversión en recursos económicos para su alimentación, debido a que puede consumir una variedad más amplia de forraje (especialmente los forrajes toscos, nativos de muchas zonas tropicales y subtropicales de Latinoamérica) (Merle et al., 2004). Adicionalmente, es una especie adaptada a climas cálidos, en comparación con el ganado vacuno, lo cual reduce los costos por este rubro (Bertoni et al., 2021; Mota-Rojas et al., 2016; 2017; 2021). Además, presenta mejores tasas de conversión alimenticia y es más eficiente en la utilización de insumos si se compara con el ganado del género Bos, lo que es atribuible a la mayor actividad celulolítica por unidad de peso de la ingesta (Almaguer-Pérez, 2007; Gómez et al., 2007) relacionada con las características morfológicas del rumen (mayor tamaño), funcionales (menos movimientos), así como mayor cantidad (De Rosa et al., 2009) y actividad bacteriana (10·78 Vs. 10·08 log10 células por gramo de contenido ruminal seco; Puppo et al., 2002), al igual que más proporción de protozoarios ruminales (Barbosa et al., 2003). Asimismo, el búfalo de agua tiene mayor tasa de digestibilidad de proteína cruda, en algunas dietas (Puppo et al., 2002; Bertoni et al., 2019a,b; Bertoni et al., 2020a; Bertoni et al., 2021; 2022a,b,c; 2023).
MAYOR SÍNTESIS DE PROTEÍNA MICROBIANA
Bartocci et al. (2005) encontraron que la degradabilidad de la proteína cruda y la síntesis de proteína microbiana son mayores en el búfalo que en el ganado vacuno. De esta manera, se ha determinado que los búfalos de agua pueden vivir con una dieta de baja calidad. Sin embargo, la información que existe en el trópico americano acerca de la eficiencia digestiva y el comportamiento alimentario de esta especie es limitada y muchas veces contradictoria (Almaguer-Pérez, 2007). Peixoto et al. (2014) estudiaron búfalos de agua Murrah con pesos de 400 kg y aproximadamente 27 meses de edad en la región Amazónica del este de Brasil.
Estos animales fueron finalizados en un sistema silvopastoril y alimentados con tres tratamientos: residuos de palma, coco y maíz. Los investigadores encontraron que, con residuos de palma y coco, los parámetros fisicoquímicos y sensoriales en calidad de la carne del músculo Longissimus dorsi (pH, color y fuerza al corte) fueron similares a los parámetros encontrados en carne de calidad superior; además, eran similares a la carne de animales alimentados con dietas a base de maíz. En estas condiciones se reducen considerablemente los costos de producción para los pequeños productores rurales, así como el impacto ambiental por deforestación, cuando se habilitan las praderas para pastoreo (Peixoto et al., 2014).
Figura 2. El búfalo puede vivir en ambientes con áreas sombreadas, cálidas y húmedas; cabe señalar que, aun cuando tiene poca eficiencia para liberar calor por sudor mediante sus pocas glándulas sudoríparas distribuidas en la piel (De Rosa et al., 2009; Mota-Rojas et al., 2019f; Bertoni et al., 2019a,b; Mota-Rojas et al., 2020a), es capaz de resistir temperaturas ambientales entre 0 y 45°C (Romero-Wankar et al., 2014; Mota-Rojas et al., 2022b; Napolitano et al., 2023).
VIDA ÚTIL REPRODUCTIVA ENTRE 18 Y 20 AÑOS
Se considera que un animal es rústico o tiene rusticidad cuando posee características heredables que le permiten superar las variaciones aleatorias y adversas del medio ambiente, sin disminuir demasiado su capacidad productiva (Sauvant y Martin, 2010; Mota-Rojas et al., 2017; Bertoni et al., 2019a,b; 2020; Mota-Rojas et al., 2019a,b; Guerrero-Legarreta et al., 2017; 2018; 2019a,b,c,d,e,f). Los búfalos de agua son animales que, debido a su rusticidad, tienen una alta adaptabilidad (Harsojo y Sari, 2015), ya que están bien adaptados a suelos con bajos índices de fertilidad, pueden desarrollarse mejor en áreas pantanosas, que le permiten la termorregulación al sumergirse en las pozas o lodazales (Mota-Rojas et al., 2019a,e,f; Bertoni et al., 2019a,b; Bertoni et al., 2020a,b; Mota-Rojas et al., 2020a).
