Una oportunidad para meditar y una demanda para hacerlo

Carlos Buxadé Carbó.
Catedrático de Producción Animal.
Profesor Emérito.
Universidad Politécnica de Madrid.
Universidad Alfonso X el Sabio.

La verdad es, que después de un muy interesante intercambio epistolar con mi buen amigo don José Carlos Terraz Cuenca, gerente de GRAPISA, Presidente de Avialter (Asociación Profesional de Avicultura Alternativa) y también Presidente de ERPA (European Rural Poultry Association), tenía pensado escribir esta semana acerca de las granjas artesanales de ponedoras en España.

No obstante, en mor de aquel viejo adagio que dice. “el hombre propone y Dios dispone”, acaba de llegar a mi poder un artículo sumamente interesante publicado por don Gideon Lichfield, que ha hecho modificar mis intenciones iniciales.
El señor Lichfield es un afamado periodista, que trabajó durante dieciséis años en “The Economist”, y que actualmente es el editor – jefe de una revista muy prestigiosa denominada “MIT Technology Review” que está vinculada, nada más y nada menos, que al MIT (Massachusetts Institute of Technology). La misión fundamental de esta publicación es ocupar una posición de liderazgo en el tratamiento de cuestiones emergentes y claves, uniendo al mencionado tratamiento al análisis de sus repercusiones en las poblaciones humanas afectadas por las mismas.

El citado artículo es un resumen de un amplio informe emitido acerca del Coronavirus por el Imperial College de Londres (una institución de gran renombre, que fue fundada en el año 1907 y que analiza científicamente y con una gran profundidad temas relacionados con la medicina, la ingeniería, la ciencia y la gestión empresarial).

En este caso y de acuerdo con los investigadores del Imperial College, la forma como se debería actuar ya ante la pandemia que nos azota (en razón de que se ha empezado a actuar muy tarde contra ella) sería la de imponer medidas de reclusión social más intensas a medida que los ingresos en las UCI aumentan (caso actual de España, por ejemplo) y reducir estas medidas conforme baja la cifra de los mencionados ingresados en las UCI por culpa del COVID-19.

Modelizando esta propuesta y hasta que haya disponible una vacuna realmente eficaz (que se espera que sea una realidad en unos 15 – 18 meses), cada trimestre estaría compuesto, hablando en términos generales, por dos meses de total confinamiento y un mes de relativa libertad de movimientos (que no afectaría a todos por igual).

Las predicciones resultantes de la aplicación teórica de este modelo permiten deducir que los resultados que se obtendrían serían claramente mejores que los que se consiguen con los aislamientos o las cuarentenas de los enfermos, de las personas de riesgo y con los cierres de los lugares públicos, tal y como se está procediendo actualmente.

En cualquier caso y al margen de las elucubraciones matemáticas que acompañan al modelo propuesto, el informe concluye de una forma impactante afirmando, por una parte, que el costo social de esta pandemia será muy elevado, especialmente para los más pobres y los más débiles económicamente hablando; por otra, que los modelos de vida que teníamos en el Mundo, antes de esta pandemia, con una alta probabilidad no van a volver nunca más. Al formular estas conclusiones, entiendo, se tienen en cuenta las posibles “nuevas oleadas de ataque” del virus y las mutaciones de éste.

Téngase en cuenta, como afirma el microbiólogo Nathan Grubaugh, profesor de epidemiología en la facultad de medicina de la Universidad de Yale en Estados Unidos, en un reciente artículo publicado en la revista Nature: “la mutación es un aspecto recurrente de la vida para los virus de ARN (como el coronavirus)”. Lo cierto es que los virus tienen un ARN propenso a generar cambios (errores) y así, a medida que un virus se reproduce y lo hace generando copias de sí mismo, va aportando estos “errores” a su genoma que, lógicamente, se incorporan a las mencionadas copias. Por esto ya se habla del COVID-20, 21, X.

Volviendo a las conclusiones del estudio y exponiéndolo de otra manera: habremos de adaptarnos, sí o sí, a unas nuevas formas de trabajar, de vivir y de relacionarnos (así, por ejemplo, el teletrabajo a gran escala, con todo lo que ello social y económicamente comporta, que es mucho, con todos los ajustes y las modificaciones que se vayan precisando a medida que vayamos adquiriendo experiencia y conocimientos del mismo, ha llegado para quedarse).

Y todo ello y a esto quería llegar, va afectar y no poco, al sector agrario, tanto al agrícola como al ganadero, porque estas nuevas formas van a implicar, inexorablemente, unos grandes cambios en nuestros hábitos de vida, que también van a afectar, están empezando a afectar ya, a la forma de afrontar nuestra alimentación.

Sinceramente, creo que lo expuesto tiene una enjundia de tal calibre que nos ofrece una gran oportunidad para meditar acerca del futuro que espera a los agricultores y a los ganaderos, que siguen, como siempre, “al pie del cañón”; y a su vez, la dimensión de los cambios sociales y económicos que se avecinan nos demanda hacerlo en profundidad, para que no nos suceda lo mismo que ha pasado con el COVID-19… que ha cogido al Mundo con el paso totalmente cambiado.

Fernando Puga
Fernando Pugahttps://bmeditores.mx/
Editor en BM Editores, empresa editorial líder en información especializada para la Porcicultura, Avicultura y Ganadería.
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