Patologías obstétricas al parto en búfalas de agua

Torsión uterina, cesárea, prolapso vaginal y retención placentaria

Isabel Guerrero Legarreta
Fabio Napolitano†
Daniel Mota-Rojas
José Ángel Pérez-Álvarez
Juana Fernández-López
Patricia Mora-Medina
Belén Alavés
Jocelyn Gómez-Prado
Fabiola Torres-Bernal
Aldo Bertoni
Manuel Viuda-Martos.

INTRODUCCIÓN

El búfalo (Bubalus bubalis) representa una especie importante para la producción de carne y lácteos en varios países en desarrollo, así como la generación de energía de tiro y transporte, constituyendo un recurso sustancial en la economía doméstica y rural de algunas regiones. En cuanto a los sistemas productivos de búfalos, predominan los extensivos. Sin embargo, los sistemas intensivos también están creciendo en otros países con prospectivas importantes como una industria atrayente y rentable.

La resistencia a las enfermedades, la capacidad de adaptarse a diversas condiciones climáticas, la digestibilidad de los pastos de baja calidad, su velocidad de crecimiento, y el aumento de peso corporal en los búfalos, son características de esta especie que muestran su versatilidad y capacidad para contribuir positivamente a una producción ganadera sostenible (Naveena y Kiran, 2014; Guerrero-Legarreta et al., 2018; Bertoni et al., 2019; Mota-Rojas et al., 2024a,b,c,d).

Sin embargo, una menor eficiencia productiva y reproductiva en los búfalos de agua (Bubalus bubalis) representa un factor de riesgo para los ganaderos, veterinarios y zootecnistas dedicados a la producción bufalina, estimando una reducción en ganancias agropecuarias de hasta un 38% (Khan et al., 2007). Por ello, la búsqueda de estrategias para modificar o mejorar los métodos de manejo, producción y reproducción es un desafío (Napolitano et al., 2018a,b, Napolitano et al., 2019).

Dentro del aspecto reproductivo, el parto es una de las fases más importantes ya que representa un período crucial para la madre y su cría (becerro) (Agrawal et al., 1978; Schuenemann et al., 2011; Barrier et al., 2012), marcado por una serie de alteraciones hormonales, de comportamiento y físicas (Mota-Rojas et al., 2022a,b,c). El parto en el ganado doméstico del género Bos y Bubalus incluye tres fases: la fase preparto e inicio del parto, el parto o la expulsión del ternero y la expulsión de las membranas fetales. La identificación e interpretación de los signos clínicos que predicen el inicio del parto es clave, ya que algunas búfalas pueden experimentar distocia (Shukla et al., 2008; Streyl et al., 2011; Mota-Rojas et al., 2019b,c).

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Figura 1. Variables que propician distocia y efectos adversos sobre el feto o neonato (Bubalus bubalis). La dificultad para parir puede estar mediada por un gran número de factores que pueden ser de origen materno, fetal o incluso iatrogénico. Esto último propiciado por el personal a cargo, como el uso repetido y séptico de la manipulación obstétrica, la intervención inoportuna, el abuso de aceleradores del parto, y primordialmente el desconocimiento del proceso normal del parto (Mota-Rojas et al., 2008; Mota-Rojas, et al., 2019a,b,c; Mota-Rojas et al., 2022a,b,c; Mota-Rojas et al., 2024a,b,c,d).

La predicción precisa del inicio del parto es por lo tanto crítica para el bienestar de las búfalas y de los becerros, ya que puede facilitar la oportuna intervención obstétrica. De hecho, autores como Rossi et al. (2020) sugieren la implementación de tecnologías de monitorización remota (Ej: a través de una sonda intravaginal) para medir la duración del tiempo normal de parto en búfalas (en promedio 68 ± 8 minutos), o identificar anormalidades al parto en tiempo real (prolapso vaginal). En la literatura científica existe escasa información sobre la inducción del parto en búfalas, por lo que los ganaderos dependen principalmente de su experiencia clínica y de algunos informes sobre los métodos utilizados para inducir el parto en el ganado doméstico lechero del género Bos, asumiendo que son igualmente aplicables a los búfalos (Rabidas et al., 2015).

