Principales aspectos del comportamiento social del ganado vacuno en relación con su bienestar

J. Cantalapiedra
M.E. Fernández
I. Blanco-Penedo
M. Camiña
www.researchgate.net

Con este artículo se intenta concienciar a los ganaderos de la importancia de la observación del comportamiento social del ganado vacuno, ya que puede orientarnos a la hora de detectar posibles problemas tanto en el manejo de los animales como en el diseño de las instalaciones. Se puede definir el comportamiento como el conjunto de actividades observables, hereditarias o adquiridas, que desarrollan los animales en reacción a un estímulo o cambio fisiológico.

El comportamiento forma parte consustancial del propio animal y, en el caso del ganado vacuno, estas conductas innatas o aprendidas le sirven para relacionarse con el medio, para satisfacer tanto necesidades corporales (excreción, ingesta, cuidado corporal, etc.) como otras relaciones de tipo social, cuando se encuentra con uno o más de sus congéneres (jerárquicas, materno filiales, sexuales, etc.). Mientras que la conducta innata es de transmisión hereditaria, la conducta adquirida se desarrolla a lo largo de la vida, a través de la vivencia de experiencias positivas o negativas en las que los ganaderos pueden influir de una forma evidente.

Al proceso de domesticación y la consiguiente explotación por parte del hombre a los animales les han acompañado variaciones de su entorno natural debido principalmente al contacto diario con el ser humano y a las restricciones o limitaciones en las pautas de sus comportamientos innatos. Esta limitación conductual aumenta proporcionalmente con el grado de intensificación de la explotación (Portela et al., 2014) y obliga por tanto al ganadero a compensarla, introduciendo cambios en el manejo que eviten la aparición de estrés y comportamientos perjudiciales (Miele et al., 2011; Veissier et al., 2011; Moran y Doyle, 2015).

Principales aspectos del comportamiento social del ganado vacuno en relación con su bienestar comportamiento social ganado vacuno relacion bienestar 1

Condiciones de confinamiento, las vacas tienen necesidad de establecer y desarrollar la capacidad de interrelación con las otras hembras. 

En concreto, para el ganado vacuno lechero, el bienestar animal representa un estado de relajación, tranquilidad, satisfacción y ausencia de dolor, miedo o hambre, entre otras sensaciones negativas, de las cuales la primera sería la preocupación por el abastecimiento de alimento (Blanco-Penedo et al., 2015). La importancia práctica del conocimiento del lenguaje corporal de los animales es de gran interés, puesto que los primeros signos de problemas patológicos se ponen de manifiesto como alteraciones del comportamiento. No solo por motivos prácticos, sino también desde un punto de vista económico, la aplicación de los conocimientos etológicos (sobre el comportamiento de los animales) consigue incrementar la producción en las granjas lecheras y esto se pone de manifiesto en cuestiones como la reproducción, partolactancia, pastoreo, etc. (Portela et al., 2014).

“NUMEROSOS ESTUDIOS CONFIRMAN EL BENEFICIO DEL REFUERZO DE ESTOS VÍNCULOS SOCIALES EN LOS ANIMALES SOBRE EL AUMENTO DE LA PRODUCCIÓN”. 

Hulsen (2007) asegura que los animales tienen sus propios códigos de comunicación mediante signos o señales que indican su grado de salud, nutrición y confort a través de su comportamiento, actitud y condición física, independientemente de que para un diagnóstico más completo se completen los datos que obtengamos con análisis de laboratorio.

El mismo autor plantea las tres preguntas básicas a formular al observar un rebaño o un animal de forma individual: qué estoy viendo, por qué se produce y qué significa, que se traducen en realizar una descripción objetiva de lo que vemos, identificar la causa o causas y determinar si es un hecho aislado de un animal o es un hecho generalizado en un grupo de animales. De esta forma la observación nos permite identificar, valorar, evaluar y corroborar el comportamiento de los animales basado en su lenguaje corporal.

¿CÓMO EXPRESAN LOS COMPORTAMIENTOS SOCIALES LAS VACAS?

