El parto de la búfala de agua: respuestas conductuales y fisiológicas

Fabio Napolitano
Daniel Mota Rojas
Ada Braghieri
Agustín Orihuela
Adolfo Álvarez Macías
Daniela Rodríguez
Aldo Bertoni
Adriana Domínguez
Nancy José
Joseline Jacome
Andrea Castellón
Ximena Armenta
Giuseppe de Rosa

*El presente artículo fue previamente publicado en la revista Sociedades Rurales, Producción y Medio Ambiente, junio, 2022.

INTRODUCCIÓN

El búfalo de agua (Bubalus bubalis) se ha catalogado como el animal del futuro gracias a su rusticidad, prolificidad y versatilidad productiva. Actualmente son utilizados como animales de doble propósito, produciendo de manera simultánea carne y leche, además de servir como animales de trabajo (Mota-Rojas, et al., 2020a; Napolitano et al., 2020a; Mota-Rojas, et al., 2021a; Napolitano et al., 2021; Bertoni et al., 2022a,b). Debido a ello, su uso se ha expandido rápidamente, pasando de 168 millones de ejemplares en 2005 a 206 millones de búfalos en 2018 en el mundo (FAO, 2019). Aunado a esto, los sistemas de producción intensivos se han instaurado en diversos países como México, Colombia, Ecuador e Italia, representando una industria rentable y de calidad (González-Lozano et al., 2020; Napolitano et al., 2020a,b,c; Bertoni et al., 2021; Rodríguez-González et al., 2022).

Dentro de la producción bufalina, uno de los principales productos es la leche y sus derivados especialmente queso (Mota-Rojas et al., 2020a). En India son considerados Diamantes Negros, ya que aportan más de la mitad en la producción total de leche en dicho país (Indurkar et al., 2019). Los búfalos son la segunda fuente de suministro de leche en el mundo, con una producción mundial que supera los 120.35 millones de toneladas y que contribuye al 14.4% del total de leche producida anualmente, de la cual el 60% proviene de India y el 30% de Pakistán FAO, 2019).

Sin embargo, la productividad general de la búfala se puede afectar por trastornos reproductivos relacionados con el parto (Dhami et al., 2012), al ser un proceso inflamatorio por la liberación de citocinas y prostaglandinas (Mota-Rojas et al., 2019). Un parto normal o eutócico consiste en una serie de respuestas fisiológicas, hormonales, conductuales y morfológicas (Mota-Rojas, et al., 2020b) comprendidas en tres etapas principales: 1) preparto y comienzo del parto; 2) expulsión de la cría; y 3) expulsión de las membranas fetales (Mohammad y Abdel-Rahman, 2013). En una labor de expulsión normal (eutócica) y/o difícil y prolongada (distócica) se presentan complicaciones con una duración excesiva que rebasa los rangos normales de expulsión y que suele requerir asistencia médica (Schuenemann et al., 2011) y puede ser originado por causas fetales o maternas (Napolitano et al., 2020a) (p. ej. pelvis estrecha, torsión uterina o descenso en la dilatación cervical) (Mota-Rojas et al., 2019; Napolitano et al., 2020c).

En búfalos, el porcentaje de distocias oscila entre el 1 y 2%, pero en algunas razas puede aumentar hasta el 5.6 y 12.6% (González-Lozano et al., 2020). Este último tipo de parto suele ser un evento sumamente estresante para la búfala, afectando tanto su producción como su bienestar, por lo cual es importante conocer el proceso normal del parto y reconocer los cambios que indican una distocia o patología conjunta. Además, resulta relevante reconocer el inicio del parto para asegurar el bienestar tanto de la cría como de la madre (Deka et al., 2021), con el fin de salvaguardar la producción y capacidad reproductiva (Mota-Rojas, et al., 2020a,b,c; Napolitano et al., 2020a,b,c; Mota-Rojas et al., 2021c).

Por todo lo anterior, este artículo se organizó con el objetivo de analizar los factores fisiológicos y conductuales dentro de la labor de parto, con el fin de evaluar su impacto en el bienestar, producción y reproducción de los búfalos de agua.

