Continuación
Ya aparte, cierta ocasión un parroquiano morboso le preguntó a Falopio que qué es lo que había sentido, –Que me faltaba el aire – le respondió con los ojos muy abiertos. Y hasta ahí la alfabetización.
Una tarde de junio que llegué a la consulta semanal le pregunté a Fulvio:-¿Qué horas son?
-Ahorita no tarda en llegar un pájaro de pecho rojo con copete; se para en ese pirul, y casi de inmediato un chuparrosa (colibrí) toma el jugo de esas flores naranjas y los gallos se empiezan a subir a la percha. El primero que se “cuesta” es el giro de la cuarta jaula; pero en las mañanas, el primero que canta eel pinto, ese que dicen que siempre topa bien.
¿Perdón? Lo bueno es que nada más le pregunté la hora -pensé-. Es decir, para él las horas no son números, sino los sucesos que en ese lapso acontecen, y para eso hay que ser muy observador y concentrarse. Pero quizá de donde él viene esto es lo usual, como el hecho de poder escuchar cosas o ruidos tan poco perceptibles, que para nosotros son inaudibles. Puede ver a todas horas, y todavía mejor de noche en una oscuridad donde usted o yo no veríamos la punta de nuestra nariz.
Esa tarde, Raúl el pastor se dio a la tarea de embarcar los gallos para jugar en la noche en la feria de Chalco, Edo. de Méx. Fulvio le dijo: –No te lleves todo el gallo; no se sienten bien. No todos. –¡Ah! ¿Cómo ves, médico? ¡Ahora el fregado Falopio sabe más que yo!– –Bueno, respondí-, escuchémosle– –Los únicos que están a gusto son el dos y el tres -se refería a los gallos que pesaban dos doscientos y dos trescientos kg- los otros cinco están mal, muy mal, no ganarán.
Y así ocurrió: pues le tiramos de loco y esos gallos perdieron jugando pésimo. Se desató la polémica: el soltador sentenció que los gallos iban pasados de humedad; el compadre que siempre se pega para gorrear las copas dijo que él percibió la mala “vibra” llegando al palenque, que hay muchas envidias; el ayudante del pastor presintió la derrota porque días antes el patrón Epigmenio llegó con una vieja a la gallera y la dejó entrar, y en opinión de Epigmenio, como dijera Alex Lora – que los gallos jugaron como nunca y perdieron como siempre – En cuanto a mí, más me valía no opinar, porque a pesar de tantos análisis, no sabía ni remotamente lo qué sucedía pues todos los resultados de laboratorio salían negativos excepto que los niveles de ácido úrico en la sangre se elevaron a 30 mg/100 ml. Además, los gallos eran muy finos y suficientemente buenos. Entonces, ¿qué?
En aquel tiempo (de eso hará unos 8 ó 10 años por lo menos) reconozco, me faltaba experiencia, pero no instinto. Algo me decía que este fregado Fulvio sabía algo que rayaba en lo esotérico, y días después decidí preguntarle al respecto.
–Yo no sé mucho -respondió- pero yo vi que los animales no estaban a gusto, porque hay días que se ven bien y otros no se portan igual. –Bueno, sí, Fulvio, pero ¿en qué te das cuenta? -Pues así “no más”.- ¿A poco tú no te das cuenta? -No, tú dime ¿Qué les ves?
–No sé, les cambia la mirada –dijo-. Su voz no es la misma, no cantan con la misma energía, el hambre no es tan intensa y bajan de peso. Y no es que se enfermen, porque luego, uno o dos días después, vuelven a ser los mismos. Los que no se recuperan son los que luego lagrimean, se les hacen tapones en los oídos, se siguen con la gorgojera de la garganta, zurran blanco y hasta algunos les da catarro, se les inflama la cara, les sale como una pepita debajo del párpado y sus ojos ya no son tan rojos. Son esos mismos a los que usted les quita con el cotonete los puntitos cremosos que les salen debajo del pico. Aunque hay otros que no les pasa nada de esto; pero simplemente hay días que no quieren hacer nada, pues no se sienten del todo bien.
¿Por qué yo no había visto todo esto con la claridad que él me describía? Todo el tiempo estuve manejando el caso como si se tratara de una enfermedad respiratoria, siendo que se trataba simplemente de una deficiencia de vitamina A. Pero… ¿por qué? Ahora todo cuadraba. En mi afán por no ser entrometido, me gusta respetar el trabajo de cada quien, en este caso el del pastor Raúl. – Me decía yo-. Pero ¿es correcto confiar la dieta de las aves a una persona que toma por desayuno una coca y un gansito?
