Los alimentos de origen animal y su relación con el índice de desarrollo humano

En este artículo

Gerardo Juárez Corral.
Universidad Juárez del Estado de Durango, México.
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El análisis de los principales problemas sociales de México, se puntualizan en los temas relativos a la pobreza, la intolerancia, la violencia, el analfabetismo, el hambre, el deterioro del medio ambiente y la salud; los cuales podrían construir objetos de estudio específicos en proyectos de investigación o relacionar las investigaciones documentales, experimentales, explorativas, descriptivas, de campo, en forma más precisa y acabada, lo cual se haría bajo un enfoque de la sociología y las ciencias humanas, cuyas metodologías no se alcanzan en el presente trabajo.

De los problemas de la sociedad mexicana, se destacan para fines del presente estudio y determinantes del desarrollo humano los relativos a la pobreza, la desnutrición, la salud y la educación; toda vez que su carencia determina el deterioro de la calidad de vida de los mexicanos e incide en el IDH. Se afirma que la pobreza es un problema social y económico que determina y causa la desnutrición, la presencia de enfermedades infecciosas y por ende la salud; así como, los bajos niveles del aprovechamiento educativo. La medición de la pobreza se realiza por un conjunto de parámetros o indicadores, definidos por instituciones, como la ONU, el Banco Mundial, entre otras.

Los indicadores que destacan, son los siguientes: índice de desarrollo humano: índice de pobreza humana; índice de Gini1 y brecha de pobreza. Las causas más relevantes se relacionan con los siguientes temas: corrupción; enfermedades, epidemias y pandemias; desigualdad social y económica; crecimiento de la población; guerras y conflictos armados; mala distribución de la riqueza; cambio climático, entre otras. Las principales consecuencias de la pobreza son: elevada mortalidad; escaso desarrollo e innovación; presencia de enfermedades; poco desarrollo mental; violencia y delincuencia; escaso nivel educativo; poco desarrollo humano, entre otras (Coll, F, 2020).

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El CONEVAL (2019), definió como pobreza la carencia de al menos uno de los seis indicadores: rezago educativo, acceso a servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, servicios básicos en la vivienda y acceso a la alimentación; además, el ingreso es insuficiente para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer las necesidades alimentarias y no alimentarias. Las cifras del cuadro 1 muestran que las condiciones de pobreza en México disminuyeron de 2016 a 2022; particularmente, de 2020 a 2022, en donde disminuyó más de siete puntos porcentuales; es decir, que casi 9 millones de personas dejaron la condición de pobreza, lo que implicó un potencial importante para el aumento del IDH. Para efectos del presente trabajo, además, se consideran como significativos para el logro del objetivo los indicadores referidos a carencia por acceso a la alimentación nutritiva y de calidad; rezago educativo y carencia por acceso a los servicios de salud.

El acceso a la alimentación nutritiva y de calidad, mostró un mejoramiento de las condiciones de las habitantes del país al pasar de 21.9% en 2016 a 18.2% en 2020; es decir, poco más de 3 millones de personas tuvieron un mejor acceso a los alimentos nutritivos y de calidad. La cuestión sería, ¿los 3 millones de personas, efectivamente tuvieron un mejor acceso a los alimentos nutritivos y de calidad? Los otros dos indicadores (rezago educativo y carencia por acceso a los servicios de salud), tuvieron una afectación negativa al aumentar el número de personas en estas condiciones. El primero incrementó su tasa a casi un punto porcentual (casi 3 millones de personas se incorporaron al rezago educativo); el acceso a los servicios de salud mostró un incremento de 23.5 puntos porcentuales; es decir, más de 30 millones de personas se adicionaron a esta condición en el mismo periodo.