El bienestar de la búfala en las etapas y modalidades del parto

El control y la asistencia al parto resultan cruciales en el bienestar de la madre y la cría (Napolitano et al., 2020 a,b,c). Al ser un animal gregario, la búfala tiende a retirarse del grupo antes de presentarse el parto, bajo sitios seguros, alejada de otras hembras (Mota-Rojas et al., 2020b), de este modo en sistemas intensivos, resultaría idóneo el alojamiento en corrales individuales días previos (12,5 ± 2,5 días) a presentarse el parto (Lanzoni et al., 2021). En la labor de parto se conjuntan respuestas físicas, hormonales y conductuales (Titler et al., 2015) en tres fases continuas: 1) dilatación del cuello uterino o cérvix, y la ruptura del corioalantoides; 2) la cría comienza a ser visible en la vulva y es expulsado; y 3) expulsión de las membranas fetales (Mohammad y Abdel-Rahman, 2013; Mota-Rojas et al., 2019). Previo a estas tres fases, es importante identificar las manifestaciones de la etapa preparto para brindar una oportuna asistencia durante el proceso. Éstas comprenden una serie de signos que constituyen un sistema de alerta para prever el momento del nacimiento y aplicar la asistencia oportuna (Streyl et al., 2012; Napolitano et al., 2018; Mota-Rojas et al., 2019; González-Lozano et al., 2020; Napolitano et al., 2020c).

La comprensión de los comportamientos naturales específicos de la especie durante el parto permiten evaluar el bienestar en el proceso, dado que si el parto se prolonga o se complica se tratará de una distocia, sin la asistencia oportuna, puede comprometer el bienestar de la búfala, su fertilidad, producción de leche, además del crecimiento, rendimiento futuro de la cría e, incluso, su supervivencia (Mota-Rojas, et al., 2020a,b; Crociati et al., 2022; Mota-Rojas et al., 2022). Esto se puede traducir en pérdidas económicas debido a fetos expulsados muertos por causas como la asfixia uterina y el síndrome de aspiración de meconio (Mota-Rojas, et al., 2020d; Mota-Rojas et al., 2021c). Estos mortinatos pueden registrar una prevalencia de entre 13.9 y 34% en unidades de producción bufalina (Nasr, 2017; Martínez- Burnes et al., 2020).

Entre los signos claves de preparto en la búfala se encuentran: el agrandamiento de la ubre (más notorio en primíparas), cuyo efecto es notorio durante los 2 a 3 días previos al parto con la visualización de las venas mamarias tensas; edema de la vulva (se muestra muy flácida) durante las 24 a 36 h antes del parto, y ocurrencia de diarreas acuosas que se resuelven después del parto (Das et al., 2013; Napolitano et al., 2020c). Además, la búfala comienza a mostrar inquietud que se intensifica en las últimas dos horas antes del nacimiento, dado el aumento de la incomodidad (Barrier et al., 2012), por lo cual es común que se incremente el número de veces en que la hembra se pone de pie y el tiempo para caminar (Huzzey et al., 2005).

De igual forma, previo al proceso del parto, las búfalas presentan con frecuencia un comportamiento de aislamiento, es decir, se alejan de su manada en busca de sitios protegidos para el parto; con ello, también se favorece el vínculo entre la madre y la cría (De Rosa et al., 2009; Mota-Rojas et al., 2019; Napolitano et al., 2020c). La interferencia de este proceso genera conductas de rechazo materno que se correlacionan negativamente con el crecimiento y supervivencia de la cría (Lanzoni et al., 2021). Este vínculo también puede perturbarse por la falta de experiencia de las madres, en especial en hembras primíparas y en partos distócicos (Mota-Rojas, et al., 2021d; Orihuela et al., 2021).

