Dogmas

Opinión de Antonio Palomo.

Ya estamos en la última semana del año, que volvemos a recorrer, en muchos casos online, gracias a la nueva cepa mutante del coronavirus, Omicron o variante B.1.1.529. Omicron también es la letra quince de veinticuatro que tiene el alfabeto griego, que se utilizó originalmente en matemáticas como símbolo para la notación Big O, que representa la tasa asintótica de crecimiento de una función, cuando el mismo tiende hacia un valor particular o infinito.

En estos días también han aumentado mucho las estafas mutantes, otro efecto de la pandemia, debido a que los delincuentes han dejado la calle para cometer sus fraudes online, algo que nos alertan nuestras empresas y expertos en ciberseguridad. Es lo que se conoce como “transformación digital de la delincuencia”, lo que me hace pensar que todo se digitaliza, y que quizás no todo sea positivo. La migración a la nube se ha acelerado este año y el anterior (hasta un 88%), lo que ha dejado amablemente sembrado el terreno a los grupos delictivos.

Las pautas para prevenir dichos ataques a nuestros medios de compra-pagos virtuales, según los informáticos, se centran en ser cautos, desconfiados y prudentes, así como utilizar el sentido común ante ofertas chollo, verificar la reputación de las empresas-personas, vigilar medios de pago, asegurarnos que estamos en una página web segura (https, donde la s significa segura), que la redacción y ortografía son correctas. Entre el fraude y la estafa hay grandes diferencias. El fraude es un acto realizado por personas (el más común es el fiscal o tributario regido por el artículo 305 del Código Penal), mientras que la estafa y el timo son delitos contra el patrimonio de la persona, con ánimo de lucro (artículo 248 del Código Penal).

Claro que utilizar el sentido común, trabajar solo con personas de reputación y que hablan/escriban correctamente, igual es mucho pedir en los tiempos que corren. Ya lo dejó claro el Rey en su mensaje navideño de ese año, y quizás debamos empezar por lo básico siendo ejemplo de responsabilidad e integridad moral, así como tomar los principios éticos por encima de todo, o como dicen los americanos “Back to the basic”. No es menos cierto que los seres humanos nos movemos por dogmas, sistema de pensamiento que parte de lo cierto y que no puede ponerse en duda.

En síntesis, creer que tenemos la razón, lo que el diccionario de María Moliner define a aquellas personas que mantienen sus creencias sin la menor concesión. Sus sinónimos son intransigente, intolerante, fanático o axiomático, que son características de personas paranoides. Quién no ha escuchado esa frase dogmática de que “esto está bien porque lo digo yo” o aquella otra de que “lo llevo haciendo así toda la vida y punto”. En mi caso particular, cuando escucho estas afirmaciones, cuanto menos, me quedo preocupado, y la experiencia me dice que poco puedo hacer para tratar de dar argumentos convincentes que permitan revertir dichas afirmaciones. En la práctica profesional es más fácil canjear a la persona dogmática que el dogma de dicha persona. La tiesura en las personas implica rigidez, inflexibilidad e incluso gravedad, que en muchos casos va ligado a la presunción, resultando vanidoso, coqueto o petulante, asociado a tener un concepto de sí mismo que, en numerosas ocasiones, es superior a su valor efectivo. Personalmente prefiero a los que reconocen sus defectos, ponen los medios y no presumen de sus cualidades.

Una versión cinematográfica titulada Dogma y que se estrenó hace una docena de años en Estados Unidos, pienso que refleja bien este término. El argumento de esta cinta se centra en que una descendiente de Jesús debe parar a dos ángeles caídos que desean entrar de nuevo en el cielo para destruir el mundo. Igual a alguno no le guste mucho el tema, pero quizás valga la pena verla, sencillamente, por el reparto, que a mi me encanta: Linda Florentino, Salma Hayek, además de Matt Damon y Ben Affleck (Batman), entre otros.

No es menos cierto que las personas dogmáticas agravan sus posturas con la edad, por lo que creo firmemente que contar en nuestras empresas y relaciones con compañeros jóvenes, contrapone y relativiza ciertos dogmas, que en caso contrario damos por ciertos. La semana pasada me reunía en Barcelona con un grupo de cinco formidables Veterinarios, a quienes con mucho gusto quiero dedicar esta columna desde mi admiración y respeto.

Nos convocaron para hacer una reunión de contenidos, a lo que otros llaman brainstorming, y les aseguro que había mucho brain, ninguna tormenta y sí muchas ideas. Como decía Bill Gates, y que dicha empresa convocante refleja en un cartel a la entrada de la sala de reuniones; “Content is King”. En nuestra opinión, y a pesar de que todos tenemos una fantástica edad avanzada, confiamos plenamente en las nuevas generaciones de veterinarios para que vayan tomando el testigo y aportando su frescura, lo que desde mi humilde punto de vista contribuirá a reducir dogmas, al tiempo que seguir poniendo en valor el gran nivel profesional en nuestro sector porcino, algo esencial en los años que tenemos por delante. Creo firmemente en las nuevas generaciones anacoretas, que algunos de ellos se nominan como “friquis del cerdo”, demostrando su calidad humana, dedicación y actitud vocacional.

Con esos mimbres tenemos muchas posibilidades de éxito. Vayamos dándoles paso. Schopenhauer decía que los primeros cuarenta años de nuestra vida nos proporcionan el texto, los siguientes treinta el comentario, que es el que nos permite captar el verdadero sentido y la coherencia del texto en su conjunto. Las Upanishads establecen la duración natural de la vida en 100 años, apuntando a que cada treinta años llega una generación nueva. Que así sea.

Este último trimestre del año venimos solapando las dos variables que forman la tormenta perfecta, como son la caída de los precios de venta de los cerdos blancos y la subida dramática de los piensos, lo que a muchos le hace tener un pensamiento misántropo schopenhaueriano, viendo el futuro razonablemente negro, y a buen seguro incierto. Puedo asegurarles que durante los últimos cuarenta años se han dado situaciones similares, y como castellano, me aferro al dicho de que “siempre que ha llovido, ha escampado”.

Cuando somos jóvenes, pensamos que los acontecimientos importantes y de mayor repercusión en nuestra vida harán su entrada con tambores y trompetas; una mirada retrospectiva en la vejez muestra, sin embargo, que aquéllos entraron con total normalidad por la puerta de atrás y casi sin llamar la atención. Esta es una enseñanza de mis Padres en las postrimerías de sus encomiables vidas. A ello quiero añadir que tampoco considero que se trate del nil admirari de Horacio, no sorprenderse de nada, ya que no dejan de sorprendernos cosas diariamente, creyendo necesario aprender diariamente y tomar nota de éstas, primando la ilusión al desengaño. Never stop learning & Never stop growing.

FELIZ NOCHE VIEJA e ILUSIÓN, ESPERANZA y BUEN HACER DURANTE EL NUEVO AÑO 2022.

“La única forma de existencia es el momento presente, que es también la posesión más segura, aquella que nadie nos podrá arrebatar jamás”. Arthur Schopenhauer (1788-1860), Filósofo alemán maestro del pesimismo absolute.

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