De igual manera, son capaces de convertir forraje de baja calidad en proteínas de alto valor y transformarla en carne y leche de buena calidad (Verdurico et al., 2012; Guerrero-Legarreta et al., 2019a,b). Asimismo, es un animal que puede llegar a ser longevo, ya que su periodo de vida es tres o cuatro veces mayor que el ganado vacuno del género Bos. El búfalo puede vivir un promedio de 20 a 30 años, con una vida útil reproductiva entre 18 y 20 años, ya que puede ser productivo hasta los 25 años, aunque lo más habitual es que lo sea entre 6 a 7 años (Almaguer-Pérez, 2010; Napolitano et al., 2020a,b; Guerrero-Legarreta et al., 2019b;2020b: Bertoni et al., 2022a,b).
Los indicadores fisiológicos del búfalo se encuentran en óptimas condiciones cuando se mantienen a temperaturas ambientales entre 25 y 30°C, ya que a temperaturas más altas (35 a 40°C) se observa estrés térmico, manifestado con incrementos significativos en la temperatura rectal (entre 38.01 y 38.77°C, respectivamente) y frecuencia respiratoria (28.66 a 72.02 respiraciones/min, respectivamente). Sin embargo, cuando se toma el pulso en la vena coccígea, éste disminuye a altas temperaturas, y los valores más altos se obtienen a temperaturas comprendidas entre 25°C y 30°C, registrando 49.35 y 52.88 latidos/min, respectivamente. Además, en ambientes óptimos, los búfalos presentan su mayor tasa de crecimiento, alcanzando el peso para el rastro o frigorífico en periodos más cortos (Gómez et al., 2007).
BAJOS ÍNDICES DE MORTALIDAD
El búfalo de agua tiene bajos índices de mortalidad, alta resistencia a patógenos (Harsojo y Sari, 2015; Guerrero-Legarreta et al., 2022; Mota-Rojas et al., 2022c), tales como las infecciones parasitarias, y poca susceptibilidad al desarrollo de enfermedades comúnmente observadas en el ganado (Mora-Medina et al., 2018; Bertoni et al., 2019a,b; Mota-Rojas et al., 2019a,b; Mota-Rojas et al., 2020a; Guerrero-Legarreta et al., 2019b; 2020b). Además, esta especie tiene baja propensión a las infecciones del tracto reproductivo y de la glándula mamaria, así como a problemas gástricos. Este animal es bastante manejable debido a su temperamento dócil, lo cual facilita la realización de las prácticas productivas, además de un manejo seguro para los operarios cuando se destinan al trabajo rural (Desta, 2012; Verdurico et al., 2012; Mota-Rojas et al., 2019c).
CARACTERIZACIÓN INTEGRAL DE LA CARNE DE BÚFALO
El búfalo de agua en sistemas de pastoreo muestra una eficiencia destacada al obtener pesos al destete de más de 240 kg, además de ganancias de peso diarios por arriba de los 0.5 kg. Esto lo ha perfilado como una alternativa relevante en la industria cárnica debido a los indicadores productivos y reproductivos que sobresalen del bovino convencional, lo cual sugiere que estos animales podrían generar un beneficio económico atractivo para una amplia gama de productores (Bertoni et al., 2019a,b; Guerrero-Legarreta et al., 2019a,b,c; Monterrosa et al., 2020; Mota-Rojas et al., 2019a,b,c,). La carne representa una fuente considerable de oligoelementos necesarios para cubrir adecuadamente los requerimientos nutricionales del humano, lo cual ha incrementado la demanda de carne de búfalo (Pilarczyk, 2014).