La frecuencia de la distocia en algunos hatos de búfalos puede ser importante y causar una mortalidad significativa en los recién nacidos (Mota-Rojas et al., 2020), la cual se calcula hasta en un 17.98% (Khan et al., 2007). Por lo tanto, es necesario analizar el repertorio conductual de búfalas primerizas y multíparas en la etapa perinatal, considerar los factores predisponentes e identificar las señales necesarias de cuándo el parto eutócico podría tornarse distócico (Murty et al., 1999; Nanda et al., 2003; Amin et al., 2011; Mota-Rojas et al., 2019b,c; Napolitano et al., 2020a,b,c). Khan et al. (2009) analizaron la incidencia de partos anormales en búfalos y encontraron que ésta oscilaba entre el 5.6-12.6% en búfalas Murrah, el 8.94% en Jafarabadi y entre el 4.6 y el 5.4% en el búfalo Surti. Las anteriores cifras de incidencia de distocia en búfalas son menores a las descritas en bovinos Holstein con 10.8% y 16% en primíparas (Atashi et al. 2012).

Las razones de una incidencia baja de partos problemáticos o asociados a complicaciones obstétricas en el búfalo, podrían deberse a diferencias anatómicas entre el ganado doméstico del género Bos y el búfalo de agua (Bubalus bubalis) (Purohit et al., 2012). Los búfalos tienen una pelvis más amplia, un área mayor del íleon, una quinta vértebra sacra libre y fácilmente separable (Kodagali, 2003), un canal vaginal que, aunque es pequeño, se dilata fácilmente y labios vulvares alargados y muy separados (Agarwal y Tomer, 1998). Estas diferencias anatómicas propician que la primera y la segunda etapa del parto en la búfala se puedan completar fácilmente entre 20 a 70 min (Mody et al., 2002; Purohit et al., 2012). A pesar de su incidencia relativamente baja, la distocia se acompaña de mortalidad, afectando el bienestar de la cría y la economía del productor (Mota-Rojas et al., 2024a,b,c,d).

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Figura 2. Torsión uterina en búfalas. La torsión uterina es una causa frecuente de distocia, difícil de diagnosticar debido a la ausencia de signos clínicos típicos, lo que representa un alto riesgo para la supervivencia del feto y la madre (Hussein et al., 2013). El útero de las búfalas tiene rasgos específicos que podrían predisponerlo a doblarse o girarse al final de la gestación. Entre las causas más comunes de torsión uterina se encuentra que los fetos de búfala (Bubalus bubalis) tienden a ser más pesados que los neonatos de vacas lecheras (género Bos), y a una desproporción entre la cantidad de líquido amniótico respecto al tamaño fetal (Amer et al., 2008).

El objetivo del presente artículo es dar a conocer las principales características perinatológicas y gineco obstétricas de la búfala de agua, así como las complicaciones que pueden presentarse durante la distocia. Se abordan temas relacionados con torsión uterina, cesárea, prolapsos vaginales y uterinos; así como la retención de membranas placentarias (Figura 1).

DURANTE EL PARTO NORMAL

Debido a que el proceso del parto es doloroso para las búfalas y vacas, éstas se vuelven notablemente inquietas justo antes del parto (Martínez-Burnes et al., 2021; Mota-Rojas et al., 2022a,b). Quizás este estado de considerable incomodidad es lo que las lleva a permanecer erguidas antes del parto (Huzzey et al. 2005; Napolitano et al., 2018b). Además, inmediatamente después del parto, deben iniciar el contacto físico con el ternero para identificarlo y alimentarlo. Por estas razones, normalmente permanecen en pie durante la fase inicial postparto para facilitar la succión adecuada de la cría (Mota-Rojas et al., 2022c).