En resumen, el parto es un evento crucial que puede comprometer el bienestar de la madre y de la cría (Napolitano et al., 2020c). Por tanto, un monitoreo adecuado implica la asistencia durante las tres fases del parto que se mencionan a continuación. Las modificaciones que experimenta la búfala antes del nacimiento, incluyendo aspectos fisiológicos y de comportamiento, serán claves para identificar tanto el comienzo de éste, así como para prevenir complicaciones y evolucione a distocia, tomando medidas oportunas para disminuir la incidencia de mortinatos en búfalos. Para mayor detalles consultar a Martínez-Burnes et al. (2020) y Martínez-Burnes et al. (2021).

Dilatación del cuello uterino

También denominada primera fase del parto, involucra la dilatación del cuello uterino, el inicio de las contracciones miometriales y el posicionamiento del feto para su posterior expulsión, es decir, el momento de preparación para iniciar el parto (Mainau y Manteca, 2011; Martínez-Burnes et al., 2021). La duración de esta etapa en búfalas se reporta entre los 35.25 ± 1.08 a 128.3 ± 14,10 minutos (Dodamani et al., 2010; Das et al., 2013), siendo las primerizas las que suelen emplear mayor tiempo (Mohammad y Abdel-Rahman, 2013).

En rumiantes como la búfala, el inicio del parto ocurre tras la maduración fetal (Young et al., 2011). Con un rango que varía entre los búfalos de pantano (320-340 días) y el búfalo de río (305-315 días) (Purohit, 2016) dentro de este último grupo, la raza Murrah muestra 300-306 días en contraste a las Mediterráneo, con 311 a 315 días (Crudeli, 2011) y de los 310 a 315 días de gestación en raza Buffalypso (Rodríguez-González et al., 2022).

El inicio del parto se detecta por la secreción de cortisol fetal, mismo que conduce a la síntesis de enzimas placentarias 17-hidroxilasa y 17-20 ligasa, las cuales son copartícipes de la conversión de progesterona en estrógenos; estos últimos tienen efecto sobre todo el sistema, lo que facilita la disponibilidad de la fosfolipasa A (enzima ligada a membrana) y, en consecuencia, inicia la hidrólisis de los fosfolípidos con la posterior liberación de ácido araquidónico, contribuyendo en la síntesis de prostaglandina F2α (PGF2α), responsable de dar paso al parto. La PGF2α tiene tres efectos principales: en primera instancia, es la responsable de la liberación de Ca+ intracelular, el cual se une a las fibras de actina y miosina para inaugurar el proceso contráctil. Asimismo, estimula la liberación de oxitocina del cuerpo lúteo y propicia la pérdida de colágeno acompañada de un aumento de glucosaminoglicanos, afectando la agregación de las fibras de colágeno además de iniciar la regresión del cuerpo lúteo (Young et al., 2011; Autumn y Stabenfeldt, 2020).

Durante cada contracción, la búfala puede expresar signos conductuales como: levantar la cola, arquear la espalda y flexionar los corvejones. O bien, mostrar abultamiento en la base de la cola como consecuencia del relajamiento de los ligamentos pélvicos. De igual modo, es posible apreciar movimientos de cola de izquierda a derecha, cambios de postura (decúbito esternal y pararse de forma repetitiva) y mirada constante hacia el flanco derecho, todos estos considerados como signos de dolor (Das et al., 2013; Mota-Rojas et al., 2019; González-Lozano et al., 2020).

Sin embargo, la presencia de estos síntomas también puede variar conforme al tipo de parto (eutócico o distócico) o el número de partos y experiencia materna. Con base en un estudio realizado por Mohammad y Abdel-Rahman (2013) en búfalas, se develó que el número de vocalizaciones es predominante en novillas (P<0,05) independientemente del tipo de parto; sin embargo, ante procesos distócicos, las búfalas tendieron a presentar en mayor porcentaje comportamientos como: patadas con los miembros delanteros, mirar hacia los flancos o arquear la espalda, en contraste a las búfalas con eutocia (P<0,01), resaltando de este modo, la importancia de la observación de este tipo de comportamientos ante la posibilidad de presentarse alguna dificultad durante esta primera etapa del parto (Napolitano et al., 2018).