Por lo anterior, el búfalo destinado a la producción de carne muestra un potencial comercial elevado debido a las ventajas productivas y de consumo, ya que las características de la carne responden a los hábitos de consumo más saludables para el humano. Ejemplo de ello es su bajo nivel de grasas, calorías y colesterol, así como una mayor proporción de proteínas (Borghese, 2005; Monterrosa et al., 2020; Alarcón-Rojo et al., 2020; Guerrero-Legarreta et al., 2020; 2022; 2024). De igual manera, en los búfalos de agua es poco común el uso de medicamentos o promotores del crecimiento (en comparación con otras especies cárnicas), lo que representa un menor riesgo al consumidor (Borghese, 2005; Presicce, 2017). Asimismo, se considera que su producción tiene menos impacto ecológico que la ganadería convencional (Napolitano et al., 2020; da Silva et al., 2021; Álvarez-Macías et al., 2022; Bertoni et al., 2022; 2023).
En el búfalo la carne posee una predominante cubierta grasa concentrada en el área subcutánea con pocas infiltraciones en el tejido muscular, a diferencia de los vacunos, en los cuales la grasa se infiltra en el músculo formando el marmoleado típico de la carne. Esto significa que, al momento del consumo, la grasa de la superficie exterior de la carne de búfalo se desprende fácilmente de la parte magra y la grasa remanente en el corte (o marmoleado) es menor que en vacunos (Tamburrano et al., 2019). No obstante, Di Stasio y Brugiapaglia (2021) mencionan que factores como la edad y la raza pueden influir sobre la cantidad de grasa en la carne, en donde animales jóvenes y la raza Mediterránea suelen mostrar niveles más bajos en contraste a la raza Murrah y búfalos de mayor edad (Di Stasio y Brugiapaglia, 2021).
Por otro lado, los procesos post-mortem son muy parecidos a los ocurridos en vacunos del género Bos, con un adecuado descenso del pH, buena maduración, con incremento de la terneza y masticabilidad y evolución adecuada del color, ausencia de olores, aunque con menos jugosidad debido al menor tenor de grasa intramuscular (Irurueta et al., 2008). La carne de búfalo es de color rojo oscuro, firme en consistencia y con grasa de color blanco debido a la ausencia de β-carotenos (Kandeepan et al., 2009; Guerrero-Legarreta et al., 2020; 2024). Las características de fuerza de corte y el puntaje en panel sensorial obtenidos de animales de la misma edad han sido muy similares entre carne de búfalo y de vacuno (Naveena y Kiran, 2014; Guerrero-Legarreta et al., 2021).
La carne de búfalo es más o menos similar a la carne vacuna en términos de composición, calidad y características organolépticas. Las diferencias que provocan que la carne de búfalo sea atractiva radican en su color rojo oscuro, buen veteado, escaso tejido conectivo, terneza deseable, alto contenido de proteínas, capacidad de retención de agua, índice de fragmentación miofibrilar y capacidad emulsionante (Guerrero-Legarreta et al., 2006; 2009; 2011; 2012; 2013; 2018; 2022; 2023). Estas propiedades físico-químicas son fundamentales para el procesamiento de la carne, considerando su idoneidad para el desarrollo de productos con atributos de calidad superior (Kandeepan et al., 2013; Guerrero et al., 2011; 2019a,b,c; 2020a,b). Estudios centrados a determinar las características bioquímicas y nutricionales de la carne de búfalo (p. ej., contenido de colesterol, ácidos grasos, aminoácidos, vitaminas y minerales) han reportado que la canal de búfalo tiene una distribución de grasa diferente a la de ganado bovino tradicional (Bos).