Como cualquier animal de producción que suele vivir en grupo, el ganado vacuno necesita del contacto intra-especie para construir y mantener un orden social (Rousing y Wemelsfelder, 2006). Este contacto provoca a lo largo del tiempo la aparición de vínculos duraderos hasta que por cualquier motivo (muerte, introducción de otros animales, maternidad, etc.) se modifica la estructura del grupo y se instala una nueva jerarquía. Numerosos estudios ya publicados confirman el beneficio del refuerzo de estos vínculos sociales en los animales sobre el aumento de la producción, la salud mental y la disminución de estrés (Boissy et al., 2007; EFSA, 2009; Val Laillet et al., 2009).

“LA OBSERVACIÓN NOS PERMITE IDENTIFICAR, VALORAR, EVALUAR Y CORROBORAR EL COMPORTAMIENTO DE LOS ANIMALES BASADO EN SU LENGUAJE CORPORAL”.

En condiciones de confinamiento, las vacas tienen necesidad de establecer y desarrollar la capacidad de interrelación con las otras hembras del rebaño (Callejo, 2009). La vaca busca el contacto con otros animales del rebaño en periodos de descanso, comidas, desplazamientos, etc., pero, a la vez, necesita mantener a su alrededor de un espacio vital mínimo que la delimita socialmente y sin el cual se siente amenazada (zona de fuga). La ausencia de este espacio se traduce en mayor agresividad y menor rendimiento productivo (Moreno et al., 2011). El sistema de manejo y el número de animales que constituyen un grupo afectan a la frecuencia y a la naturaleza del comportamiento social y al orden jerárquico.

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A la sala de ordeño generalmente entran primero las vacas de mayor producción lechera y se sitúan al final las vacas gestantes.

Según Phillips (2002), cada año cambian un 25% de las relaciones sociales del rebaño, por lo que una vaca que solía estar subordinada a otra puede comenzar a dominarla. Los factores que influyen para determinar la posición en la escala jerárquica del rebaño son, principalmente, raza, sexo, tamaño (alzada y peso), presencia o no de cuernos, edad o estatus hormonal, de tal modo que las primíparas se ven relegadas a las posiciones más bajas de la jerarquía dentro del rebaño (Phillips y Rind, 2001; Calleja, 2005). Los conflictos jerárquicos son frecuentes (principalmente los de dominancia), pero se resuelven en la mayoría de los casos con posturas de amenaza y consiguiente sumisión y huida de la subordinada. Según Fraser (1982), en el ganado vacuno pueden observarse distintos tipos de jerarquías sociales:

  • Jerarquía lineal: Un determinado sujeto domina a otro, éste a un tercero, etc., continuando así la jerarquización, de manera que el último animal se encuentra subordinado a todos los demás. Este tipo de jerarquía se produce en los rebaños reducidos, en los que los animales conviven durante grandes periodos de tiempo.
  • Jerarquía bidireccional: Un animal que domina a todos los demás excepto a uno de ellos, quien, a su vez, resulta subordinado a un tercero, el cual, por tanto, está por encima de todos los componentes del rebaño, excepto para el primer individuo. Se forma así un triángulo, de manera que sus componentes dominan a todos los integrantes del grupo menos a uno.
  • Jerarquía compleja: En la que algunos componentes del rebaño dominan a otros, resultando a la vez subordinados de un tercer grupo, sometidos, por otra parte, a algunos de los animales mencionados en primer término.

Si bien el orden jerárquico es muy importante para el mantenimiento de la estabilidad del grupo, existe otro tipo de orden social llamado liderazgo (u orden de desplazamiento), que se da en el pastoreo. Los líderes encabezan el grupo en la marcha e influyen sobre las actividades del colectivo, el cual actúa simultáneamente, por un comportamiento imitativo (Bouissou et al., 2001; Phillips, 2002). Sin embargo, los líderes no son los dominantes, sino que ocupan una zona intermedia de la jerarquía. Tras ellos se desplazan los sujetos que ocupan el máximo rango social (los dominantes), marchando a la cola los animales de inferior categoría (Fraser, 1982).