DISTOCIA

En el presente artículo se comenta muy brevemente sobre los efectos adversos de las iatrogenias. Cabe resaltar que la falta de información en ginecobstetricia en búfalas permite que se incremente el error humano, favoreciendo los partos anormales o distocias. Algunos ejemplos comunes son: la repetición obstétrica séptica, uso de cuerdas sépticas para jalar al feto, uso y abuso de aceleradores del parto; pero sobre todo la falta de experiencia para identificar el momento oportuno de la intervención obstétrica (Mota-Rojas et al., 2024a,b,c,d). En la figura 1 podrá encontrar un resumen de los factores materno-fetales que predisponen a distocia en búfalas. Las observaciones conductuales son clave para identificar el momento oportuno de cuando un parto normal se torna distócico. Las búfalas que experimentan distocia por lo general se muestran inquietas, a menudo patean el suelo, observan su región abdominal y encorvan la espalda (Derar y Abdel-Rahman, 2012).

Estudios realizados en búfalas primíparas (novillas) y multíparas con evidencia de distocia revelan que además de un pulso y frecuencia respiratoria anormalmente altos en la primera etapa del parto en comparación con las búfalas con partos normales (eutócicos), también éstas presentan niveles de cortisol significativamente elevados (Derar y Abdel-Rahman, 2012); biomarcadores que indican estrés agudo (segundos o minutos) y crónico (horas) causados por distocia. Además, se produce una secreción significativa de ACTH, que estimula a la corteza suprarrenal aumentando la producción de glucocorticoides, incluido el cortisol (McDonald, 1969; Burchfield et al., 1980; Stephens, 1980; Kindahl et al., 2002). Analizar estos problemas es clave porque la distocia en búfalos puede causar mortalidad entre los recién nacidos (Mohammad y Abdel Rahman, 2013).

En el estudio de Mohammad y Abdel Rahman (2013), se consideró distocia si después de un periodo de 2 horas de la rotura de los sacos fetales, el producto no era expulsado. En bovinos y en otros mamíferos, cuando el feto no puede ser expulsado se provoca una acidosis severa debido a la deficiencia de oxígeno y un pH sanguíneo bajo, efectos que pueden deteriorar el rendimiento de los órganos vitales del neonato y ocasionar daños neuronales, reduciendo la vitalidad general y la tasa de supervivencia (Meijering, 1984; Mota-Rojas et al., 2008; Mota-Rojas et al., 2019b; González-Lozano et al., 2020). La asfixia neonatal a causa de las complicaciones del parto como una disrupción en la circulación placentaria, también generan hipoxia, hipercapnia e isquemia que afectan la salud del recién nacido (Mota-Rojas et al., 2022b,c).

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Figura 3. Propaso vaginal en búfalas de agua Se aprecia vulva edematosa y turgente resultado del pico hormonal de estrógenos y presencia de relaxina, en preparación para la expulsión del becerro. Se ilustra prolapso vaginal, cuyas posibles causas pudieran ser: la reducción del nivel de calcio plasmático o la predisposición genética. El prolapso de la pared vaginal posterior ocurre al debilitarse la pared delgada de tejido que separa el recto de la vagina, provocando que la pared vaginal protruya.

La distocia produce también numerosas repercusiones en las madres. En partos donde hay complicaciones, se incrementa la manipulación obstétrica, regularmente séptica, que pueden llevar a los microorganismos patógenos a colonizar la vagina y el útero, lo que podría causar vaginitis y metritis puerperal, especialmente cuando se presenta torsión uterina (Singh y Nanda, 1996), lo que predispone a infecciones uterinas posparto (Jadon et al., 2005; Singh et al., 1997). Al respecto, Jadon et al. (2005), demostraron que la incidencia de bacterias anaerobias obligadas combinadas con Actinomyces pyogenes alcanza su nivel máximo durante el periparto en búfalas con distocia.