A pesar de los indicadores presentados por la CONEVAL en el cuadro 1, en cuanto a la alimentación de los seres humanos, es importante mencionar lo que afirmó Odín, R. (2013), quien señaló que en México entre los años 2000 y 2011, más de 10,568 personas perdieron la vida por deficiencias nutricionales, 8,547 anuales en promedio, lo que quiere decir que en el país morían 23 mexicanos cada día a causa del hambre y la desnutrición, casi uno por hora. Desde 2004, la desnutrición representó la décimo tercera causa de muerte en el país.

Según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, INEGI (2023), en el año 2022 se registraron 847,716 defunciones; 90% de ellas tuvieron como causas enfermedades y 10%, accidentes, homicidios y suicidios. Por su parte, la asociación civil El Poder del Consumidor (2020), afirmó que “Más de 200 mil muertes al año en México son a causa de la obesidad, de estas más de 80 mil son por diabetes y más de 100 mil por enfermedades cardiovasculares, las cuales están vinculadas al alto consumo de productos ultraprocesados. La obesidad, la diabetes y la hipertensión, aumentan el riesgo de severidad y muerte por COVID-19 […]” El sobrepeso, la obesidad y la diabetes, son los principales problemas de salud relacionados con la alimentación del ser humano. Se estima que en el mundo más de 1,400 millones de adultos tienen sobrepeso y 500 millones obesidad.

En México, la obesidad se asocia con diabetes mellitus tipo dos, enfermedades cardiovasculares, trastornos al aparato locomotor (e.g., osteoartritis) y algunos tipos de cáncer. Estos padecimientos en el año 2020 causaron cerca de 374 mil muertes (219 mil por enfermedades cardiovasculares y 150 mil por diabetes. “[…] México ocupa el primer lugar mundial en obesidad infantil y el segundo en obesidad en adultos. El nivel de prevalencia ha alcanzado niveles abrumadores, puesto que, de acuerdo con los últimos resultados arrojados por la Ensanut 2020, se reporta que más del 74% de la población adulta vive con SPyO y que 57.9% de la población adulta (+20 años) no realiza ningún deporte o ejercicio físico”. (Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A. C., CIDAD (2023).

Se entiende como alimentación de calidad la dieta diversificada, equilibrada y saludable, que proporcione la energía y todos los nutrientes esenciales para el crecimiento y una vida saludable y activa. “La ingesta inadecuada de proteínas y micronutrientes de alto valor (en especial zinc y hierro) se asocia con retraso del crecimiento, mortalidad e infecciones en los lactantes y niños pequeños, con reducción de la capacidad de aprendizaje en los niños y, por ende, de la productividad en los adultos […] (Organismo Internacional de Energía Atómica, IAEA, s/a). Se afirma que existe una estrecha relación entre pobreza, acceso a la alimentación nutritiva y de calidad, educación y salud; a una mayor pobreza le sigue un déficit alimentario y una disminución de la capacidad de aprendizaje en las personas, niños y adultos; así como, la presencia de enfermedades en la población mexicana y a la disminución de las condiciones anímicas de la persona.

Diversos autores (González,-Torres, L., Telles-Valencia, A., Sampedro, J. G., Nájera, H., s/a) coincidieron en afirmar que la proteína de origen animal (POA) es de mayor calidad biológica que la proteína de origen vegetal (POV); ya que proporciona los 10 aminoácidos esenciales que el organismo humano no puede sintetizar y suministra vitamina B12, que son de vital importancia para suministrar alimento base a las células y proveer materiales a los tejidos, músculos, huesos, glándulas, órganos internos, sistema nervioso, sangre, piel, cabello, uñas, algunas hormonas, enzimas y anticuerpos; es decir, hablamos de crecimiento, desarrollo y conservación de la vida; además, de un ser humano con vitalidad, productivo y creativo; se habla, entonces, de un desarrollo de la sociedad. Sin embargo, y en congruencia con el concepto de la alimentación de calidad relacionada con el equilibrio de nutrientes, se reconoce el aporte de las proteínas de origen vegetal (POV) en la dieta cotidiana de las personas; es decir, la combinación y el equilibrio de POA y POV constituyen la alimentación nutritiva y de calidad.