Por su parte, Deka et al. (2021) encontraron que el 100% de las búfalas de pantano manifestó disminución en el consumo de alimento y agua, presencia de secreción vaginal, nerviosismo, cambios concurrentes de postura (decúbito – ponerse de pie), levantamientos de cola, arqueamiento de espalda y esfuerzo abdominal con micciones frecuentes durante la primera etapa del parto, como cambios de comportamiento asociados a una etapa que precede a la expulsión fetal.
Expulsión del feto

La segunda etapa del parto, también llamada fase de expulsión, se caracteriza por la presencia de contracciones abdominales y la ruptura del saco alantocorioideo que desembocan en la expulsión del feto (Mainau y Manteca, 2011; Das et al., 2013; González-Lozano et al., 2020; Martínez-Burnes et al., 2021; Rodríguez-González et al., 2022). La duración de esta etapa en búfalas oscila entre los 30 y 60 minutos (Jainudeen y Hafez, 2000); sin embargo, la duración mínima y máxima se ha calculado en 8.9 ± 0.80 y 43.6 ± 5.25 minutos, respectivamente (Das et al., 2013).

Durante esta etapa la dilatación máxima del cuello uterino se alcanza mediante contracciones uterinas, donde la oxitocina resulta protagónica (Purohit, 2010; Mainau y Manteca, 2011). En primera instancia, los estrógenos contribuyen en la formación de receptores de oxitocina en el miometrio, la cual tiende a liberarse en grandes cantidades a causa de la entrada del feto al canal de parto, de modo que, al hacer contacto los miembros anteriores del feto con la pelvis, provocan estímulos reflejos y su consecuente liberación de oxitocina (reflejo de Ferguson) (Purohit, 2010; Autumn y Stabenfeldt, 2020).

La unión de la oxitocina con sus receptores provoca la contracción del músculo liso y la motilidad uterina, lo que promueve aún más la dilatación del cuello uterino (Purohit, 2010; Chouksey et al., 2022). Asimismo, la relaxina induce la dilatación cervical al relajar el ligamento interpubiano y los músculos asociados que rodean el canal pélvico, provocando que el feto pueda expandirlo a su máxima capacidad de dilatación (Autumn y Stabenfeldt, 2020; Chouksey et al., 2022). Una vez que el feto es expuesto al ambiente extrauterino, la madre continúa con la tercera fase del proceso de parto mientras que el neonato comienza un proceso de termorregulación con el fin de disminuir la cantidad de calor que se disipa por el pelaje húmedo de líquido amniótico y por su baja capacidad de termogénesis, lo cual influye en las temperaturas superficiales que se pueden evaluar mediante la termografía infrarroja (Mota-Rojas et al., 2022) y se describen en la Figura 1.

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FIGURA 1. El parto de la búfala de agua, su termoestabilidad y el vínculo madre-cría. A. Búfala de agua estableciendo el vínculo con su becerro recién nacido. La formación del lazo madre-cría se lleva a cabo mediante estímulos visuales, olfatorios, táctiles y auditivos. B. Búfala de agua recién parida; se observa la vulva turgente y edematosa con restos de membranas placentarias sanguinolentas. C. Imagen radiométrica de un becerro de búfalo de agua recién nacido. En esta imagen se destaca el proceso de hipotermia presente en miembro pelviano (El1 y El2) con temperaturas promedio de 26.6°C, temperaturas similares a la registrada en miembro torácico (El3 y El4), con un promedio de 27.1°C. Este efecto se atribuye a la vasoconstricción periférica presente en las extremidades, con el fin de redirigir el flujo sanguíneo a órganos centrales y prevenir una disminución significativa de la temperatura corporal. D. Termograma de la región vulvar después de la expulsión del feto. La región vulvar (El1) muestra una temperatura máxima, mínima y promedio de 38.3, 32.9 y 36.1°C, respectivamente. La temperatura máxima indica un aumento de temperatura en dicha área a causa de las continuas contracciones a favor de la expulsión de las membranas fetales. Para mayor información consulte a Mota-Rojas et al. (2022).