Figura 3. Ventajas de consumo y productivas. Debido a las propiedades nutricionales, fisicoquímicas y funcionales presentes en productos provenientes del Bubalus bubalis se observa un enorme potencial económico en productores y una opción atractiva y saludable en consumidores
La carne de búfalo tiene mayor contenido proteico que la de vacunos, con un buen aporte de aminoácidos esenciales (histidina, isoleucina, leucina, lisina, metionina, fenilalanina, treonina, valina y triptófano) (Naveena y Kiran, 2014; Tamburrano et al., 2019). Por ello, se trata de una carne saludable, con mayor contenido proteico, menor contenido de grasas, especialmente saturadas, mejor relación ácidos grasos poliinsaturados/saturados y un 50% menos calorías que los vacunos. Además de su buen perfil de ácidos grasos, tiene una mejor relación entre ácidos grasos n6 y n3 (7.00) y menos colesterol que la carne vacuna, más un buen aporte de ácido linoleico conjugado (CLA). Entre otras características, se han registrado bajos índices aterogénicos y trombogénicos, lo cual puede significar un beneficio cardiovascular para los consumidores.
La carne de búfalo puede ser una alternativa más saludable a la carne de vacuno, no solo para personas sanas en condiciones fisiológicas particulares (es decir, embarazo), sino también para personas con riesgo de enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares, logrando así el objetivo de una nutrición personalizada (Giordano et al., 2010; Cutrignelli et al., 2013; Grossi et al., 2013; Naveena y Kiran, 2014; Tamburrano et al., 2019). En cuanto a su contenido de micronutrientes, Joele et al. (2017) hallaron contenidos de hierro, cobre, zinc y selenio por encima de la recomendación del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), lo que confirma que 100 g de la carne de búfalo abastece las necesidades diarias de estos micronutrientes. Debido a estas características saludables los productos de carne de búfalo han ganado una creciente popularidad en varios países del sudeste y centroeste de Asia y Africa (Naveena y Kiran, 2014). Por sus propiedades tecnológicas, la carne de búfalo es apta para la elaboración de productos cárnicos tales como salchichas, hamburguesas, albóndigas, rollos de carnes, nuggets, kebabs, carnes curadas y ahumadas, carnes enlatadas y alimentos reestructurados y recubiertos (Anjaneyulu et al., 2007; Naveena y Kiran, 2014).
Figura 4. Búfalo de agua en crecimiento para la producción de carne en el trópico Latinoamericano
EXPANSIÓN Y ADAPTABILIDAD DEL BÚFALO DE AGUA EN LATINOAMÉRICA
De acuerdo con datos de la FAO, en la Región de las Américas, la población humana se encuentra habitando principalmente la zona urbana (81.2%), mientras que una reducida proporción se ubica en la zona rural (18.8%), y es ésta última la que se encarga de producir el alimento para toda la población (FAOSTAT, 2019). La reducción de los espacios para el cultivo y pastoreo en las zonas rurales los obliga a optar por sistemas más eficientes y sustentables para la producción de alimentos de alto valor biológico, como la carne y la leche (Mota-Rojas et al., 2017; Mora-Medina et al., 2018; Mora-Medina et al., 2019; Mota-Rojas et al., 2019a,b; Monterrosa et al., 2020; Napolitano et al., 2020a,b; Mota-Rojas et al., 2020b).
Sin embargo, como la mayor parte de los ecosistemas de las Américas son de tipo templado, tropical o semitropical, en orografías llanas y montañosas, se deben seleccionar las especies animales que puedan desempeñarse de forma óptima en estas condiciones ambientales. En este sentido, para esta región, se ha optado como una alternativa, la crianza del búfalo de agua (Bubalus bubalis) (Mora-Medina et al., 2019; Bertoni et al., 2021). En 1895, esta especie animal, procedente de Indochina, fue introducida al continente americano, a través de la Guayana Francesa, con el fin de apoyar las labores en los centros penales (Romero-Salas y Pérez-De León, 2014). El búfalo es una especie rústica, favorecida por los ecosistemas tropicales de Latinoamérica y paulatinamente ha ido sustituyendo al ganado bovino del género Bos (reses) y ocupando espacios que no son apropiados para otras especies (Gómez et al., 2007; Bertoni et al., 2019a,b; Guerrero-Legarreta et al., 2019a,b,; Mora-Medina et al., 2019; Mota-Rojas et al., 2019a,b,c,d; Mota-Rojas et al., 2020a).
