La actual crisis ganadera ha evidenciado la vulnerabilidad del sector ante restricciones comerciales, pero también ha resaltado la importancia de los mecanismos de comercialización organizados.
César Rafael Ocaña Romo. M.Sc. in International Agricultural Sciences. Humboldt Universität zu Berlín, Alemania. Consultor y Director en NexusAgronegocios.
Los cierres de la frontera con Estados Unidos del 25 de noviembre de 2024 con inicio de aperturas parciales el 05 de febrero del 2025, y el recién anunciado el 11 de mayo del 2025, han colapsado la comercialización de becerros(as) de exportación, afectando a miles de productores, generando una saturación del mercado en el norte del país.
Esta situación originada por la aparición del Gusano Barrenador, en el sur-sureste de México puso en evidencia la vulnerabilidad del sector pecuario mexicano ante restricciones sanitarias y comerciales. Sin embargo, en este complejo escenario, un mecanismo de la organización gremial ganadera demostró ser clave para mitigar el impacto: las subastas ganaderas.
Estos espacios de comercialización, organizados por las Uniones Ganaderas Regionales y Asociaciones Ganaderas Locales, son fundamentales para dar liquidez a los productores y evitar caídas aún más pronunciada en los precios.
Antes del cierre de la frontera a fines de año, el becerro de 100 a 120 kilogramos de raza europea, en la subasta de la Unión Ganadera Regional de Sonora, en Hermosillo, se cotizaba en $140 pesos por kilogramo. La incertidumbre generada por la restricción provocó fluctuaciones a la baja, desde $130 pesos/kg en noviembre del 2024 hasta $107 pesos/kg en enero del 2025. Con la reapertura parcial de las cuarentenarias en Chihuahua y Sonora en febrero del 2025 los precios mostraron una recuperación hasta estabilizarse muy cerca de $140 – 150 pesos/kg, reflejando el optimismo del mercado.
Más allá de su papel coyuntural en esta crisis, las subastas representan un instrumento clave dentro de la administración de riesgos en la ganadería. Su impacto no solo radica en la estabilización de precios, sino en la generación de mercados más transparentes y en la reducción de la dependencia de compradores monopólicos o intermediarios especulativos.
En países con sectores pecuarios avanzados, como Argentina, Australia o Estados Unidos, las subastas son mecanismos relevantes en el mercado, incluso han evolucionado hacia modelos digitales y plataformas de comercialización global, facilitando la integración de los productores a mercados internacionales con mayor dinamismo.
Administración de riesgos en la ganadería: más allá de las subastas
El sector pecuario enfrenta una serie de riesgos estructurales, que van desde la volatilidad de precios hasta eventos sanitarios y climáticos. En este contexto, las subastas son solo una de varias herramientas de gestión de riesgos que podrían fortalecerse en México.
En mercados como el estadounidense, los ganaderos cuentan con opciones para fijar precios a futuro a través de contratos en mercados de derivados. En México, este tipo de esquemas han sido utilizados en cultivos estratégicos como el maíz, pero no se han desarrollado en la ganadería. La integración de coberturas de precios dentro de las subastas podría generar mayor certidumbre para los productores y reducir la especulación en momentos de crisis.
La sanidad es un factor determinante en la exportación ganadera. Países con sistemas avanzados de manejo de riesgos, como Australia, han desarrollado seguros pecuarios privados y fondos de contingencia sanitarios, que permiten a los ganaderos mitigar pérdidas ante cierres comerciales o brotes epidemiológicos. Otros esquemas de apoyo, por ejemplo, en los Estados Unidos, incluyen riesgos climáticos. México, en contraste, no ha logrado consolidar un sistema sostenible y significativo de protección financiera y climática para los productores.
La excesiva dependencia de la exportación a Estados Unidos de ganado en pie ha dejado en evidencia la falta de diversificación y de integración en la cadena de valor de la carne. Mientras países como Argentina y Uruguay han consolidado su presencia en mercados asiáticos y del Medio Oriente, México sigue sin una estrategia integrada para expandir sus envíos a China, Japón o Emiratos Árabes Unidos, mercados donde la demanda de carne de alta calidad sigue en crecimiento.
La ganadería es un pilar fundamental del sector agroalimentario mexicano y su impacto va más allá del campo: el cierre de la frontera no es solo un problema de los ganaderos, sino de la economía en su conjunto. Un sector primario debilitado afecta el empleo rural, la producción de carne, alimentos y la estabilidad de miles de familias.
La actividad agropecuaria es un eslabón clave en la seguridad alimentaria del país, pero su competitividad depende de que existan herramientas de financiamiento, comercialización y gestión de riesgos similares a las implementadas en otras economías.
En Estados Unidos, el Farm Bill ha permitido fortalecer al sector agropecuario a través de incentivos y apoyos estratégicos, mientras que en la Unión Europea, la Política Agraria Común ha impulsado además de los apoyos, la formación de cooperativas que permiten a los productores mejorar su acceso a mercados globales y al financiamiento.
El sector agroalimentario mexicano ha demostrado en varios subsectores que la organización de productores puede ser un factor determinante para la competitividad global. En 2023, las berries lograron exportaciones por $3,936 millones de dólares, mientras que el aguacate alcanzó $3,223 millones de dólares en ventas internacionales. En el caso de los granos, aunque persiste el reto de precios bajos y rentabilidad, además del bajo nivel de almacenaje de las presas agrícolas, Sinaloa movilizó 6’656,331 toneladas de maíz con un valor de $41,642 millones de pesos, y Sonora consolidó su liderazgo en la producción de trigo con 1’994,574 toneladas y un valor de $15,976 millones de pesos.
A pesar de estos casos de éxito, la realidad es que el modelo económico mexicano sigue concentrando su crecimiento en las zonas urbanas. Cuatro entidades -Ciudad de México, Nuevo León, Estado de México y Jalisco- aglutinan el 40% del PIB nacional, lo que refleja la competencia desigual por recursos de infraestructura, financiamiento y políticas públicas entre las ciudades y el campo. Si México busca consolidar una estrategia agropecuaria competitiva, es imprescindible replantear los esquemas de inversión en el sector primario y fortalecer las estructuras organizativas de los productores.
La actual crisis ganadera ha evidenciado la vulnerabilidad del sector ante restricciones comerciales, pero también ha resaltado la importancia de los mecanismos de comercialización organizados. Las subastas han sido una respuesta efectiva para mitigar la caída de precios, pero su potencial va más allá: con una visión estratégica, podrían convertirse en una herramienta aún más poderosa si se integran con coberturas de precios, financiamiento estructurado y digitalización del comercio pecuario.
El sector agropecuario ha demostrado que cuando los productores logran estructurarse, su competitividad se fortalece. La pregunta que queda abierta es: ¿será esta crisis un punto de inflexión para modernizar y fortalecer la ganadería mexicana, o se volverá a depender de respuestas coyunturales?
El tiempo, y las decisiones que se tomen en el mediano y largo plazo marcarán la diferencia entre la resiliencia y el estancamiento. Las cifras reflejan una realidad contundente: cuando los productores logran estructurarse, la economía del campo crece y se vuelve más resiliente.