Expulsión de las membranas fetales

Consumado el nacimiento de la cría, comienza la tercera y última etapa del parto, que consiste en la expulsión de la placenta para entablar la involución uterina (Mota-Rojas et al., 2019; Mota-Rojas, et al., 2020a). Se ha estimado que la expulsión placentaria suele ser en las primeras 0.5 a 8 horas post parto, tanto en búfalas como en vacas (González-Lozano et al., 2020), pero si este proceso no ocurre dentro de las primeras 12 horas o se extiende más allá de 24 h después del parto, la búfala estaría reteniendo las membranas fetales (RFM), la cual tienen una incidencia del 22.8% en búfalas en comparación con el 19.44% en vacas lecheras (Fourichon et al., 2000; González-Lozano et al., 2020; Eppe et al., 2021).

La información sobre el mecanismo retención de la placenta en búfalas así como sus posibles consecuencias es limitada; sin embargo, se puede asumir que es similar a otros bovinos (González-Lozano et al., 2020), además de presentar características morfológicas similares en su placenta (Schmidt et al., 2006; Morini et al., 2008). Los bovinos presentan placentas cotiledonarias, en donde los cotiledones fetales se unen a las carúnculas maternas gracias a sus vellosidades, formando estructuras especializadas llamados placentomas (Patel y Parmar, 2016) que permiten el anclaje de la placenta así como el intercambio de sustancias entre la madre y el feto (Schmidt et al., 2006; Napolitano et al., 2020c).

La retención primaria de las membranas fetales se explica porque el desprendimiento de las carúnculas maternas no se lleva a cabo, en comparación con la retención secundaria, la cual se asocia con la dificultad mecánica para expulsar las membranas fetales que ya han sido desprendidas, debido a distocias o atonía uterina por algún traumatismo (Patel y Parmar, 2016). El desprendimiento de los componentes placentarios depende de respuestas fisiológicas y endocrinas (Attupuram et al., 2016) que comprenden la pérdida de adherencia entre los epitelios maternos y fetales (Kamemori et al., 2011), debido a una disminución en la concentración de colágeno en la carúncula por la acción de la relaxina secretada en respuesta de la lisis del cuerpo lúteo (Patel y Parmar, 2016) que, en conjunto con las contracciones miometriales provocan alteraciones en las vellosidades de los cotiledones facilitando la expulsión placentaria (González-Lozano et al., 2020) (Figura 2).

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FIGURA 2. Mecanismos fisiológicos y endocrinos involucrados en la tercera etapa del parto. La imagen ilustra los cambios fisiológicos y morfológicos que inducen el parto, además de su rol en la separación y expulsión de las membranas fetales. H-P-A: Eje Hipotálamo-Hipófisis-Adrenal; Prostaglandina (PG); Prostaglandina F2α (PGF2α) necesaria para la luteólisis, la pérdida de colágeno y la liberación de Ca+ celular facilitando las contracciones del miometrio y la regresión del cuerpo lúteo; Prostaglandina E2 (PGE2).

Lo anterior es el resultado de una serie de procesos que inician con la suspensión de la circulación feto-placentaria provocando que las vellosidades del placentoma disminuyan (Patel y Parmar, 2016), lo cual, a su vez, induce una reducción del tamaño y cantidad de las células epiteliales maternas, produciendo una “maduración placentaria” que aumenta la apoptosis en los trofoblastos del endotelio materno, lo que culmina en la lisis de la matriz extracelular que mantiene asociados los epitelios maternos y fetales (Benedictus et al., 2015; González-Lozano et al., 2020; Napolitano et al., 2020c).

Se ha previsto que algunos eventos como el aborto, partos forzados o prematuros, gestación tardía, atonía uterina, así como deficiencias nutricionales (Patel y Parmar, 2016) y la respuesta inmune materno-fetal pueden estar implicados en la RFM. Esta última puede deberse a que los fetos expresan anticuerpos paternos, los cuales son semi alogénicos para el sistema inmune de la madre, el cual regula su respuesta para evitar un rechazo inmunológico fetal. Sin embargo, durante el parto puede ser de vital importancia, ya que ayuda en la pérdida de la adherencia materno-fetal en la placenta, por lo que una inmunosupresión puede propiciar el desarrollo de la RFM (Benedictus et al., 2015; Patel y Parmar, 2016).