TORSIÓN UTERINA

Una causa severa y particularmente común de distocia en vacas (bovinos domésticos del género Bos) (Noakes et al., 2009) y búfalos (Bubalus) (Khatri et al., 1986; Murty et al., 1999; Nanda et al., 2003; Amin et al., 2011) es la torsión uterina. De acuerdo con Srinivas et al. (2007), de 142 casos de distocia en hembras Murrah, el 83.33% representó la torsión uterina. Esta situación pone en peligro la supervivencia del feto y de la madre. La torsión uterina, por lo general, se presenta hacia el final de la gestación, cuando el útero grávido puede girar a lo largo de su eje longitudinal, causándole una compresión vascular grave (Roberts, 1986; Noakes et al., 2009; Frazer y Perkins 1996; Aubry et al., 2008; Mota-Rojas et al., 2008; Mota-Rojas et al., 2020).

Varios autores proponen que la torsión uterina puede favorecerse por la presencia de fetos machos de tamaño especialmente grande (Baker, 1988; Frazer y Perkins, 1996; Noakes et al. 2009). Una segunda posible explicación para la incidencia de torsión uterina es la baja cantidad de líquido amniótico para las dimensiones del feto y el útero (Schonfelder y Sobiraj, 2005) (Figura 2). Algunos indicadores concomitantes a los signos clínicos de la torsión uterina en los búfalos, pueden ser la anemia normocítica normocrómica y la leucocitosis, con neutrofilia y monocitosis como hallazgos asociados comunes (Amer y Hashem, 2008).

En el análisis bioquímico del plasma sanguíneo pueden encontrarse también alteraciones sustanciales en los niveles de Lactato Deshidrogenasa (LDH), nitrógeno ureico en sangre, albúmina, creatinina y glucosa (Purohit et al., 2013). Las tasas de mortalidad fetal y materna en vacas (bovino doméstico del género Bos) y búfalas (Bubalus bubalis) que sufren torsión uterina, varían ampliamente dependiendo del grado y duración de la torsión (Frazer y Perkins 1996; Amin et al., 2011; Amer et al., 2008). Si la torsión no se resuelve oportunamente, es probable que se produzca un infarto hemorrágico debido a la creciente severidad de la oclusión o compresión arterial (Noakes et al., 2009; Shadinger et al., 2008), y de la ruptura de la vena ovárica (Tripathi et al., 2019). Mahmoud et al., (2020) examinaron 217 búfalas egipcias (Bubalus bubalis) con distocia, encontrando que el 23% de ellas presentaba torsión de útero.

Estas hembras exhibieron pérdida de apetito, constipación, cólicos y dolor. La torsión del lado derecho ocurrió en el 90% de los casos y fue resuelta manualmente en 70% de las búfalas afectadas. El útero de las búfalas tiene dos rasgos específicos que podrían predisponerlo a girarse o doblarse al final de la gestación. El primero es que los fetos de búfalo tienden a ser más pesados que los fetos lecheros del género Bos; el segundo, es la baja relación entre el líquido amniótico con respecto al tamaño fetal (Amer et al., 2008) (Figura 2). En estas condiciones, los movimientos bruscos del feto pueden favorecer que el útero se doble o se rote. De la misma forma, el ligamento ancho de las búfalas presenta anomalías estructurales que influyen en la presentación de torsión uterina (Sutaria et al., 2022).

La adhesión sub-ilial de dicho ligamento y su unión exclusiva con la curvatura menor del útero generan que el útero sea inestable en las últimas etapas del parto (Tripathi et al., 2019). Además, biopsias del ligamento de hembras Murrah han reportado la diferencia en densidad de fibras musculares en general, y comparando un ovario con el otro (izquierdo 2.95 vs. derecho 6.14) se considera como un factor predisponente a torsión (Brar et al., 2011).

