Rafael Olea Pérez
Académico de la FMVZ-UNAM
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ANTECEDENTES
En la primer parte de este escrito se han dado las bases para aclarar el por qué este tema de cambio climático que parece emergente, en realidad es urgente. Pues, como una gotera, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) las hemos ignorado y como en la gotera hasta que el balde se derrama y el daño es aparente, es que le ponemos atención. Sólo que en relación al cambio climático no es tan simple como la gotera y el balde, donde cancelando la gotera ya no se derramaría el balde. Poniéndolo en un ejemplo más cercano a la producción animal, es como tener un tanque de lavado por golpe de agua, pero a la intemperie y del que no conocemos sus dimensiones (concentraciones de GEI en la tropósfera para tener un cambio climático catastrófico).
Imaginemos que al tanque le cae un cantidad de agua a través de muchas llaves y cada uno de nosotros controlamos una (emisiones antropogénicas de CO2), es decir, con sólo decidirnos a bajar el flujo o incluso cerrar por completo la llave podríamos evitar o prolongar que se llenara lo suficiente y vertiera todo su contenido. Sólo que, por estar este depósito a la intemperie también se llena con la lluvia, evento que no podríamos evitar ni controlar y mucho menos saber cuándo se llenará (ciclo de liberación-retención de carbón entre la hidrósfera y tropósfera), lo que sí sabemos es que cuando se llene no empezará a escurrir poco a poco, sino que, por su diseño verterá estrepitosamente su contenido (mecanismos naturales en cascada para liberar cantidades excesivas de CO2 de los océanos al aire).
Para fortuna nuestra “el tanque de lavado por golpe de agua del planeta” tiene una válvula de alivio (secuestro de CO2 por plantas y océanos) que evita que “la lluvia” lo llene (emisiones naturales de GEI). Lo urgente es que estamos incrementando alarmantemente el número de llaves, las llaves que ponemos las mantenemos abiertas y además estamos arrojando “piedritas” (más GEI ́s y deforestación; derretimiento de polos, acidificación y eutrifización de océanos) que están reduciendo la capacidad de la válvula de alivio. Pese a que no sabemos cuándo se llenará el “tanque del planeta”, sí sabemos que cuando suceda, los eventos en cascada de liberación de CO2 del océano- calentamiento del planeta serán vertiginosos y catastróficos, similares a los que han precedido glaciaciones en la Tierra, eventos que el desarrollo tecnológico y la capacidad analítica humana no podrán detener una vez que inicie “el golpe de agua” al provocar el llenado y vuelco del “tanque de lavado del planeta”.
SACRIFICIO DE LA COMODIDAD
En la simplificación previa del efecto de los GEI, es fácil y sencillo darnos cuenta que lo único que se requiere es que todos cerráramos un poco nuestras llaves y dejáramos de arrojar piedritas al “tanque”. Sin embargo, “cerrar nuestras llaves” implica sacrificar comodidad, cosa que también parece sencillo hacer. Sin embargo sacrificar comodidad, no se refiere a acciones únicas y eventuales o sólo del hogar, sino a lo que hacemos diariamente todos los días del año, es decir nuestras acciones para hacer dinero, para planear el tamaño de la familia y para adquirir bienes y servicios. Por otra parte “dejar de arrojar piedritas” es también sacrificar comodidad, pues no es sólo deshacernos de lo que no usamos, sino cómo lo hacemos o si podemos evitar desecharlo. Hasta aquí es posible que el consenso sea “pues hagámoslo”.
Pero, ¿qué tan dispuestos realmente estamos a sacrificar nuestra comodidad? De hecho, en forma inconsciente siempre se nos viene a la mente ejemplos de acciones que los demás podrían hacer (por ejemplo: poner taxis eléctricos) o en el mejor de los casos las que nos gustaría hacer (por ejemplo: consumir productos orgánicos), pero muy pocas veces aceptamos las que realmente significaría “cerrar un poco todas nuestras llaves”. Por ejemplo en una reunión donde se presentó el acuerdo que se llevaría a la COP21, y tras sentirse un ambiente de impotencia por lo gris que se veía el panorama de los efectos del cambio climático, alguien preguntó: ¿qué podemos hacer globalmente? La respuesta fue otra pregunta: se preguntó al público si imaginaban cuál era el consumo de hidrocarburos que se hacia cada 24 horas para mantener iluminado por las noches el lado obscuro del planeta, pues los casi 6 mil millones de habitantes queremos alumbrado público nocturno.