De igual forma RFM en las búfalas es una de las principales complicaciones postparto que predispone al desarrollo de endometritis severa, piometra, ovaritis, parametritis, cistitis, peritonitis, prolapsos vaginales, disminución en la producción láctea y fertilidad, así como un aumento del período entre partos, lo cual preocupa a los productores, ya que se requiere atención médica, tratamientos costosos (Gohar et al., 2018; Indurkar et al., 2019; Mota-Rojas et al., 2019), y una reducción del rendimiento reproductivo, ya que la tasa de concepción después de presentar RFM es entre 4 y 10% inferior a una búfala sin antecedentes de RFM (Gohar et al., 2018). Por tanto, las afectaciones a la salud del hato, la producción láctica y la eficiencia reproductiva repercuten en una disminución de los ingresos del productor y están íntimamente ligadas a distocias (Kamemori et al., 2011; Dhami et al., 2012; Kalasariya et al., 2017; Mota-Rojas et al., 2020c).

Distocia

Una distocia es aquella que se complica y alarga, y generalmente requiere intervención quirúrgica, aunque en búfalos de agua no siempre se puede llevar a cabo debido a la falta de un médico veterinario en el rancho (Gónzalez-Lozano et al., 2020; Mota-Rojas et al., 2020c). Aproximadamente el 23% de los casos de distocia por torsión uterina requiere cirugía y otro 84% tiende corregirse con asistencia médica de forma manual vía vaginal (Zaborski et al., 2009). Aún no se asume alguna clasificación en común para determinar la dificultad del parto; sin embargo, existen algunos parámetros que ayudan a determinarlo por medio de puntuaciones o de características específicas que se observan durante un caso distócico (Zaborski et al., 2009; Mota-Rojas et al., 2019; Napolitano et al., 2020c; Mota-Rojas et al., 2020c) (Figura 3).

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FIGURA 3. Causas maternas y fetales de distocia.

Dematawewa y Berger (1998) determinaron el efecto de la distocia en los rendimientos de leche y el contenido de grasa y proteína, número de servicios y las pérdidas en vacas Holstein para estimar la pérdida económica asociada con la distocia y resultó un sistema de puntuación de distocia. Este último se fundamentó en el grado de dificultad, con un puntaje máximo de 5, en donde: 1) no existe ningún problema 2) requiere asistencia leve, 3) asistencia necesaria, 4) se necesita una fuerza considerable y 5) dificultad extrema. Por otro lado, Hansen et al. (Hansen et al., 2004) llevaron a cabo inferencias sobre las heredabilidades maternas y directas de la duración de la gestación, la mortinatalidad, dificultad de parto y tamaño de la cría en el primer parto, examinando la asociación genética en vacas Holstein, donde sugirió una calificación de cuatro puntos para la dificultad del parto: 1) Fácil, 2) Fácil con asistencia, 3) Difícil, pero sin asistencia veterinaria y 4) Difícil con asistencia veterinaria.

Los procesos de distocia representan costosas pérdidas económicas en hatos de búfalas, por la mortalidad de neonatos, reducción de producción de leche, sacrificios, enfermedades y gastos veterinarios, entre otros (Zaborski et al., 2009). En búfalas y neonatos es esencial observar su comportamiento durante el parto para diagnosticar si están atravesando por un proceso de distocia. Por ejemplo, las hembras pueden permanecer inmóviles, golpear el suelo con alguna extremidad, observar su abdomen o encorvar su espalda, comportamientos que no se han detectado en alumbramientos eutócicos (Derar y Abdel-Rahman, 2012), y cuya expresión depende de los factores maternos o fetales que pueden desencadenar una distocia.