Los alimentos de origen animal y su relación con el índice de desarrollo humano alimentos de origen animal 3La relación entre pobreza y alimentación de la población es más directa. Para acceder a los alimentos se requiere contar con una de dos condiciones: poseer los recursos para adquirirlos en el mercado o producirlos en sistemas de autoproducción. La primera condición, la más común en la sociedad, se presenta cuando existen los suficientes ingresos para adquirir los alimentos y otros productos para la sobrevivencia. Para contar con los ingresos, es necesario tener una fuente de los mismo, el empleo es el más habitual. Que según el INEGI (2023), “En 2022, el promedio del ingreso corriente trimestral por hogar fue de 63,695 pesos, un aumento del 11% respecto a 2020, 4.6% con relación a 2018 y 0.2% respecto a 2016.

La principal fuente fue el trabajo que para 2022 representó el 65.7%”. La otra fuente de ingresos, la autoproducción o autoconsumo, se ubica particularmente en zonas rurales en una escala muy baja y marginal de producción; son pequeños productores agrícolas que cuentan con algún espacio en sus hogares (corrales o traspatio y a veces, pequeños huertos) en donde crían y engordan un hato muy reducido de animales, como bovinos de leche (criollos regularmente), cerdos y aves, cuyos productos son consumidos por las familias campesinas y/o puestos a la venta a compradores locales. En zonas urbanas la producción de alimentos se dirige a los alimentos vegetales (frutas y legumbres), en azoteas, pequeños huertos en los patios traseros de las viviendas, entre otros; en una escala muy reducida y marginal.

De acuerdo al Censo Agropecuario 2022, en México existían 254,510 bovinos en las viviendas, representando poco más del 1% (24´553,525 bovinos en Unidades de Producción Pecuaria, UPP); había 508,470 porcinos, es decir, más del 3% en las viviendas del total de 16´021,318 porcinos en UPP; con relación a las aves, se registraron 9´125,427 en las viviendas, lo que constituyó casi el 2% del total (522´409,099 aves en UPP); ovinos con más de 12%, caprinos con casi el 4% y las colmenas con poco más de 2%. En conjunto el número de animales en vivienda representó más de 10 millones de cabezas, algo así como el 19% del total de animales en UPP; así como 39,591 colmenas.

Este fue el potencial de AOA con los que contó o puede contar la población rural de escasos recursos (poco más de 6 millones de personas, de las cuales el 46% se consideran indígenas). El problema de la POA es su precio; regularmente, esta proteína tiene un precio mayor a la POV; de ahí entonces que la población de bajos recursos tenga una base alimenticia de baja calidad proteica, basada en el frijol, maíz (tortilla), chile y papa, principalmente. A diciembre de 2023, el frijol pinto tenía un precio de $35.33, el maíz blanco $9.23, por ejemplo, mientras que la carne de res en canal con un precio de $96.39, la carne de pollo $55.54 y el huevo blanco $38.33 (SADER-SIAP, 2023); por lo que, el acceso de la población a la POA fue y es de poca frecuencia.

El consumo de huevo y carne de ave es el más alto entre los AOA; el huevo registró un consumo de 24 kg per cápita anual (Forbes Staff, 2023), ubicándose en el primer lugar en consumo de huevo a nivel mundial, en tanto el consumo de carne de pollo se ubicó en los 36 kg per cápita anual, la carne de res en los 15 kg y la carne de cerdo en 18 kg per cápita anual (Compendio Estadístico, 2022). En cuanto a la educación, según el INEGI (2004), el rezago educativo se entiende como aquel cuya población mayor de 15 años que no ha concluido los estudios básicos; y según CONEVAL, en México en el año 2022 existían 25.1 millones de personas en esta condición; es decir, el 19.4% de la población.