Además de la jerarquía y del liderazgo, existe otro orden social, como es la entrada en la sala de ordeño, donde generalmente entran primero las vacas de mayor producción lechera y se sitúan al final las vacas gestantes (Albright y Arave, 1997). A pesar de que algunos aspectos del comportamiento social del ganado son relativamente conocidos, al menos en términos prácticos, el conocimiento científico sobre las relaciones sociales dentro de un rebaño de vacas de leche es aún escaso. Los desarrollos recientes en tecnologías de detección y métodos de análisis de datos están permitiendo entender el comportamiento social del ganado de una manera detallada y cuantitativa. La información disponible sobre el comportamiento social de las vacas tiene el potencial de mejorar varias áreas del manejo moderno de las granjas lecheras, incluida la detección de celo, la (re)agrupación de ganado, así como la prevención y detección de enfermedades.

EXPRESIONES SOCIALES POSITIVAS Y EXPRESIONES AGONISTAS

La estructura social del ganado vacuno lechero puede describirse como una serie de relaciones de dominación y vínculos sociales caracterizados por interacciones sociales positivas y otras que son agonistas o negativas. En el momento en el que dentro de un grupo estable de individuos de la misma especie se produce una interacción entre dos o más animales entre sí, a través de las señales emitidas por uno de ellos (emisor), se inducen respuestas en otro u otros congéneres (receptor/es), modificando el comportamiento de estos últimos. Estas señales y contraseñales pueden ser visuales (determinados movimientos del cuerpo o exhibiciones ópticas), olfativas (sobre todo, a través de las feromonas), auditivas (vocalizaciones de llamada, alarma, etc.), táctiles (contactos placenteros o agresivos, grooming, del término inglés groom, que significa “lamerse y/o acicalarse”, y está referido al contacto físico que incluye acciones como lamer y frotar, etc.) y gustativas (como los lamidos al recién nacido) [Fraser, 1982].

Para los ganaderos es muy importante conocer y promover todas las expresiones sociales que aporten bienestar a los animales, que eviten sentimientos negativos de miedo o agresividad (Jones y Manteca; Welfare Quality, 2009; Moran y Doyle, 2015) o indiquen falta de adaptación de los animales al entorno ambiental (Nguhiu-Mwangi et al., 2013). Además de promover las interacciones sociales positivas, se deben evitar las condiciones que den lugar a expresiones agonistas. En general, este comportamiento tiene la función biológica de influir en el acceso de un individuo a recursos vitales, como alimento, agua, refugio o espacio. En este contexto, dentro de este tipo de interacción pueden aparecer expresiones sociales negativas, como conductas agresivas, y además, los animales pueden sentir miedo frente a otros individuos o frustración por no poder acceder a los recursos.

“LA DENSIDAD DE POBLACIÓN EN ESTOS SISTEMAS ARTIFICIALES SUELE SER MUY ELEVADA, LO QUE DIFICULTA […] LA POSIBILIDAD DE REALIZAR UNA GRAN VARIEDAD DE COMPORTAMIENTOS”. 

Algunos sistemas de explotación, así como algunas prácticas de manejo, promueven la limitación de la libertad y del conjunto de comportamientos del animal, obligándolo a realizar acciones no deseadas (Correia, 2018). El ganado bovino de leche normalmente se mantiene estabulado una parte del año, pero algunos animales lo están durante los doce meses e incluso permanecen atados con apenas posibilidad de ejercicio, lo que les impide expresar ningún tipo de conducta (Popescu et al., 2013). La densidad de población en estos sistemas artificiales también suele ser muy elevada, lo que dificulta, por el hacinamiento, la posibilidad de realizar una gran variedad de comportamientos (Metz y Makking, 1984).