En esta gallera, la comida que se proporcionaba era una “macabra” combinación preparada por Raúl: compraba mil tipos de semillas en la Central de Abasto, pero el 70% de esta mezcla estaba cons- tituida por maíz quebrado, el cual ya tenía más de un año de almacenamiento en la gallera. ¡Vaya usted a saber el tiempo que tenía en la bodega donde se compró! Raúl decidió adquirir cuatro toneladas de este grano quebrado, en virtud de que le daban un buen descuento en la compra por volumen.
La vitamina A pertenece al grupo de las liposolubles, aquellas solubles en grasa, al igual que las vitaminas D, E y K. La verdadera vitamina A sólo existe como componente en los tejidos animales, pero su precursor, el caroteno, se encuentra en los vegetales y los granos en especial en el maíz amarillo fresco. La harina de alfalfa contiene aproximadamente 200,000 Ul (unidades internacionales) por kilogramo. Por lo tanto, al consumir estos ingredientes se está proporcionando provitamina A. Ya en el organismo del ave, al mezclarse con las grasas se transforma en vitamina verdadera, como la que contienen los aceites de hígado de pescado.
Ahora bien, ¿qué pasa con el maíz quebrado? Pues que los carotenos, como la vitamina y provitamina A se oxidan fácilmente y son muy afectados por el calor y la luz solar por lo que pierden su potencial, por lo tanto, en la manufactura de alimentos y vitaminas se deben agregar antioxidantes.
Las vitaminas liposolubles se almacenan en el hígado y los excesos son eliminados en las heces. El alimento comercial contiene 3,000 Ul por kilogramo, pero las dietas para reproductores y gallos de combate deberán contener cuando menos 5,000 Ul por kilogramo.
A nivel de reproducción, la deficiencia de vitamina A se manifiesta en la disminución de producción de huevo y en la fertilidad. Por lo tanto también en la incubabilidad, es decir, en el porcentaje de pollitos nacidos; las gallinas con deficiencia primero bajan su producción y luego sus huevos aparecen con una cantidad variable de manchas de sangre internas.
Las enfermedades como la Parasitosis y la Coccidiosis, así como el estrés, disminuyen las reservas de esta vitamina en el hígado. En pollitos de pelea, es común escuchar reportes de pollitos con catarro (incluso ronquera) a los pocos días de nacidos, alas caídas, plumas erizadas y cierta mortalidad, cuando en realidad se trata de una deficiencia de esta vitamina.
En esta gallera para solucionar esto, se cambió radicalmente el alimento: se adquirió alimento comercial para gallos de Purina o Malta Clayton y administré vitamina A en el agua de bebida, a razón de 10,000 Ul por litro de agua, durante 5 días. En los casos más agudos inyecté vía subcutánea 0.1 ml de Vigantol ADE fuerte o AQUA VIT ADE. Por lo pronto, el asunto de los catarros cesó casi por completo. De cualquier modo, en la dieta normal se incluyó alfalfa picada revuelta con alimento: 1/2 kg de alfalfa picada para los 180 gallos.
Raúl, el pastor, se escandalizó con estos cambios y más porque faltaban 15 días para la próxima jugada en Puebla. Puso su más enérgica protesta ante el patrón sustituto es decir Epigmenio, y ya que éste le espetó su falta de éxitos, Raúl indignado renunció. En lo particular, pienso que el pastor buscaba una excusa para irse, y aquí la encontró.
Epigmenio Salmerón, preocupado, me preguntó: –¿Qué voy a hacer? El primo ya no suelta tan fácil la lana, se ha perdido mucho-.
Nada – le respondí -, pienso que Fulvio puede sacar este compromiso, dije, a sabiendas que el ayudante del pastor decidió seguir a su “mesías” y también se fue.
Epigmenio sencillamente se sacudió el pelo y agregó que: – “ahí me encargaba” – mientras ya vería él qué podíamos hacer. Y se hizo nada, como yo lo suponía.
Así que el día de la jugada tuve que cargar con el paquete, desde pasar por los gallos a las 5:30 am todavía ni amanecía. Tenía la esperanza de encontrar quien ayudara, tal vez a alguno de los lambiscones de Epigmenio, pero no, ésos no se desvelan, nada más llegan al palenque a sentarse, aunque no les gusten los gallos.