Entre las principales causas del rezago educativo, se encuentran “[…] la desintegración familiar, la violencia doméstica, la pobreza, las adicciones, y la escolaridad de los padres […] Los hijos son utilizados por los padres como instrumento para obtener ingresos para completar el gasto familiar, por lo que en vez de asistir a la escuela, deambulan por las calles o en camiones de transporte público pidiendo dinero o vendiendo algún artículo con el fin de obtener ingresos económicos para completar el gasto familiar” (Mendoza, E. y Zúñiga, M. 2017). Para Cimoli, M., et. al (2008), la educación y la formación de capital humano han pasado a considerarse elementos centrales de las estrategias de desarrollo tecnológico de los países y de las empresas, más allá de las necesidades sociales de cobertura educacional universal.

La relación entre pobreza y educación se puede considerar en dos direcciones: la pobreza puede ser un obstáculo para acceder a una educación de calidad, y la falta de educación puede ser un factor que contribuya a la perpetuación de la pobreza; ya que, no se generan personas con capacidades laborales, intelectuales y científicas, lo que provoca un IDH bajo y de difícil solución en el mediano plazo; es decir, no hay desarrollo social y económico, disminuye la cohesión social, el PIB, la investigación y el avance tecnológico. Entonces, el rezago educativo tiene un impacto directo en el desarrollo de un país, al no contar con personal calificado y capacitado en las tareas de producción, distribución y consumo de bienes y servicios; así como en la innovación y creación de modelos sostenibles de desarrollo productivo. Sin entrar a las consideraciones de la calidad de la educación y la sociedad del conocimiento, solo se señala el acceso a los servicios educativos y a su formación y capacitación.

De igual forma, se considera que la presencia de enfermedades en la población incide en el IDH, toda vez que una persona enferma o con comorbilidades no es productiva, no es activa y tienen una capacidad limitada para el desarrollo de habilidades intelectuales y laborales. Se afirma que la protección a la salud es un derecho humano2 y se encuentra establecido en el artículo cuarto de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. “[…] Sin una comunidad sana es difícil lograr el desarrollo social. La salud es uno de los indicadores que gradúan el desarrollo de una nación, junto con la educación” (Garza, J. y Arvizu, L., 2012). El desarrollo social es un concepto multidimensional que busca mejorar la calidad de vida de las personas y fortalecer la estructura y funcionamiento de las sociedades en su conjunto.

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Se aborda desde diferentes perspectivas, como la económica, la educativa, la sanitaria, la cultural y la política, entre otras. Se dice que se ha logrado un IDH, es decir un desarrollo social de alto nivel cuando la comunidad cuenta con un adecuado bienestar económico, acceso a todos los niveles de la educación, a los servicios de salud, a la justicia social (igualdad de derechos y no discriminación) y promueve en forma constante valores de convivencia pacífica y cooperación, así como la preservación y promoción de la cultura colectiva, que permita una convivencia solidaria, pacífica y de mutuo respeto a las ideas y formas de vida de los demás integrantes.

Como parte de impulsar iniciativas de desarrollo social y por ende del mejoramiento del IDH, se han formulado políticas internacionales y nacionales que han dado un enfoque integral a la salud, al cual le han denominado “Una Sola Salud”, es decir salud humana, salud animal y salud ambiental. La Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA), la FAO y la OMS, hicieron un llamado global para potenciar la colaboración entre los países, en torno al concepto de “Una Sola Salud,” (Redacción Ganadera, 2023) para combatir la amenaza permanente que representa el surgimiento de nuevas zoonosis y las amenazas de nuevas cepas de virus (como el Sar-Cov 2) que tuvo consecuencias globales graves tanto económicas como sociales. Según la OMS (2023), “Alrededor del 60% de las enfermedades infecciosas emergentes que se registran en el mundo proceden de los animales, tanto salvajes como domésticos.