 

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Las explotaciones con vacas atadas, sin posibilidad de ejercicio, y explotaciones con cubículos mal diseñados presentan menor capacidad para desarrollar relaciones sociales positivas que explotaciones con pastoreo frecuente y camas de paja 

Por ello, en estos ambientes es frecuente que se manifiesten actitudes anómalas como la apatía (disminución del interés por los estímulos ambientales) y la disminución de la movilidad (menor frecuencia de cambios posturales, tarda más tiempo en tumbarse/levantarse, forma de andar inusual, etc.), favorecida, a veces, por carecer de suficientes cubículos o estar mal dimensionados, o por diseños inadecuados como suelos resbaladizos o incómodos, que dificultan los movimientos para acostarse, levantarse o desplazarse (Moreno et al., 2014; Cerqueira et al., 2011).

Estos comportamientos agonistas o negativos tienen especial importancia en zonas comunes y de alto tránsito (bebederos, comederos, pasillos, etc.) o cuando se incorporan nuevos animales sin vínculos anteriores con el rebaño, que generan inestabilidad social (EFSA, 2009). Por tanto, todos estos factores se deberían tener en cuenta en el momento de manejar a los animales y diseñar y construir los establos. Otras conductas anormales, o inesperados síntomas de temor o inquietud, son los aumentos en el número de micciones y defecaciones, la disminución del tiempo de descanso, el rechazo del uso de cubículos, tumbarse en los pasillos, etc. (Calleja, 2005). En condiciones extensivas

“EN GRANJAS DE PRODUCCIÓN INTENSIVA ES MUY RECOMENDABLE LA INCORPORACIÓN DE ELEMENTOS DE ENRIQUECIMIENTO, COMO SON LOS CEPILLOS RASCADORES”. 

También se ha descubierto un comportamiento anormal en las vacas lecheras adultas mantenidas en el establo durante el período de secado y con severa restricción de movimientos, que consiste en el enrollamiento de la lengua en el interior de la boca mientras ésta permanece abierta (Moreno et al., 2014). En ocasiones puede llegar incluso a tragarse parte del apéndice (Fraser, 1982).

COMPORTAMIENTOS NATURALES Y COMPORTAMIENTOS ANÓMALOS

En ocasiones puede ser difícil diferenciar en los animales los comportamientos naturales de aquellos que son anómalos. Los comportamientos anormales son aquellos que se diferencian en el modelo, frecuencia o contexto de los que presentan la mayoría de los miembros de la especie cuando están en un entorno que les permite expresar un amplio rango de comportamientos (Broom, 1991; Ibáñez y González, 2004) de ahí la importancia de conocerlos y poder diferenciarlos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la alta frecuencia de una determinada actividad en una explotación ganadera no es sinónimo de comportamiento normal, pues la existencia de un disconfort en el ambiente va a ser causa de que numerosos animales estén estresados y manifiesten masivamente pautas de conducta anómalas como formas de enfrentarse a las insatisfacciones que les ofrece el medio.

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En condiciones extensivas, con alguna excepción, es frecuente observar en el rebaño una estructura jerárquica estable y permanente, con hembras dominantes que gozan de un puesto elevado en el ranking social y que pueden desarrollar lazos de amistad que duran largos periodos de tiempo (Hall, 2004), gracias al reconocimiento entre ellas (Fraser y Broom, 1997). 

Otras veces, en cambio, algunos comportamientos aparecen de forma infrecuente o al cabo de mucho tiempo (Miele et al., 2011), lo que complica su detección y diagnóstico. Las anomalías del comportamiento pueden variar en función de la especie, edad y circunstancias concretas, pero, en general, se producen cuando los animales se ubican en determinados sistemas de producción con alojamientos mal diseñados o inadecuados, o se ven sometidos a equipos tecnológicos ineficaces (Mason y Latham, 2004). En estos animales se desarrollan sentimientos de frustración, estrés o miedo que pueden desembocar en patologías o incidencias sanitarias al no lograr sus objetivos. Por este motivo, para maximizar los rendimientos productivos de una explotación ganadera es interesante conocer la aparición y motivos de las diferentes conductas anormales que se pueden presentar durante la crianza de los animales. Todo ganadero sabe que cuando un animal no se encuentra bien, la primera manifestación que aparece es la alteración del comportamiento alimentario (disminución del apetito) y con ello el rendimiento productivo.