Para complicar más las cosas, la torsión puede ocurrir justo antes del término de la preñez y puede ser difícil de diagnosticar debido a la ausencia de signos clínicos definitivos. Esto significa que podría transcurrir mucho tiempo antes de que la afección se diagnostique con precisión. Finalmente, existe evidencia de que esta condición puede afectar adversamente las funciones hepáticas y renales de la madre (Ali et al., 2011), así como representar mortalidad neonatal, reducción de la producción láctea o agalactia, retraso en la involución uterina, metritis postparto, endometritis e infertilidad (Tripathi et al., 2019; Mota-Rojas et al., 2022c).

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Figura 4. Fisiopatología de la retención placentaria (RP) en rumiantes. La RP es la incapacidad de expulsar las membranas fetales durante la tercera etapa del trabajo de parto y constituye una complicación postparto frecuente en rumiantes, en particular en vacas domésticas del género Bos. OX: oxitocina. Durante la RP, las membranas fetales retenidas están isquémicas, anóxicas y limitadas de nutrientes, aunque éstas continúan creciendo y tienen actividad metabólica por varios días. Bajo un proceso de distrés obstétrico, las membranas fetales retenidas establecen procesos bioquímicos, que en el útero causan inmunosupresión (PGE2), incrementando la permeabilidad vascular (histamina, prostaglandinas), la actividad lisosomal (proteólisis), daño endometrial (incluyendo la liberación de heparina) y una disminución en la quimiotaxis y la migración leucocitaria que lleva a metritis y altera la fertilidad. La respuesta bioquímica de la inflamación por la RP puede causar efectos sistémicos que son mediados por centros hipotalámicos, incluyendo el control hormonal, causando una disminución del apetito del animal y secreción de leche, así como el retraso de la involución uterina. La colonización bacteriana aumenta, favoreciendo la liberación de endotoxinas y productos bioquímicos de la inflamación por RP (Eiler y Fecteau, 2007; Mota-Rojas et al., 2008; Napolitano et al., 2020a,b,c,d; Mota-Rojas et al., 2022c).

CESÁREA

La cesárea es la extirpación quirúrgica del feto. Esta técnica se usa a menudo en emergencias, cuando se presentan distocias y se han agotado todas las posibilidades para extraer al feto. El dilema entre optar por la fetotomía frente a la cesárea gira en torno a las bajas tasas de supervivencia de las madres y los efectos sobre su fertilidad futura en el caso de la cesárea (Singh et al., 2013). En casos de torsión uterina no resueltos, la cesárea es una práctica común. Una segunda afección que puede llevar a tomar la decisión de practicar una cesárea involucra fetos de gran tamaño o malformados que causan un parto vaginal difícil debido a la desproporción feto-pélvica. Autores como Sary et al. (2022) han propuesto el uso de la pelvimetría en búfalos egipcios para predecir eventos de distocia, encontrando que aumentos en la distancia entre las tuberosidades isquiáticas y la distancia entre los tubérculos del sacro tiene una correlación del 0.96 para estimar la paridad y, con ello, complicaciones de parto.

En estos casos, no hay otra opción que realizar una cesárea. Anomalías fetales como la hidrocefalia, la ascitis y la anasarca son la tercera causa más frecuente para recurrir a la cirugía. A pesar que las cesáreas se vienen realizando durante siglos en muchos países, la literatura científica contiene solo descripciones poco detalladas de la técnica. Los primeros estudios de Roberts (1986), explican que el método consiste en colocar a la vaca en posición lateral, reclinada en la dirección de la torsión, sobre una pendiente ligeramente inclinada y amortiguada con paja. Acto seguido se coloca un tablón de tamaño y forma adecuados en su flanco, y una persona de alrededor de 75 kg se coloca sobre el tablón mientras la vaca avanzaba lentamente en la dirección de la torsión.