En la gallera encontré a Fulvio muy nervioso, está de más decir que todo estaba listo para embarcarse a esa hora de la madrugada pero sobre la marcha vi tres gallos de los que deberían pelearse aún en su rascadero, y ya habíamos metido siete cajas con gallos al carro. “¿Qué sucede?” le pregunté a Fulvio. El sencillamente dijo que esos gallos no estaban bien y que tomó otros gallos de los rascadores.
–Pero, Fulvio – insistí desesperado – el problema de la deficiencia de vitamina A ya estaba resuelto… -Aun así -dijo-, yo no los veo en condiciones, es mejor llevar gallos de rascadero que estén al máximo. Desde luego esta no es su manera de hablar ni son sus palabras, pero aquí lo interpreto para hacer esto más fluido y entendible.
Decidí confiar porque, además, no me quedaba de otra. Por otro lado, Fulvio demostró tener una percepción y una capacidad de observación equivalentes a casi casi poder hablar o entender el lenguaje de sus gallos, cualidad he de decirlo, les es a aquellas personas cuyos sentidos se mantienen relativamente “vírgenes” dado que crecieron en ambientes libres de contaminantes ambientales inherentes a la vida moderna, ruido, luz artificial, múltiples olores de poluciones y radiaciones de toda índole. Muchas noches lo encontré sentado sobre sus pantorrillas en absoluto silencio como un jaguar al acecho en el quicio de su puerta a obscuras a pesar de tener electricidad y en silencio a pesar de tener su grabadora, simplemente viendo y escuchando el ritmo y la danza natural de la vida.
Por la tarde ya casi de noche, al sacar los gallos del hotel donde los hospedé rumbo al palenque, Epigmenio se dio cuenta del cambio de los gallos. Le pedí que no se preocupara, que todo estaba bien.
El resultado, allá en el palenque de Puebla como ya saben fue de 7 – 1 a nuestro favor. En plena euforia, hice a un lado cuanto zopilote y buitre, eran de los que seguían a Epigmenio dada su magnanimidad con el dinero de su primo, y pude llegar junto a Epigmenio para que estuviera consciente de que el autor de este triunfo en buena medida era Fulvio. Ya no quise quedarme al festejo, y eso que esa noche estaba de variedad Alejandra Guzmán, estaba cansado, pero eufórico y preferí regresar aunque ya de madrugada rumbo a México, a la gallera en Tecámac en el Estado de México que queda por la carretera libre a Pachuca.
Una semana después volví a la gallera a mi consabida consulta semanal. Saludé a Fulvio y le recriminé que continuara con la misma ropa de todos los días y que no se había cortado el pelo. El, con la vista baja, me contestó que no tenía dinero.
–¿No tienes dinero? -le pregunté algo alterado-. ¿Qué, no te ha pagado Epigmenio?
–Nada más lo de las semanas -contesto molesto. En ese momento me percaté de que no tenía idea de cuánto ganaba, pero cuando lo supe, me indigné.
–¿Y de Puebla no te dio nada?– Me refería a la comisión que se acostumbra dar a los pastores cuando ganan un compromiso o Derby, aproximadamente el 10% y que es por lo que a fin de cuentas mucha gente se avoca a este puesto y que llega a ser el equivalente a lo que un obrero ganaría en meses.
Su silencio equivalía a un no rotundo. Esa misma tarde hablé por teléfono con Epigmenio. Tajante, me dijo que no me metiera en lo que no me importaba. Pero si me importaba aunque yo no hubiera llevado ni contratado a este muchacho.
Odio las injusticias, pues las he padecido en carne propia como todo mundo alguna vez hemos sido objeto de ello, pero me indignan más las ajenas pero sobre todo contra las personas que no tienen más opciones ni elementos de defensa, bien sea por ignorancia o incapacidad, como en el caso de Fulvio.
Más tarde, Epigmenio reflexionó y le mandó algo, cantidad que no llegaba ni remotamente de lo que le daba a cualquiera de sus lambiscones de esos que se pegan a donde ven que fluye dinero, porque cree usted que se arma la rebatinga cuando se llega la repartidera de “huesos” después de las elecciones en cualesquier de los partidos políticos de quienes a fin de cuentas somos rehenes.
–Mejor poquito, doctor, porque luego se mal acostumbran -me dijo Epigmenio.- Además él aquí no gasta ni paga renta ni luz. –No vayas a mencionar el gas -le interrumpí- porque él ni usa estufa.