Otra de las manifestaciones más frecuentes de que el animal no se encuentra en condiciones idóneas es la conducta estereotipada o estereotipias, que son secuencias de movimientos involuntarios, repetitivos, invariables y sin función aparente, durante un largo periodo de tiempo (Broom, 1991; Jones y Manteca, 2009). Aparecen cuando se le impide al animal desarrollar ciertos modelos de comportamiento normal (como el de la exploración) en ambientes con estímulos débiles o pobres (Mason, 1991) y no solo actúan como indicadores de un problema de bienestar, sino que suponen un gasto importante de energía que puede contribuir a empeorar la condición corporal del animal.

La disminución de la calidad y cantidad del medio en el que se ubica el animal y la falta de novedades y diversiones da lugar a una apatía o desinterés (hipoestimulación), que se manifiesta con una disminución de la movilidad y función motora (hipoquinesia) y, a veces, con una estimulación dirigida hacia sus congéneres, dando lugar a reacciones de hiperagresividad o actividades orales patológicas, como un excesivo acicalamiento o el chupeteo de zonas ventrales (Mason, 1991; Moreno et al., 2014).

El papel que tienen el entorno y el enriquecimiento ambiental puede ser fundamental para la prevención de las estereotipias (Mason y Latham, 2004); por ello es muy recomendable la incorporación en granjas de producción intensiva de elementos de enriquecimiento, como son los cepillos rascadores, en zonas donde los animales puedan utilizarlos tranquilamente sin obstaculizar el movimiento a otras zonas (como los bebederos) a otras compañeras de rebaño. Para la observación del comportamiento en la actualidad hay bastantes sistemas de observación que se podrían aplicar en explotaciones lecheras (método “focal”, “instantáneo” o “puntual”, ad libitum, de indicadores basados en el animal, etc.), pero, al igual que es conveniente conocerlos, es igual de importante que el observador/ganadero en la explotación conozca una serie de normas básicas de observación en el ganado vacuno lechero (Cantalapiedra et al., 2014), extremadamente sencillas y de fácil aplicación:

  1. La primera norma básica de la observación es tener y trabajar con una metodología ordenada, sencilla y clara que pueda convertirse en una rutina de trabajo diario; además, ha de ser lo suficientemente flexible para adaptarla a las particularidades del rebaño, especie e instalaciones de las que se disponga en la explotación.
  2. La segunda es determinar cuál es el comportamiento normal de un animal en función del contexto o ambiente en el que se encuentra. Uno de los fallos más corrientes al iniciarse con este sistema es el no tener claro lo que es normal o anormal y, por consiguiente, no permitir utilizar el método comparativo en dos situaciones diferentes al no saber qué se debe buscar y en dónde.
  3. La tercera es trabajar con todos los sentidos, principalmente con la vista, el oído y el olfato.
  4. La cuarta es evaluar los rebaños en conjunto, los posibles grupos del rebaño (por edad, producción, etc.), los animales de forma individual y los animales en los que puedan aparecer los problemas más comunes, los que algunos autores llaman “animales centinela”.
  5. La quinta norma sería trabajar en los cuatro apartados que nos indican el bienestar de estos animales: comportamiento, alimentación, salud y ambiente.

“SI HAY UN 10% DE VACAS CON CETOSIS SUBCLÍNICA, HAY UN PROBLEMA DE REBAÑO, POR LO QUE CONVENDRÍA REVISAR EL MANEJO NUTRICIONAL DE LA GRANJA”.

CONCLUSIÓN

En resumen, la observación del comportamiento social de los animales en granja es un método sencillo y eficaz de conocer el estado de salud de nuestros animales y de valorar donde se encuentran aspectos de mejora de las instalaciones para mejorar su bienestar y aumentar su productividad

BIBLIOGRAFÍA.

• Fuente. https://vacapinta.com/media/files/fichero/vp018_welfare_cast.pdf

Artículo publicado en “Entorno Ganadero Abril Mayo 2025

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