Estudios realizados posteriormente en bovinos, mencionan el uso de analgesia local con lidocaína al 2% (Norbrook Laboratories) mientras la vaca estaba parada, utilizando una dosis de 10 mg/kg la cual se administró por infiltración lineal en su flanco izquierdo antes de proceder a la cirugía (Frazer y Perkins, 1995). La rotación de la vaca es mencionada en la literatura como un procedimiento alternativo que se utiliza para resolver la torsión uterina el cual a veces es necesario repetir (Ali et al., 2011). Sin embargo, la etapa de gestación es un factor importante al elegir el mejor método para corregir la torsión, ya que la rotación puede ser más efectiva en casos de gestación a término completo y en algunos otros de preñez tardía (Frazer y Perkins, 1995).

PROLAPSO RECTAL Y VAGINAL

Otro problema reproductivo importante en los búfalos es el prolapso vaginal previo al parto (Azawi, 2010). Este trastorno puede involucrar factores etiológicos atribuibles a una alimentación inadecuada (Ahmed et al., 2005), fallas hormonales (Galhotra et al., 1991), factores de manejo estacional (Akhtar et al., 2010), o predisposición genética (Nanda y Sharma, 1982). Varios factores pueden predisponer la ocurrencia de prolapso vaginal. Los niveles altos de estrógenos y la secreción de relaxina pueden distender y relajar excesivamente los ligamentos pélvicos y las estructuras de tejidos blandos cercanos (Wolfe, 2009). Así como también niveles bajos de progesterona (Zicarelli, 2000) en búfalas están asociados con prolapso vaginal (Figura 3) (Purohit y Abdulkareem, 2018). Samad et al. (1987) reportaron prevalencias extremadamente altas (43%) de prolapsos en búfalos. Algunos investigadores sugieren que los partos forzados podrían ser un factor etiológico adicional involucrado (Noakes et al., 2001).

En dichos estudios, los autores hipotetizaron que la hipocalcemia podría ser en parte responsable del prolapso o también la cistitis. Por tal razón, administraron suplementos de calcio y fósforo por infusión intravenosa lenta (450 ml de Mifex, Novartis®) a búfalas con prolapso (Kumar et al., 2015). Sin embargo, aunque hubo una ligera mejoría, el prolapso continuó hasta que se administró tratamiento antibiótico vía intrauterina e intravesical y se controló el problema. En otro caso de resolución de prolapso, Kolangath et al., (2020) reportaron la reducción del prolapso uterino utilizando una combinación de tratamientos y procedimientos tales como la termoterapia fría, el reposicionamiento del útero, y la antibioterapia con suplementación de minerales, lo cual permitió resolver un prolapso cérvico-vaginal en una búfala de ocho años.

RETENCIÓN DE MEMBRANAS FETALES

En las vacas lecheras domésticas del género Bos, la frecuencia media de retención placentaria varía entre el 4 y el 18% (Han y Kim, 2005), aunque otros estudios describen cifras muy por encima de los límites normales llegando hasta un 33.33%. Peters y Poole (1991) y Kask et al. (2000) encontraron índices aumentados de retención placentaria en vacas lecheras cuando se indujo el parto con prostaglandina F2 alfa (PGF2α). En el caso de los búfalos, la incidencia de retención placentaria se estima entre el 6% y el 14%, y hasta un 35% cuando es resultado de abortos o distocia (Indurkar et al., 2019). La alta incidencia de retención placentaria puede atribuirse a la falta de tono, a la involución lenta o el daño al útero debido al estrés mecánico ejercido durante los partos difíciles (Klerx y Smolders, 1997) (Figura 4).