Y si estaríamos dispuestos a pedir que se redujera o anulara ese consumo de energía fósil, pues tan sólo una hora en la reducción mundial de este alumbrado implicaría realmente “empezar a cerrar las llaves de todos”. Como es fácil imaginar, las respuestas fueron: –Bueno, que lo hagan en donde sí hay seguridad–, –En mi colonia, los rateros se meterían a todas las casas–, etc., es decir rápidamente la mente pasó de la angustia de qué hacer ante el cambio climático a “no quiero perder comodidad”.
En la reunión quien hizo el planteamiento, concluyó –ven, como ésta hay muchas alternativas inmediatas, pero qué tan dispuestos estamos a sacrificar parte de nuestros beneficios por el bien común–. En este mismo sentido las alternativas de acción para enfrentar el cambio climático no son alternativas, sino retos, pues usando el ejemplo anterior, no será suficiente con que cambiemos las lámparas del alumbrado público por leds, pues como se discutió en el artículo previo el seguir con medidas paulatinas y parciales no nos saca del escenario catastrófico (Olea, 2016).
Así, si creemos en estas medidas, no debemos esperar a que existan programas que regalen los lees, sino mejorar nuestras medidas de seguridad en la calle y en la casa, y apagar todas las noches “el foco de la entrada”.
DIMENSIONES DE ACCIÓN ANTE EL CAMBIO CLIMÁTICO
Tomando una actitud propositiva, la pregunta que nos haríamos sería: Esta bien, ¿por dónde se debe empezar? Para esta pregunta no hay una respuesta única, pero sí hay forma de que cada uno nos la contestemos. Partiendo de la base que el cambio climático es de origen antropogénico, la respuesta se simplifica, pues quiere decir que no hay actividad, ni oficio que realice un ser humano que en forma directa o indirecta no esté generando o evitando el secuestro de GEI. Por ejemplo, una ama de casa podría pensar que ella no puede hacer nada, pues no produce nada y lo que ya no le sirve no le queda más remedio que tirarlo a la basura, en el único camión que pasa en la colonia.
Pero, si consideramos que al igual que esa persona, hay casi mil millones de personas en el mundo que sólo son amas de casa, resulta que como consumidoras son super atractivas para una gran cantidad de fabricantes de bienes y servicios que pueden hacer mucho por el cambio climático y en forma indirecta las amas de casa tiene un gran poder de decisión de las medidas que se tomen. Es decir, nuestra acción más simple y la que absolutamente todos ejercemos para evitar o para provocar el cambio climático es la de consumidor, dimensión de acción que prácticamente en forma individual decidimos durante las 24 horas de todos los días(IPCC, 2007; Wong & Schuchard, 2010).
La segunda dimensión de acción es como ciudadano(Crimmins & Crimmins, 2008), es decir como ente social, en la que casi todos vivimos y es de igual magnitud que la de consumidor, pues difícilmente somos consumidores si no vivimos en una sociedad, sólo que aquí la acción tiene que ver con reducir el impacto a través de acciones normadas socialmente. Es decir las realizamos individualmente, para que el impacto de nuestra comunidad no favorezca el cambio climático. Por ejemplo, si separamos la basura al entregarla al camión, habrá menos materia orgánica en los basureros de materia inorgánica y evitaremos la fermentación descontrolada y producción de metano (que es un GEI) en los basureros.
Una dimensión más en la que la gran mayoría de nosotros participa, es como entes productivos (OECD, 2008), tal vez en esta dimensión no podríamos incluir a los desempleados y menores de edad, pues se refiere a los que estamos involucrados en una actividad económicamente activa, es decir en forma directa o indirecta participamos en la generación de un bien o servicio comercializable. En este sentido no sólo el campesino que produce para autoconsumo, el estudiante que tiene los conejos en la azotea o el industrial que exporta huevo son productores de bienes comercializables, sino todos los que recibimos una retribución o utilidad por la actividad que realizamos. Un buen ejemplo es el maestro de una primaria, esta persona recibe un salario y no produce un bien, pero sí da un servicio: el de educación, por lo tanto hay un “proceso productivo”, es decir, utiliza bienes y servicios de otros sectores económicos y genera desechos para poder “vender” el servicio que produce: el que los alumnos adquieran conocimientos, experiencias y habilidades.
Por lo tanto el maestro puede optimizar esos bienes y servicios que utiliza, por ejemplo puede apagar las lámparas del salón cuando hay suficiente iluminación natural (casi otros mil millones de personas en el mundo están en edad escolar), puede pedir a sus alumnos que usen los cuadernos que aún tienen hojas limpias en lugar de pedir libretas nuevas (la industria papelera contribuye sustancialmente con la entronización de aguas marinas y superficiales; (Smith, 2011)), etc.
