“Te ponen en el pecho la banda tricolor, te sientas en la Silla del Águila y ¡vámonos! Es como si te hubieras subido a la montaña rusa, te sueltan….. y haces una mueca que se vuelve tu máscara …. la Silla del Águila, es nada más y nada menos que un asiento en la montaña rusa que llamamos La República Mexicana. “Novela La Silla del Águila”. Carlos Fuentes, 2003.
M.Sc.César Rafael Ocaña Romo
International Agricultural Sciences
Humboldt Universität zu Berlín, Alemania.
Consultor en Agronegocios, actualmente cursando Máster en Agro 4.0, en la Universidad Católica de Ávila, España.
Destino económico, político y social
El futuro de México se avizora en un complejo entramado de factores internos y externos, del cual pueden derivar diversos niveles de impacto en su desarrollo político, económico y social.
En los últimos meses -de acuerdo con voces de expertos nacionales e internacionales- el país vive un proceso de erosión institucional, destacando cambios constitucionales que debilitan el estado de derecho, democracia y confianza en las instituciones, situación que podría agravarse (¿en los próximos años o décadas?), dependiendo del rumbo que tome la Administración Federal entrante.
Influyen además en la evolución de México, la creciente e imparable inseguridad pública, paralela a la pérdida del control territorial en varias regiones del país, ello ante la perplejidad de los tres niveles de gobierno.
Se le suma el obligado replanteamiento de la relación con Estados Unidos a partir de los resultados electorales del 05 de noviembre (con el triunfo de Trump), la conformación partidaria del poder legislativo, la crisis del fentanilo, capos mexicanos enfrentando juicios en Tribunales de Estados Unidos y la revisión (¿o ruptura?) del Tratado Comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) en el 2026.
Escenarios de baja y mediana probabilidad pero de alto impacto para México
Respecto de la revisión (que no es renegociación) del T-MEC existe la posibilidad (¿baja, media?) de un fracaso con la salida unilateral de alguno de los países firmantes, lo que significaría la pérdida del acceso preferencial (libre de aranceles) del mercado que hoy comparten.
En México, aunque el discurso político de algunos actores puede sugerir una postura desafiante para el T-MEC, hasta ahora ha prevalecido el pragmatismo económico. Sin embargo, el riesgo de una ruptura no debe minimizarse por completo.
En un escenario de crisis México – Estados Unidos, sobre seguridad, migración y narcotráfico que corresponde a los temas más preocupantes y mediáticos, así como de otros no menores, como los energéticos, hídricos, laborales y agrícolas, aunados a las reformas constitucionales y la amenaza de desaparición de los órganos autónomos, se podrían desencadenar posturas de denuncias o salida del Tratado por cualquier país.
Un ejemplo relativamente reciente de que, bajo ciertas condiciones (¿de manipulación?) las decisiones políticas pueden prevalecer sobre los beneficios económicos, es el caso del BREXIT ocurrido en el Reino Unido, por lo que no puede descartarse algo similar con el T-MEC.
En un contexto de recrudecimiento de tensiones México – Estados Unidos (imagine a Donald Trump), el vecino del norte podría recurrir de nuevo a la amenaza de fijar aranceles unilateralmente a México, incluso, implementar un cierre total o parcial de la frontera terrestre, como ya ocurrió durante la pandemia del COVID-19, permitiendo solo los flujos de personas y transporte mínimos indispensables.
Además existe la posibilidad de que Estados Unidos designe a los cárteles mexicanos de la droga como organizaciones terroristas, lo que podría conducir a intervenciones directas más agresivas, incluyendo sanciones y operaciones encubiertas en México.
Un país no es solo lo que hace, sino también lo que tolera
México actualmente atraviesa escenarios difíciles, lo cual me trae a la memoria la frase atribuida al ensayista alemán de origen judío Kurt Tucholsky (1890-1935), grabada en el Memorial del Holocausto Yad Vashem en Israel, que dice: “Un país no es solo lo que hace, sino también lo que tolera”, pensamiento con un profundo significado ético, político y social.
La referida expresión resuena como una advertencia sobre la responsabilidad colectiva de las sociedades, no solo por sus acciones directas, sino también por aquello que permiten que ocurra bajo sus ojos.
Pese a las dificultades que atraviesa México, hasta el momento las exigencias o reclamos de la sociedad civil y el sector empresarial han sido limitadas, fragmentadas y carentes de respuesta oficial. Las grandes empresas con cobertura nacional, hace años han dispersado sus riesgos invirtiendo en el extranjero, manteniéndose cautelosos con el gobierno. En cambio, los medianos y pequeños empresarios, que están mucho más expuestos a los riesgos locales, carecen de un liderazgo claro y una representación fuerte para enfrentar cambios que les resultan adversos al desarrollo de sus negocios.
Podría especularse que, si las condiciones sociales y económicas de las distintas regiones no avanzan al ritmo que requiere la ciudadanía, el hartazgo se traduzca en la reorganización y aglutinamiento de los múltiples grupos sociales, de forma similar a lo ocurrido en otros países de América Latina como Chile o Brasil, en donde movilizaciones populares lograron frenar reformas percibidas como arbitrarias por la población.
La influencia global: aprovechando el momento de las oportunidades
Además de los factores geo-regionales, el contexto global también juega un papel clave en la prospectiva mexicana. Riesgos económicos y políticos internacionales podrían tener efectos profundos en el país.
Por ahora las tensiones geopolíticas entre Estados Unidos y China son de las principales dinámicas globales que impactan sobre México. La reconfiguración de las cadenas de suministro y la competencia tecnológica abren oportunidades al país como destino de inversión de la industria manufacturera, siempre y cuando se logre mantener la seguridad jurídica y mejorar el clima de negocios.
A pesar de los riesgos y amenazas que el país enfrenta, existen relevantes fortalezas estructurales y oportunidades estratégicas: la cercanía geográfica con Estados Unidos y un amplio número de acuerdos comerciales con otras naciones, son ventajas significativas.
México puede capitalizar la denominada relocalización (nearshoring), la transición energética (energías renovables y minerales estratégicos), el potencial agropecuario y el desarrollo del capital humano para la mejora de su competitividad y diversificación de la economía.
El desafío para la nueva Titular del Ejecutivo y primera mujer en la historia que encabeza los destinos de México, es conciliar la prioridad social con los requerimientos de una realidad económica y comercial global en la que México está inserto.
Serán claves para el futuro de la nación, el respeto de los derechos humanos y civiles de la población, el fortalecimiento institucional, la modernización educativa y laboral, y el compromiso con la transparencia y justicia. Si la nueva administración, logra avanzar en estas áreas, el país podría consolidarse como actor clave en la economía global y generar un crecimiento más equitativo y sostenible.
México necesitará navegar entre estos múltiples factores, buscando diversificar su economía, mejorar su gobernanza y estado de derecho si desea enfrentar con éxito los retos de las próximas décadas. La sociedad civil, el sector empresarial y los actores políticos deberán jugar un rol crucial para lograr el desarrollo económico y social que la población requiere, mientras tanto, la pregunta que persiste es: ¿cuánto más aguanta México?