Causas maternas

En los búfalos se observa una mayor cantidad de distocias por estas causas. Los problemas reproductivos en búfalas al momento del parto se relacionan principalmente con la torsión uterina o su desplazamiento ventral, anomalías pélvicas, estenosis, neoplasias vaginales/ vulvares, cistocele vaginal, inadecuada dilatación del cérvix, edad, genética, hormonal y un mal manejo principalmente. Las causas de distocia surgen generalmente por una constricción/obstrucción o una disminución de la fuerza durante las diferentes etapas del parto (Mee, 2013; Mota-Rojas et al., 2019; González-Lozano et al., 2020), como se describe a continuación.

Entre las anomalías, las proporciones pélvicas pequeñas en relación con el tamaño del neonato representan una de las causas de distocia en búfalas, junto a las deformidades pélvicas, exostosis, hipoplasia en vulva o vagina, luxaciones o desplazamiento del sacro (Uematsu et al., 2013). Por otro lado, las neoplasias en cuello uterino y vagina de búfalas suelen identificarse después del parto cuando sucede el prolapso, e incluyen carcinomas, adenomas, lipomas, fibromas o pólipos (Kumar y Singh, 1984). El cistocele vaginal es la protrusión de la vejiga urinaria sobre la vagina, debido a la distensión del piso pélvico que provoca distocia materna. De esta manera la vejiga obstruye el canal del parto y deriva en una distocia (Jeengar et al., 2015).
La dilatación del cuello uterino es esencial para la cavidad del feto a través del canal de parto. Para ello, las hormonas juegan un papel fundamental para el ablandamiento de las fibras y la fuerza uterina contráctil, las cuales favorecen una dilatación eficaz del cuello uterino. A pesar de que este factor no es comúnmente reportado en búfalas, cuando la dilatación del canal de parto es incompleta se puede generar una distocia (Das et al., 2013; Martínez-Burnes et al., 2021).

La torsión del útero puede ocurrir en un cuerno uterino gestante y es sobre su propio eje longitudinal, provocando la constricción de la vasculatura. La torsión uterina es la principal causa de distocia en búfalas debido a las características de su útero, que facilita la entrada de bacterias y puede inducir la muerte fetal, catalogada como una emergencia médica (Figura 4) (Khan et al., 2009; Mota-Rojas et al., 2020c; Martínez-Burnes et al., 2021).

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FIGURA 4. Torsión uterina en búfalos de agua: causas y consecuencias. Una de las principales causas maternas de distocia es la torsión uterina, que se suele presentar en las etapas finales de la gestación, como resultado de un giro del útero sobre su eje longitudinal. Esta rotación compromete la circulación sanguínea hacia el útero y la cría, complicando tanto a la madre como al feto/neonato.

En el desplazamiento ventral del útero, la disminución de fuerzas expulsoras uterinas es otra de las causas de distocia, ya que se obstruye la expulsión del feto, quedando atrapado en el canal de parto, por las insuficientes contracciones para evacuarlo (Noakes et al., 2009).

Causas fetales

Las complicaciones durante el parto pueden generar crías con menor vigor y, como consecuencia de un parto prolongado, los cuidados maternos pueden reducirse debido al dolor y el agotamiento (Barrier et al., 2013).

Las búfalas muestran una baja predisposición a los partos distócicos debido a sus características anatómicas como la estructura genital y pélvica que favorecen la dilatación (Rodríguez-González et al., 2022). No obstante, existen condiciones propias del feto que pueden complicar el parto, una de ellas asociada al elevado peso al nacimiento, respecto al tamaño de la madre (Lombard et al., 2007). Sobre esta relación se ha demostrado que las búfalas que paren terneros machos tienden a presentar una mayor incidencia de este tipo de trastornos durante el parto (Rabbani et al., 2010).

Dado que las búfalas tienen un periodo de gestación más largo que las vacas, aproximadamente de 10 y 9 meses, respectivamente, se pronostica un mayor peso del bucerro al nacimiento (Fraga et al., 2004). Aunado a ello, el sexo, periodo de gestación, y enfermedades congénitas alteran el tamaño del feto y, aunque no son comunes, existen estudios de casos en búfalos con hidrocefalia que han requerido una dilatación intencional y tracción por el excesivo tamaño del feto que obstaculiza el canal de parto (Ahuja et al., 2017).

