Dieta atlántica

Opinión de Antonio Palomo.

La dieta, que viene del griego dayta, significa régimen de vida, y se refiere a la composición, frecuencia y cantidad de comida y bebidas que constituyen la alimentación de los seres vivos, conformando hábitos o comportamientos nutricionales. La dieta humana se considera equilibrada si aporta los nutrientes y energía en cantidades suficientes que permiten mantener las funciones del organismo en un contexto de salud tanto física como mental, donde tenemos un importante hecho diferencial con la dieta de nuestros cerdos. Lo que sí coinciden los cerdos con nosotros es que ambos somos omnívoros, y que, en nuestras historias, podemos practicar el canibalismo, como bien se ha demostrado a partir de los hallazgos de la Gran Dolina del yacimiento burgalés de Atapuerca con más de 800.000 años de antigüedad.

Al hablar de dietas, a todos nos viene a la memoria, como dieta ideal, la dieta mediterránea, que asumimos como la seguida por algunos países de la costa mediterránea. Es, a priori, el ejemplo de una dieta equilibrada y saludable, pero no debemos olvidar que no existe un único alimento que contenga todos los nutrientes que necesita un ser vivo, con la salvedad de la leche y los huevos. Solo con la leche pueden alimentarse durante mucho tiempo un ternero, un lechón o un bebé, y de un huevo sale un pollito. También ahora, estamos familiarizados, y nos referimos a la dieta atlántica. No solo significa que cambiemos los mares por los océanos, o su regionalización – geolocalización, sino también sus bondades sobre nuestra salud.

Esta semana (7 de febrero 2023) pude comprobarlo en mi visita a la Bretaña francesa, aunque debo confesar que, en mi caso particular, lo que más valoro es comer y beber de forma equilibrada y variada, bases del concepto de la nutrición humana. Bien me parecen las fuentes de proteína de ambas dietas, la carne y el pescado, los mariscos de mar y de tierra, las fuentes de energía procedentes de grasas o de los hidratos de carbono de donde procedan (cereales o pasta), las legumbres, verduras y frutas como fuentes de fibra dietética, pero quiero destacar que, además de las variaciones entre ambas dietas en macronutrientes, destacan la riqueza de micronutrientes como minerales, antioxidantes y ácidos grasos poliinsaturados. De la dieta atlántica me agrada el mayor consumo de lácteos.

¿Quién dijo que los precios están contenidos? Quizás sea derivado de que nuestros responsables políticos se basan más en las explicaciones vía apofática, trasladándonos realmente lo que no es. Por ello, no es de extrañar que, al no ser capaces de controlar la inflación, hemos llegado a la “cheapflación” que, en síntesis, es sustituir unos ingredientes de más valor por otros de menos valor para paliar los costes de producción, lo que me recuerda a esas tiendas de todo a 100 pesetas de antes y a 1 € de ahora, donde la calidad de algunos productos, cuanto menos es de dudosa reputación. Los defensores de la dieta atlántica y mediterránea, a partes iguales, no creo estén muy de acuerdo con este concepto de inflación que nos ofrece alimentos peores al mismo precio o de calidad similar incluso más caros.

Y luego está lo del término importado de la economista americana Philippa Malmgren, asesora de Bush y Obama, que es reduflación, que es pagar lo mismo por menos. No se cómo lo entendemos esto los seres humanos, pero sí les puedo asegurar que, tanto la cheap como la reduflación los cerdos tardarían escasos días en demostrarnos que es una farsa, bajando sus rendimientos. Y es que, a los cerdos “les podemos engañar en el sueldo, pero no en los rendimientos”. Prueben a rebajar la calidad de sus dietas en cualquier nutriente y sustituirlos por otros menos digestibles o simplemente inferiores. Pippa que la llamaban en Wall Street, bautizó el término como shrikflation, que no es más que la suma del término inflación con el verbo shrink, que significa contraer.

Aquí, quiero discernir dieta de pienso. El segundo es el alimento que se da al ganado y otros animales, aunque también lo mencionamos como dietas ya que lo ajustamos a los cerdos en base a su edad, peso, sexo, sanidad y estado fisiológico, definiendo también las curvas de alimentación, ajustando la cantidad de pienso y/o nutrientes según necesidades de mantenimiento y producción. Partiendo de que los requerimientos de nutrientes para mantenimiento son tanto menores cuanto mayores son los de producción, podríamos pensar en discernir el consumo de alimento en las personas según sus rendimientos.

Bueno, creo que esto no me daría muchos votos en caso de presentarme a las elecciones municipales, pero podría ser motivo de reflexión para diseñar una nueva dieta, llamada “la dieta apofática”. Por lo tanto, observamos cómo es sustancialmente más complejo alimentar a nuestros cerdos que a los humanos, al ser menos susceptibles al engaño, para lo cual debemos pararnos más a pensar. ¿Quizás sea por esto por lo que se llaman piensos? Y por supuesto, analizando el ciclo de vida y la eficiencia alimentaria, los cerdos son más sostenibles que nosotros.

“Me parece fundamentalmente deshonesto y dañino para la integridad intelectual, creer en algo solo porque te beneficia y no porque pienses que es verdad”. Bertrand Russell (1872-1970) escritor, filósofo analítico y matemático británico. Premio Nobel de Literatura 1950.

Artículo publicado en Los Porcicultores y su Entorno Marzo Abril 2023

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