La injusticia tiene muchas caras y formas, esto se ha dado desde tiempos inmemoriales. Un noticiero no es más que un reporte de injusticias de carácter mundial, como lo son las invasiones de países poderosos sobre otros desvalidos; o situaciones de orden doméstico, ordinarias como las que le pueden acontecer a usted o a mí. Las injusticias siempre son cometidas por “gandallas”. Y un abuso ya es una “gandallada”.
Fulvio ganó seis compromisos seguidos y un Derby. Y no es porque fuera el gran entrenador ni nada, sólo que se dejaba inst
uir de lo que desconocía como lo referente a la nutrición y enfermedades de los gallos, es decir, seguía indicaciones y luego entonces su verdadera virtud estribaba en que sabía leer el lenguaje de los animales, eso más sentido común y ahí estaban los resultados, desde luego, la base eran las aves de gran calidad genética que había adquirido el verdadero gallero el Ing. Claudio quien por cierto, día a día se iba deteriorando, no obstante invariablemente todos los días llamaba a la gallera para preguntar cómo iban las cosas, la verdad es que le entendíamos casi nada, balbuceaba, pero también sabíamos lo que quería, así que cuando coincidía yo en contestarle el teléfono no escatimaba en describirle todo de lo que podía precisar alguien encerrado en la penumbra y la inmovilidad que supone estar apresado en su propio cuerpo. – Ingeniero hoy la tarde es cálida y el sol da esos tonos anaranjados a las cosas y usted sabe que entonces así las plumas de los gallos se tornan magenta metálico donde el plumaje es negro y las caudales de las colas se ven color esmeralda, veo a los gallos parados en el rellano de la puerta de sus rascaderos pues les gusta despedir así el día, ahora reposan la comida y están en un letargo delicioso escarmenándose de repente las plumas con su pico batiendo suavemente las alas de vez en vez y tratando de impresióname conforme avanzo entre ellos, se paran gallardamente sacando el pecho y cantando unos desde la profundidad de sus pequeños cuerpos reclamando la intromisión a sus territorios y otros amistosamente bajando el ala al suelo invitándome a admirarlos posando ahora de frente, luego de perfil ¡que vanidosos los hizo Dios! – Cierto día Fulvio me llamó para que le auxiliase. Fui a la gallera, me pidió dinero prestado y que lo llevara a la Central Camionera para cruzar la frontera, había decidido irse. A la salida de la gallera nos encontramos con Epigmenio y una chusma de secuaces, a quienes ordenó checar que no faltara nada.
–¿Por qué eres tan injusto con él? -le reclamé.
Desde luego, el tono y las palabras fueron otras, pues una vez que no volví a poner un pie en la gallera, él volvió a pagarle una miseria a Fulvio, a pesar de que hacia el trabajo de tres personas y con el plus de haber ganado desde entonces.
Como respuesta obtuvimos empujones. Antes de subir al carro, Fulvio depositó su mochila y su grabadora nueva en el asiento trasero. Se volvió hacia Epigmenio que estaba a unos pasos de él, le miró directo a los ojos para lo cual tuvo que levantar el rostro, como nunca hizo desde que llegó aquí, y le dijo con una voz pausada, firme y sonora:
–Yo te maldigo, Epigmenio Salmerón, para el resto de tus días.
Algo sorprendidos, todos guardaron silencio por unos segundos, hasta que uno de sus secuaces, burlándose, gritó:
–¡Huy, qué miedo! Se enojó Falopio.
No pasó ni medio año de eso cuando ya me encontraba en el funeral del Ing. Claudio Salmerón una multitud le acompañamos, lo justo para un hombre justo. Y no transcurrió otro medio año cuando me enteré que Epigmenio había vendido la gallera, obvio, su interés era el dinero, no los gallos. Oportunistas de estos pululan por todos lados, ahora nos tocó padecerlo a los galleros.
Han pasado muchos años desde entonces. A Epigmenio lo vi hace muy poco de “viene viene” o “franelero” en el estacionamiento de una panadería en Chalco, aquejado por el alcoholismo y seguramen- te una cirrosis hepática. No me reconoció, pues sus facultades mentales estaban alteradas, eso lo noté en su mirada de eterna incógnita. Su apariencia era de un hombre de 70 años, cuando en realidad tenía cuarenta. Ahora era indigente. A Leonel Montano, quien fue su contador, lo encontré cierto día en el banco mientras hacíamos fila; Me contó que Epig- menio dejó a todas sus familias en la miseria. Todos, esposas e hijos le repudiaban. Y lo de ser injusto era una constante en él y en todos sus negocios y sobre todo, con la gente más desprotegida.