En las últimas tres décadas se han detectado más de 30 nuevos agentes patógenos humanos, el 75% de los cuales tiene su origen en animales”. Es de vital importancia considerar que la alimentación, particularmente, los AOA proporcionan los nutrientes esenciales para proteger el sistema inmunológico humano y animal y evitar infecciones agudas que repercuten en una deficiente actividad social (cultural, educativa y económica) de la población.

La ganadería mexicana ha cumplido con los objetivos de la disponibilidad de alimentos; es el caso que, por ejemplo, de la producción de carne de bovino en canal en el año de 2022, que ascendió a la cantidad de 2,175’576,620 kilogramos; la producción de carne de ave fue de 3,781’735,283 kilogramos; la producción de huevo para plato fue de 2,101’899,296 kilogramos y la producción de leche de bovino registró una cantidad de 13,104’853,075 litros (SIAP, 2023). El INEGI (2023) reportó un total de 129 millones de habitantes en México para el primer trimestre de 2023. Con esta información se puede hacer un cálculo sencillo de la disponibilidad de los AOA señalados: la carne de bovino tendría una disponibilidad de 16.86 kilogramo por habitante anual; la carne de ave 29.31 kilogramo por habitante anual; el huevo para plato tuvo una disponibilidad de 16.29 kilogramo por habitante al año y la leche de bovino alcanzó los 101.58 litros por habitante al año.

Por lo que, la producción ganadera cumplió uno de los pilares de la seguridad alimentaria que señaló la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO (2012), relativo a la disponibilidad de alimentos, que hace referencia al suministro de los mismos; los otros tres pilares se refieren al acceso a los alimentos, es decir, a la capacidad de las personas de conseguir alimentos cuando están disponibles. Dado que tanto la disponibilidad como el acceso han de ser estables, el tercer pilar, la estabilidad, tiene como fin garantizar en todo momento alimentos adecuados; mientras que el cuarto pilar la utilización, comprende la inocuidad de los alimentos y el bienestar nutricional.

Los cuatro pilares en conjunto tienen el objetivo de reducir el hambre. Desde el año de 1996, la Cumbre Mundial de la Alimentación en la FAO, planteó que “[…] existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana” (Urquía-Fernández, N., s/a). De ahí entonces que, el acceso, la estabilidad y la utilización de los alimentos, aún le faltan acciones determinantes para lograr la seguridad alimentaria. Las acciones para tal efecto son y deben ser realizadas por el gobierno, los productores y las instituciones de educación superior (triple hélice); además, se incluye al sector industrial del sistema agroalimentario (farmacéuticas, producción de alimentos balanceados, rastros, laboratorios).

El CONEVAL (2018), afirmó que la importancia de las políticas que se destinan a satisfacer las necesidades relacionadas con la seguridad alimentaria, se consideran relevantes “[…] para garantizar una vida activa y sana que posibilite el desarrollo de los individuos en el corto, mediano y largo plazo, en ámbitos como el desempeño escolar, la capacidad de generación de ingresos, un buen estado de salud y el disfrute de una vida plena”.

Además, el CONEVAL (2018) agregó que cuando la población carece de alguna de las cuatro dimensiones (disponibilidad, acceso, estabilidad y utilización de los alimentos), se encontrará en un estado de inseguridad alimentaria. Como consecuencia, las personas tendrán un déficit en energía y salud, y presentar dificultades para desarrollar plenamente sus habilidades. La vulnerabilidad y la pobreza son aspectos a considerar para el logro de la seguridad alimentaria.