Como se ha mencionado, la mala posición del feto durante la labor de parto es un factor que detona las distocias (Figura 5). En este sentido, estudios en terneros, realizados por Holland et al. (1993), revelaron que en el 96% de los nacimientos las presentaciones fueron normales y el 4% con anomalías. Estos estudios también establecieron que la gran mayoría de las malas presentaciones fueron en posición dorsal posterior (72.8%), seguidas de una posición de flexión unilateral del carpo o del hombro (11.4%), presentación caudal (8.2%), flexión lateral de la cabeza (2.5%), flexión de corvejones (1.9%), ventral posterior y transversa (1.3%), y ventro-vertical oblicua (0.6%). Esta clase de complicaciones comprometen el bienestar de la cría como de la madre y suelen demandar una intervención mediante la tracción o, en casos extremos, la intervención quirúrgica (Abdullah et al., 2014).

La distocia en búfalas motiva el uso de prácticas que promuevan la correcta asistencia, monitoreo e intervención del parto que serán fundamentales para mantener el bienestar de la búfala y la cría, con el propósito de disminuir el número de mortinatos, mejorar la eficiencia animal.

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FIGURA 5. Posiciones anormales del feto que causan distocia en las búfalas. La ilustración representa las posiciones inadecuadas del feto que se pueden detectar durante el parto de búfalas y que complican la expulsión de la cría. Se contrasta con una presentación normal. Para mayores detalles consulte la tercera edición del libro de Bienestar del búfalo de agua en las Américas de Napolitano et al. (2020).

CONCLUSIONES

El parto, la lactancia, y el periodo de ordeña son fases íntimamente vinculadas y que resultan clave en la competitividad de las unidades de producción lechera de búfalos del agua. Su relevancia implica que los médicos veterinarios, ganaderos y personal responsable garanticen el desarrollo y un correcto manejo de las hembras y las crías, con el fin de evitar complicaciones sanitarias y productivas. Por una parte, el parto y sus diferentes fases, las cuales se pueden analizar y evaluar mediante los cambios fisiológicos y de comportamiento, implica un riesgo para la madre y el neonato cuando se diagnostica un parto distócico. En búfalas, las principales causas de distocias se atribuyen a efectos maternos como alteraciones anatómicas del útero, cérvix, vagina o vulva, o al efecto de inercia miometrial, mientras que entre las causas fetales se encuentran desproporciones feto-pélvicas, malformaciones e inadecuado posicionamiento del feto. Estas manifestaciones pueden culminar con la sensibilización nociceptiva de la madre, o con muerte fetal como consecuencia de anoxia, acidosis o baja vitalidad al nacimiento.

Debido a que las unidades de producción lechera en búfalos presentan alta dependencia de los nacimientos, ya que las crías facilitan la eyección de la leche, monitorear que los partos sean eutócicos fomenta la productividad de estas dos categorías de animales. Durante el ordeño y toda su duración, seguir protocolos de inocuidad y buenas prácticas pecuarias también coadyuva a la prevención de patologías como la mastitis. Este proceso inflamatorio de la glándula mamaria deriva de la colonización de bacterias que pueden ser adquiridas por una higiene insuficiente o una mala técnica de ordeño. Por ello, asegurar que las búfalas reciban un manejo adecuado desde el inicio de la gestación hasta el parto y durante el periodo de ordeña, contribuye a la salud de las búfalas, a elevar su productividad, favorecen el bienestar de la madre y la cría y, en última instancia, a mantener el valor económico de los semovientes.

BIBLIOGRAFÍA

Para mayores detalles de éste y otros temas consulte la cuarta edición del libro “El búfalo de agua en las Américas: comportamiento y productividad”.

https://www.researchgate.net/profile/Fabio-Napolitano-2

Artículo publicado en Entorno Ganadero Agosto- Septiembre 2022

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