Frágil equilibrio

Opinión de Antonio Palomo.
Columna escrita el 5 Junio, 2023.

La semana pasada (29 mayo-2 de junio) nos reunimos unos 1.500 profesionales de 51 países en la ciudad griega de Tesalónica en el marco del 14 Congreso de la European Association of Porcine Health Management, con un nutrido número de compañeros de América y Asia, además de los europeos.

Recuerdo cómo en el primero no estábamos más de 50 y que de los cinco socios fundadores de dicha EAPHM ya solo hemos podido asistir dos. El título de la columna refleja mi sentir sobre la situación actual del sector porcino en todo el mundo, y muy especialmente en Europa, después de asistir a las numerosas e interesantes presentaciones que abarcaron todo el espectro de los pilares de la producción, así como entablar conversaciones más o menos constructivas con un destacado número de veterinarios de todo el mundo.

Y es que, en Europa, no sé si por tener el Vaticano, somos más papistas que el papa y estamos sometiendo al sector a unas tensiones normativas que, en no pocos casos, decididas por los menos, carecen de basamento científico en numerosas ocasiones. No olvidemos que para ser sostenibles tenemos que ser competitivos y rentables.

El filósofo griego, que continúa ejerciendo una influencia en la historia de la humanidad desde hace 2.407 años, que da nombre a la prestigiosa universidad de la ciudad helena sede del congreso, Aristotle University of Thessaloniki, decía que las ciencias tienen las raíces amargas, pero sus frutos son muy dulces, al tiempo que refería que, para resolver un problema, precisamos saber cómo se originó éste. ¿Por qué estamos en un momento tan frágil derivado de numerosas variables, incluida la elevada mortalidad que sufrimos en todas las fases de producción de nuestras granjas, y que es el más elevado que nunca he conocido en mis cuatro décadas como veterinario? Personalmente tengo un sinfín de razonamientos que lo explican en base a las reflexiones que me vengo haciendo esta última década.

Considero que es un problema multifactorial como lo son los numerosos síndromes metabólicos e infecciosos que sufrimos en nuestras granjas. Atañe a prácticamente casi todos los pilares de la producción, lo que precisa de pararnos a pensar y adaptar el modelo productivo a los cerdos, y no los cerdos al modelo productivo. Hablaba con un respetado colega español, a quien dedico esta columna, después de las presentaciones sobre las granjas inteligentes y la implementación de las nuevas tecnologías basadas en los algoritmos e inteligencia artificial con sensores, cámaras, micrófonos y mucho más, que bien me parecen, faltaría más, pero que adolecen de los considerandos elementales en no pocas ocasiones.

Decía Aristóteles que la inteligencia no solo es el conocimiento, sino también el conjunto de destrezas para aplicarlos de forma práctica, debiendo asegurarnos de que la información sea la correcta. No sea que nos pase como al WhatsGPT que ni piensa ni razona, lo que tratándose del cerdo como modelo biomédico y ser vivo, quizás deberíamos considerar que en biología no existe el 100%. Alguien ha visto alguna granja, de verdad, con un 100% de fertilidad, 100% de full value pigs o 100% de supervivencia en cualquier fase de producción. Yo no, nunca.

El filósofo heleno mencionaba que la verdad absoluta no existe, en lo que creo fervientemente. Cuando tenía el título de Veterinario debajo del brazo, ya que no nací con ningún pan debajo de éste, mi Madre me reiteró unas pocas veces que: “hijo, si lo que tú sabes o crees saber, y lo que te dicen los cerdos, no coincide, haz caso a los cerdos”. Aristóteles decía que la naturaleza no hace nada en vano. Bien sabemos todos como, cuando vamos forzando situaciones y saltándonos reglas elementales básicas de la producción como sobredimensionar el flujo de animales adecuado, superar las densidades correctas, minimizar los vacíos sanitarios estrictos, alterar – modificar los planes de desparasitación y vacunación – renovación precisos, medrar la moral de los equipos humanos, reducir los tiempos de cuidado individual de los animales, no mantener los parámetros ambientales de confort o ser deficitarios en la calidad – cantidad de agua y pienso, estamos corriendo elevados riesgos de alterar el equilibrio sanitario y productivo, con consecuencias graves a medio y largo plazo.

A este frágil equilibrio es a lo que me refiero, y que, con las cerdas modernas más productivas, menos rústicas, asociado a la presencia de agentes patógenos tanto víricos como bacterianos sobre los que las medidas profilácticas y terapéuticas nos demuestran baja eficacia, asociado a las cepas de mayor virulencia, coinfecciones e infecciones múltiples, nos arrojan un escenario nada alentador. Cuando repetimos una cosa mal varias veces, lo lógico es que nos salga mal, aunque alguna vez salga bien. De aquí viene lo de los repetidores y las repeticiones.

Bien conocemos aquellas cerdas multi repetidoras a sabiendas de que el coste de más de tres repeticiones ya supera al valor de la propia cerda. En no pocas conversaciones y presentaciones, tuve la sensación de algo muy humano, como es la levedad del ser, es decir, argumentos y reflexiones con inconstancia de ánimo y cierta ligereza en las interpretaciones. Es lo que refería el dramaturgo checo Milán Kundera en su tratado sobre la insoportable levedad del ser, donde el ser humano suele vivir de impulsos, siendo pocas veces premeditado, basado en debilidades y paradojas.

Acabamos de salir de una pandemia mundial por un coronavirus respiratorio, y da la sensación de no haber calado el mensaje de que pequeños detalles son esenciales para reducir nuestra fragilidad. Hablamos de mascarillas, distancia de seguridad y lavado de manos. Voy a poner algunos hitos médicos que pasaron de algo insignificante a cambiar el curso de la humanidad. El 16 octubre 1846 John Collins Warren en el hospital de Boston realizó la primera operación sin dolor con éter dejando atrás remedios milagrosos y rarezas, donde el cerdo tuvo su protagonismo, ya que un año después al “truco yanqui” lo denominaron anestesia, utilizando la vejiga del cerdo y un tubo de cristal para su aplicación.

El simple hecho de lavarse las manos redujo la muerte puerperal de las mujeres en prácticamente un 1.000% y las mascarillas evitaron muchas bajas en la pandemia de gripe de 1918, no la de Frederick Trump, padre del US Mr. President, quien no creía en el coronavirus. Por esto, y muchas cosas más, me sigo preguntado si no sería conveniente el “back to the basic” como medida prudente para mantener un mayor equilibrio productivo. Abogo por el arte de la prudencia del insigne barroco Baltasar Gracián.

Artículo publicado en “Los Porcicultores y su Entorno Septiembre Octubre 2023

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