MVZ, MAE, MDP, MNA. Oscar Huerta.
Es un hecho que la porcicultura está globalizada y la situación en cualquier parte del mundo afecta a nuestros mercados, desde el punto de vista sanitario, con sus implicaciones para el comercio internacional; pero también acciones como el bienestar animal (impulsado principalmente por la presión social y no necesariamente científica) y las emisiones de carbono (una necesidad de supervivencia global).
El objetivo principal de cualquier negocio es obtener ganancias y la producción porcina no es una excepción a este objetivo y la forma en que podamos impactar desde la granja nos limitará a aumentar la productividad, el cuidado de la salud (a través de la bioseguridad integral) y la reducción estratégica de costos. En la granja tenemos dos factores principales que influyen en la productividad, el primero y más influyente es la alta dirección (W. Deming mencionó que el 95% de los errores dependen de ello) y el 2do factor es la experiencia y habilidades del gerente de producción.
Que a veces las decisiones van en sentido contrario, ya que desde la parte técnica se sugiere alguna acción y la alta dirección lo cambia solo por el precio, generando sesgos en la comparación de los resultados. Un gran error que se comete al intentar reducir costos es determinar el porcentaje de contribución de cada elemento al coste total. Todo el mundo sabe que el alimento representa alrededor del 70-80% de los costos de producción y es aquí donde estas estrategias de reducción de costos están dispersas y subestimadas. Hablamos de nutrición de precisión, estudiamos dietas con software especializado y con nutricionistas doctorados, pero en nuestras plantas de producción sin información real emitimos a través de NIR.
Se necesitan muchos análisis para identificar las micotoxinas, cuando sabemos que más del 40% (FAO) de los cereales del mundo contienen una o más micotoxinas, y nos preguntamos si A o B es bueno más de 1 kg o 3 kg. Lo que pienso que es ideal, es crear una hoja de ruta de riesgo clave en la producción de alimentos, de modo que se pueda reducir el riesgo a lo largo del camino. Cabe recordar que el uso de fármacos antimicóticos no garantiza que el animal no se vea afectado y en caso de daño a los cerdos tendrá consecuencias para la inmunidad del animal con consecuencias ya descritas.
Independientemente de la calidad de la dieta, se sirve en “comederos” (hay muchos, sólo almacenamiento de alimentos) que la Dirección decide comprar en función del precio, no del valor del comedero (retorno sobre inversión). Digo valor, no costo, porque sabemos que un alimentador puede tener un costo bajo y un valor muy alto con pérdidas. Es común ver tasas de desperdicio de alimentos superiores al 5% cuando se visitan granjas. Actualmente, la boca de un comedero tiene capacidad para alimentar 16 cerdos durante el período de engorde.
Se utiliza 3 veces al año, o 30 veces durante su periodo de producción (10 años) y cada cerdo comerá una media de 225 kg, en total 108 toneladas de alimento a un costo de alrededor de 50,000 USD, por lo que un 5% de desperdicio (2,500 USD) significa que una diferencia de 100 USD o 200 USD en el costo del alimento es insignificante al momento de tomar decisiones de compra, que afecta directa o indirectamente a nuestro negocio porcino, lo que requiere que hagamos un cambio significativo, y estamos hablando de un cambio rápido en la tecnología para identificar los factores que afectan la productividad ganadera.
Hoy podemos medir casi todo en el crecimiento animal, peso en tiempo real, consumo de alimento, concentración de amoniaco, dióxido de carbono, flujo de agua y tiempo de consumo, movimiento de los animales, tos, diagnóstico in situ de algunas enfermedades mediante PCR en tiempo real, etc.
Debemos preguntarnos: ¿Cuánta de esta tecnología estamos usando en la granja? ¿Realmente lo usamos? ¿Sabemos interpretarlo? ¿Utilizamos la información para tomar decisiones? La reducción del uso de antibióticos, o más bien el uso ético de los antibióticos en la industria ganadera (así como en humanos) ha cambiado “positivamente” su gestión, al reducir el uso preventivo y mejorar los programas integrales de bioseguridad es un tema importante y poco debatido. . .
Dejemos por un lado el “podemos controlar” de las operaciones, la realidad hoy es que el mercado nos exige, nos mira, y nos critica, exige que actuemos como control de los productos orgánicos (y no saben realmente que significa eso), residuos de las granjas y controlarlos para evitar la contaminación de las aguas subterráneas, está claro que todas las industrias deben trabajar para resolver este problema. Esto, combinado con el trabajo global sobre el cambio climático mediante la reducción de las emisiones de carbono, ha dado lugar a muchos planes de acción, como la agenda 20-30 y especialmente para el sector ganadero, actualmente se está desarrollando una ley en la Unión Europea que regula los alimentos, residuos y apoya la reducción de la contaminación debida principalmente al carbono, el nitrógeno y el fósforo. Y como siempre, el incumplimiento de la ley dará lugar a sanciones económicas.
Y, finalmente, para tratar de entender dónde estamos ahora, la presión social sobre el bienestar animal (que la mayoría de la gente no entiende o desconoce) y la implementación de esa presión nos obliga a cambiar la forma en la que producimos nuestros animales. Está claro que, directa o indirectamente, hemos cumplido con esta parte de la ley, basada en el término necesidad biológica, que en el Informe Brambell británico de 1965, se tradujo como “las cinco libertades”.
- Libre de hambre, sed y desnutrición.
- Libre de miedos y angustias.
- Libre de incomodidades físicas o térmicas.
- Libre de dolor, lesiones o enfermedades.
- Libre para expresar las pautas propias de comportamiento.
La mayoría de los productores han aplicado estos principios sin conocimientos legales, pero en busca de mayores ganancias para su negocio porcino, que si analizamos cada uno de estos principios entonces éste es el mínimo que buscamos en nuestros cerdos.
Pero ahora, la ley Proposición 12 de California, en Estados Unidos, establece requisitos de alojamiento específicos para las cerdas y prohíbe la venta de carne de cerdo producida en granjas que no cumplan con estos estándares. La medida marca un cambio importante en la forma en que se crían cerdos, tanto en el país como en el extranjero. Ahora, además de preocuparnos por producir cuidando la salud de nuestros animales, debemos acatar leyes (benéficas para el animal y el planeta) que encarecen el costo de producción. ¿Hacia dónde vamos con tantas imposiciones, enfermedades y cambios en los sistemas de producción?
Artículo publicado en “Los Porcicultores y su Entorno Septiembre Octubre 2024“