En Argentina, existen divergencias en referencia a la introducción de los primeros búfalos; Carrazoni (1998) menciona que fueron introducidos a principios del siglo XX procedentes de Rumanía a la provincia de Entre Ríos intentando cruzarlos con bovinos para la producción de leche. Mientras que Zava (1992) menciona que los búfalos fueron introducidos entre 1900 y 1920 desde la Isla de Marajó (Brasil), así como desde Italia y Rumanía, difundiéndose en las provincias de Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires y La Pampa, donde los productores intentaron cruzarlos con los bovinos, y al no conseguirlo, fueron abandonados criándose en sistema al aire libre hasta fines de 1970.
En 1983 se creó la Asociación Argentina de Criadores de Búfalos (AACB) y en 1985 se registraron los primeros planteles puros abriéndose el primer libro de registros genealógicos (Crudeli et al., 2014). Similares asociaciones se han creado en Venezuela (Asociación Civil de Criadores de Búfalo de Venezuela, CRIABUFALOS) y Colombia (Asociación Colombiana de Criadores de Búfalos, ACB). En estos últimos países, el objetivo de la cría de estos animales fue la producción láctea, más que la producción de carne. En 2019, Venezuela produjo más leche de búfalo que de razas lecheras convencionales y es el primer productor de leche de búfalo en Sudamérica (Anónimo, 2019).
La población de búfalos en Latinoamérica va en auge, lo que puede comprobarse analizando los datos de diferentes países. En Colombia se ha reportado un crecimiento anual cercano al 10%, cifra superior al 3% del crecimiento de la ganadería bovina tradicional (Gómez et al., 2007). En Argentina, Crudeli et al. (2014) mencionan que, de acuerdo con los datos oficiales aportados por el SENASA, la población de búfalos en Argentina en el año 2014 era de 87,711 cabezas y según Alarcón (2017) para el año 2017 superaban las 195,000 cabezas. En Cuba, se estimaba una población superior a los 88,000 animales para el año 2010 (Brito, 2009). En Venezuela, en 2019, existen aproximadamente, 2’000,000 de animales y estiman tener un crecimiento anual de 12% para cerrar con 2’300,000 en 2019 (Anónimo, 2019).
CONCLUSIÓN
La carne de búfalo de agua se posiciona como una alternativa prometedora en la producción cárnica debido a su alto valor nutricional, menor contenido de grasas y colesterol, y su impacto positivo en la salud humana. Su rusticidad y capacidad de adaptación a diversas condiciones ambientales lo convierten en una opción eficiente para la producción en regiones con climas extremos y suelos de baja fertilidad, además de ser una fuente de ingresos viable para pequeños y medianos productores. A pesar de sus múltiples beneficios, la producción bufalina enfrenta desafíos en términos de regulación, estandarización de procesos y optimización de protocolos sanitarios para facilitar su exportación e importación.
La mejora en la difusión de conocimientos científicos y la implementación de normativas adecuadas permitirá potenciar su mercado y consolidar su aceptación a nivel mundial. Asimismo, el aprovechamiento sustentable del búfalo de agua en la industria cárnica no solo ofrece beneficios económicos y ambientales, sino que también puede desempeñar un papel clave en la seguridad alimentaria global. Con un enfoque en el bienestar animal, la optimización de prácticas zootécnicas y la investigación continua sobre su eficiencia productiva, esta especie tiene el potencial de transformar el sector agropecuario, aportando soluciones innovadoras para el abastecimiento de proteína de calidad en un mundo con creciente demanda alimentaria.
BIBLIOGRAFÍA
• Para mayores detalles de éste y otros temas en búfalos de agua, consulte de manera gratuita los 50 capítulos y más de 1600 páginas de la 5ta. edición del libro “El búfalo de agua en las Américas: comportamiento y productividad”. Editorial BM Editores. Mota-Rojas y Napolitano et al., (2024). https://www. researchgate.net/profile/Daniel-Mota-Rojas/publications
Artículo publicado en “Entorno Ganadero Febrero Marzo 2025“