No hay de que asombrarse todos los días todo mundo tenemos que vérnoslas con un Epigmenio consolidado o en ciernes.
En noviembre del 2003 recibí una llamada de Fulvio, después de muchísimos años, lo escuché diferente. Habló para pedirme un número de cuenta o clave de un banco para regresarme el dinero que le presté. Me dio mucho gusto escucharlo. Le pregunté mil cosas. Me enteré de que se casó con una mujer Venezolana, que ya llevó la camioneta a su familia y que le va muy bien como jardinero independiente con seis empleados y que en su “back yard”, el patio trasero de su casa tiene varios gallos y gallinas de pelea, le apasiona la crianza.
–¿Si?, ¿y cómo te va Fulvio? –Bien, pues les pago bien -respondió tajante.
No pude aguantar la tentación y le informé sobre Epigmenio Salmerón… El guardó silencio, así que di la puntilla, según yo -De veras que eres brujo, desde que lo maldijiste se fue a pique. Por fin, se decidió a responder:
-Mira, doctor, no lo maldije por el dinero que no me pagó, fue por el tiempo. La gente como ellos, te roban tiempo, exprimen tu vida y tu juventud. ¿Cuántos hay que acaban con las vidas? Y ya cuando desechan a esa gente no queda nada, más que un ser desesperado, viejo y sin alternativas. A ver Cornejo, dime ¿habrá un Dios de cualquier religión que tú supongas que esté de acuerdo con esto? ¿Lo hay? Entonces yo maldije pero otro seleccionó el castigo. Además tú y cualquier otro que sea víctima de una injusticia puede hacer lo mismo que yo, puede decir una maldición. El secreto está en que, cuando la digas, lo hagas con todo el corazón y tus sentidos, pero, aunque no lo creas, sin odio, debe ser sin odio. Además, de todos modos el destino de los injustos es el mismo y lo mejor que les puede pasar es que su castigo recaiga sobre su persona, y lo peor es cuando va a dar en los suyos, en los que les pueden dar felicidad o amor. ¿Ves que la cosa puede ser más cruel? porque les quitas la única razón por la que los humanos venimos al mundo: conocer la felicidad.
Yo no sé si Fulvio asistió allá a cursos de oratoria pero estoy seguro que entró a estudiar algo. Me dejó de una pieza. Le comenté que le notaba arrestos de ser alguien especial y muy perceptivo. Pero esas pocas pala- bras encierran la verdad de algo que se llama Filosofía.
Leí del escritor mexicano José Agustín lo siguiente: “En esta vida hay que ser justos y ser felices”. ¿Se da usted cuenta de lo sencillo que es esto? Si se llevara a cabo por cada uno, nuestro mundo sería otro.
Datos del Autor
César Alejandro Cornejo Castillo Egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México por la Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán. Su tesis profesional fue seleccionada para ser representada en la 38ht. Western Poultry Disease Conference en Phoenix, Arizona, en 1989, con un trabajo sobre gallos de pelea (Inmersión de huevo fértil de gallina de combate con tres diferentes antibióticos contra Mycoplama gallisepticum por el método de inmersión). Dicho trabajo fue publicado en todos los medios gallísticos de la época incluyendo “The Gamecock Magazine”, desde ese entonces ha ejercido como médico de campo en aves exóticas pero esencialmente en gallos de combate en las galleras más importantes del país en su momento en toda la República Mexicana y países como: EUA, Guatemala y Honduras. Conferencista para diversas empresas nacionales como: Laboratorios Tornel, Nutri Más, transnacionales como Purina y Malta Clayton. Articulista en las principales revistas de temas gallísticos de México: Canta Claro, Pie de Cría, Palenque de Oro, The Gamecock magazine (ocasional), entre otras. Considerado como el principal pintor y escultor de temas gallísticos con exposiciones individuales y colectivas. Organizador de los torneos gallísticos más importantes de toda América (y posiblemente del mundo): Derby Intercontinental y México versus USA, The Golden Rooster Tournament o el Torneo del Gallo de Oro, y ahora el Megaderby Intercontinental Mex-USA.