La retención de las membranas fetales también se asocia con distocia (Erb et al., 1985), quizás debido a que las gestaciones cortas pueden evitar que la placenta madure adecuadamente. La mortalidad fetal puede ocurrir en estas condiciones porque la placenta se separa prematuramente. Lo que, además, aunado a una mayor frecuencia de inercia uterina o cese de las contracciones uterinas, eleva la predisposición a la manipulación obstétrica séptica (Rabidas et al., 2015). Si bien, los periodos de gestación más cortos se relacionan con frecuencias más altas de este trastorno, el sexo del feto no ha mostrado ninguna relación con la retención placentaria (Mota-Rojas et al., 2008; Mota-Rojas et al., 2019b).

En rumiantes, los cotiledones de la placenta fetal forman vellosidades que se protegen en las criptas de las carúnculas maternas para formas los placentomas (Youngquist, 2007). Los placentomas pueden ser identificados a los 70 a 80 días de gestación (Gordon, 2004; Youngquist, 2007). De 75 a 120 carúnculas maternas se acomodan en dos filas dorsales y dos filas ventrales que están presentes en el útero. El tamaño de los placentomas varía con el proceso de gestación y de la localización en el útero, siendo más grandes cuando están más cerca del feto y se hacen más pequeños al alejarse del mismo (Youngquist, 2007; Napolitano et al., 2020a,b,c,d).

El proceso de separación normal de la placenta se basa en el desprendimiento de las vellosidades del tejido coriónico de las carúnculas maternas. Este proceso de desprendimiento normalmente aparece durante los últimos meses de gestación. Al llegar a término, la rotura de los vasos umbilicales interrumpe el flujo sanguíneo a través de la placenta fetal, dando como resultado la atrofia de las vellosidades. Las fuertes contracciones uterinas durante el segundo estadio del parto y los cambios morfológicos en las carúnculas maternas contribuyen a la separación final de la placenta (Youngquist, 1991). El reconocimiento inmunológico normal materno de las proteínas de la citosina inhibidora de macrófagos (MIC) fetal clase I, expresado por las células trofoblásticas, desencadena una respuesta inmune e inflamatoria que contribuye a la separación de la placenta durante el parto (Davies et al., 2004; Napolitano et al., 2020a,b,c,d). En el proceso de separación de la placenta, la colagenólisis y proteólisis son procesos normales en búfalas, vacas y ovejas por el tipo de placentación que en los rumiantes se presenta (Eiler y Fectau, 2007).

La liberación fisiológica de la placenta en la mayoría de las vacas se completa de 3 a 6 h postparto. La proteólisis de los cotiledones, la disminución de la adhesión del cotiledón con la carúncula y la liberación de fluidos, son la clave para liberar la placenta. Las colagenasas son capaces de reducir la viscosidad específica del colágeno. La actividad de esta enzima en las vellosidades del cotiledón es mayor en vacas sin retención placentaria (RP) comparada con vacas con RP. Los mecanismos de liberación de colagenasa y enzimas proteolíticas en el útero de la vaca aún no son bien conocidos (Eiler y Fectau, 2007). Recientemente, Gulia et al. (2022) administraron enzimas proteolíticas en forma intrauterina a 15 búfalas, registrando un tiempo menor de expulsión de las membranas fetales comparado con el grupo de búfalas no tratadas (n=15). Las colagenasas son calcio-dependientes, sin embargo, la disminución de los niveles de calcio en las vacas se ha observado en aquellas con RP y no fomentan la actividad de la enzima colagenasa (Eiler y Fecteau, 2007; Mota-Rojas et al., 2008; Napolitano et al., 2020a,b,c,d). Si la placenta no ha sido expulsada 24 h después de haber sido expulsado el feto, la placenta podría ser retenida otros 5 a 6 días más.