Y la última dimensión es la de tomadores de decisiones (Wellstead & Stedman, 2015), intencionalmente ésta estará al final, pues es en la que, la mayoría pensamos que no participamos y es a la que en esa negación, muchas veces inconsciente, de perder comodidad, le transferimos toda nuestra responsabilidad, como: consumidores, ciudadanos y entes productivos. Además, efectivamente, son mucho menos personas las que toman decisiones de cómo se realizarán los procesos productivos de bienes y servicios. Por lo que retomando la pregunta inicial: ¿por dónde se debe empezar?, la respuesta es: sacrificando nuestra comodidad como consumidores, como ciudadanos y como personas económicamente activas, pues el tomador de decisiones no lo hará o no con la prontitud que se requiere.
Pues, al igual que nosotros los tomadores de decisiones también evitan perder comodidad y rápidamente activan el mecanismo de justificación de: porque no se puede hacer, aunque haya opciones de solución. La diferencia con las otras dimensiones de acción, es que a los tomadores de decisiones les afecta directamente las acciones que tomemos como consumidores, como ciudadanos y como personas económicamente activas. Por ejemplo, la disposición de basura en la Ciudad de México y zona metropolitana de esta mega urbe, es un servicio que han tenido a cargo varios funcionarios (tomador de decisiones), que tiene casi cinco décadas de ser una fuente de alto impacto ambiental y a la que solamente se le han dedicado recursos para administrar el “proceso productivo”, es decir: cuántos camiones se requieren, cada cuándo y por dónde pasan, tener dónde arrojar y/o depositar la basura (Cuadri, 2012; Restrepo, Bernache, & William, 1991; Teresa, 2011).
Así, el tomador de decisiones puede organizar este proceso, pero no necesariamente resuelve el problema ambiental. Claro, se da el servicio, lo que deja en un estado de comodidad al tomador de decisiones y a buena parte de la comunidad. Pero, sin la separación de basura por los ciudadanos, la selección de productos con menos empaques por los consumidores y sin la reducción del desperdicio en la actividad económica en la que laboramos, difícilmente le ponemos atención a la problemática completa de la basura y ejercemos nuestro poder en cómo se colecta, cómo se rehusa o recicla y cómo se dispone la basura, a la vez de cómo se regula la cadena de producción-abasto de bienes y servicios para que también reduzcan la generación de basura.
Así en la siguiente y última parte de este escrito se abordarán las oportunidades que tiene el sector agropecuario ante el cambio climático, pero no solamente pensando en los elementos tecnológicos y regulatorios dirigidos a este sector económico del país, sino en el contexto de las diferentes dimensiones de acción ante este suceso de urgente atención.
REFERENCIAS:
• Crimmins, T., & Crimmins, M. (2008). The critical role that citizen scientists can play in identifying adaptation strategies to climate change. Arid Lands Newsletter The University of Arizona, (60), 25–28, ISSN: 0277‐9455, E‐ISSN:1092‐5481.
• Cuadri, D. G. (2012). El GDF, en su laberinto (de basura). Periódico El Economista, Secc. Opinión Y Análisis., p. ínea: http://eleconomista.com.mx/columnas/columna–.
• IPCC. (2007). IPCC Fourth Assessment Report (AR4). IPCC, 1, 976. Retrieved from http://www.ipcc.ch/publications_and_data/ publications_ipcc_fourth_assessment_report_wg2_report_ impacts_adaptation_and_vulnerability.htm\nhttp://www.ipcc. ch/pdf/assessment-report/ar4/wg2/ar4-wg2-spm.pdf
• OECD. (2008). Climate Change Mitigation: What do we do? Booklet of OECD General Secretary, 1–35.
• Olea, P. R. (2016). Cambio Climático y Producción Agrope- cuaria, Parte 1. Los Avicultores Y Su Entorno, 18(108, Dic- Ene), 100–108.
• Restrepo, I., Bernache, G., & William, R. (1991). Los demonios del consumo. Basura y contaminación en México. Mexico: Centro de Ecodesarrollo.
• Smith, R. (2011). The environmental sustainability of paper. Graduate Studies Journal of Organisational Dynamics, 1(1), 1–18.
• Teresa, R. B. (2011, December). Cierra en definitiva el Bordo Ponien- te. Periódico La Jornada, p. 31, Secc. capital. Ciudad de Mexico.
• Wellstead, A., & Stedman, R. (2015). Mainstreaming and Beyond : Policy Capacity and Climate Change Decision Making. Michigan Journal of Sustainability, 3, 47–63.
• Wong, J., & Schuchard, R. (2010). Adapting to Climate Change : A Guide for the Consumer Products Industry. BRS Industry Series, (2007), 1–8. Retrieved from www.brs.org/adaptation
Artículo publicado en Los Avicultores y su Entorno