Los residuos de placenta dentro del útero pueden ser un excelente medio de cultivo para los microorganismos. Las infecciones uterinas ocurren en conjunto si la RP prevalece más tiempo. Algunas infecciones no son eliminadas durante varias semanas. Además, la baja fertilidad después de la retención es un problema, por lo que algunas vacas no vuelven a quedar gestantes. El estrés asociado con este problema reducirá la producción de leche por debajo de los niveles esperados (Bearden y Fuquay, 1992; Napolitano et al., 2020a,b,c,d). Entre las consecuencias patológicas asociadas a un proceso de RP se encuentran: la disminución del apetito en un 60%, la involución uterina se retrasa alrededor de 11 días, disminución de la quimiotaxis, la inmunidad uterina y el volumen de leche secretada disminuyen a un 2%, las bacterias del útero aumentan favoreciendo el desarrollo de metritis de un 18 a 53% (Eiler y Fectau 2007; Mota-Rojas et al., 2008; Napolitano et al., 2020a,b,c,d).

Existen diferentes daños colaterales en las hembras que presentan los trastornos mencionados. En un estudio llevado a cabo por Sasaki et al. (2014) en vacas japonesas (Japanese Black cows), encontraron índices de concepción más bajos en casos de distocia y mortinatos, en comparación con las madres que tenían partos normales (eutócicos) (Martínez-Burnes et al., 2020). Una reducción de la tasa de fertilidad se puede asociar con muerte fetal (Bicalho et al., 2008; Maizon et al., 2004; Hearnshaw et al., 1984), tasas más altas de retención placentaria, metritis (Bicalho et al., 2007), o partos asistidos, lo que puede acarrear intervalos más largos entre partos y mayor número de días abiertos o improductivos (Mota-Rojas et al., 2008; Sasaki et al., 2014). En el caso de las complicaciones en la hembra, infecciones uterinas como metritis, piometra clínica y subclínica, y retraso en la involución uterina, afectando la fertilidad postparto y, por lo tanto, la reproducción y producción de las búfalas (Gulia et al., 2022).

La RP es un evento patológico complejo que pone en riesgo la salud y viabilidad del animal y por consecuencia del estado productivo del hato. Si bien es cierto que existe un gran número de tratamientos para la RP y de las patologías asociadas al puerperio, el punto crítico es la adecuada capacitación del personal y una efectiva profilaxis, principalmente mediante un adecuado balance nutrimental en la dieta de los animales. No obstante, queda claro también que en ocasiones será casi inevitable la presencia de esta patología, por lo cual, el éxito en la recuperación de los animales que la presente dependerá de una adecuada atención del parto y un asertivo tratamiento farmacológico por parte del Médico Veterinario a cargo. Lo que a su vez depende de un adecuado conocimiento de los eventos fisiopatológicos característicos del proceso (Mota-Rojas et al., 2008; Napolitano et al., 2020a,b,c,d; Mota-Rojas et al., 2022a,b,c).

CONCLUSIONES

La eficiencia productiva y principalmente reproductiva del búfalo de agua es un desafío para los ganaderos y profesionales, que requiere un conocimiento profundo de los problemas reproductivos en el pre-, parto y posparto. La distocia en búfalas puede ocasionar mortalidad neonatal con pérdidas económicas, no solo por la mortalidad de terneros sino también por la reducción de la productividad de las búfalas, lo que reduce la rentabilidad de las unidades de producción. Sus causas incluyen: la torsión uterina y el prolapso vaginal prepartum. La retención placentaria puede ocurrir, y la incidencia de infección uterina clínica o subclínica tiene la misma relevancia en búfalos que en los bovinos domésticos y no debe ser descartada ya que afecta la tasa de fertilidad. La comprensión de la fisiología, el comportamiento y los signos de nacimiento pueden favorecer los nacimientos eutócicos y reducir y acotar las distocias.

Bibliografía

Para mayores detalles de éste y otros temas consulte de manera gratuita los 50 capítulos y más de 1600 páginas de la 5ta. edición del libro “El búfalo de agua en las Américas: comportamiento y productividad”. Editorial BM. Editores. Mota-Rojas et al., (2024). https://www. researchgate.net/profile/Daniel-Mota-Rojas/publications.

Artículo publicado en “Entorno Ganadero Agosto Septiembre 2024

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