La pobreza ha disminuido y el acceso a los alimentos ha aumentado, pero aún persiste un buen número de mexicanos en pobreza, para el año 2022 existían 46.8 millones de personas (36.3%) y en pobreza extrema 9.1 millones de personas (7.1%); así como en condiciones de falta de acceso a los alimentos (23.4 millones de personas), que representó el 18.2% del total de la población mexicana (CONEVAL, 2022). La cuestión es la siguiente ¿México podrá cumplir el ODS en esta materia para el año 2030? ¿el acceso a los alimentos se refiere a aquellos de buena calidad, es decir, los que aportan los mejores nutrientes (leche, carne y huevo)? Aunque, una buena dieta es aquella que aporta proteína y carbohidratos (alimentos de origen animal y vegetal), el equilibrio de nutrientes.

Las políticas en materia de producción de alimentos se enfocan en forma prioritaria a recuperar la soberanía alimentaria, concibiendo a la producción agrícola como determinante para este objetivo. Se destacan los siguientes programas integrados en el organismo Seguridad Alimentaria Mexicana (SEGALMEX): a) precios de garantía a productos alimentarios básicos; b) abasto rural (con más de 25,600 tiendas comunitarias fijas que atienden 2,260 municipios y cerca de 23,500 localidades, así como más de 300 tiendas móviles en operación que atienden otras localidades de difícil acceso); c) abasto social de leche (cuenta con una red de 10,275 lecherías y 1,385 Unidades Operativas a través de más de 400 convenios con organizaciones de la sociedad civil (actores sociales), distribuye más de 900 millones de litros de leche anuales a un padrón de beneficiarios mayor a 6 millones de personas (SADER-SEGALMEX, 2020).

Para el caso de la política en materia de producción animal, el Gobierno de México en el Plan Nacional de Desarrollo (2019-2024), consideró solo el programa Crédito Ganadero a la Palabra y SEGALMEX como el coordinador de los programas, cuyas funciones más relevantes son “[…] promover la creación de micro, pequeñas y medianas empresas privadas asociadas a la comercialización de productos alimenticios; apoyar las tareas de investigación científica y desarrollo tecnológico que se encuentren vinculadas con su objeto y distribuir la canasta básica en regiones de alta marginación económica” (CDRSSA, 2020). En ambos casos los programas se dirigen a pequeños y medianos productores; así como, a la población vulnerable (grupos de población originaria, mujeres y personas marginadas) del sistema agroalimentario mexicano.

De este modo, se ha establecido una relación directa entre la pobreza, la alimentación, la educación y la salud; elementos determinantes para avanzar en el IDH (mejoramiento de las condiciones de vida de los mexicanos y mexicanas). La ONU señaló que “El fracaso de la acción colectiva para avanzar en la acción sobre el cambio climático, la digitalización o la pobreza y la desigualdad no solo obstaculiza el desarrollo humano, sino que también empeora la polarización y erosiona aún más la confianza en las personas y las instituciones en todo el mundo” (Achim Steiner, administrador del PNUD, citado por Herrera A., 2024).

CONCLUSIONES

Existen muchas interrogantes en torno a la forma de que la población acceda a los alimentos nutritivos y de calidad, que permitan generar las condiciones de un desarrollo social en términos de elevar el nivel educativo, las formas de un aprendizaje eficaz, de una cultura, arte y recreación, de una salud integral y completa para mejorar las condiciones de vida de la población mexicana. Una de las interrogantes planteadas es la relativa a la disposición y acceso a los alimentos nutritivos y de calidad; se considera que los AOA cumplen esta parte y que deben ser combinados con los AOV para enriquecer la dieta alimenticia. La producción de AOA ha cumplido cabalmente con el primer pilar del sistema agroalimentario: la disponibilidad de alimentos.

Se continua con la interrogante sobre el acceso a estos alimentos, toda vez que su costo es mayor a los AOV. Por lo tanto, la interrogante lógica sería ¿para qué diseñar y operar políticas públicas en materia de seguridad alimentaria?; sencillamente, para avanzar en la erradicación del hambre, en el desarrollo humano y en la construcción de una sociedad más justa. Las políticas públicas referidas deberían diseñarse en torno a un equilibrio entre producción, distribución y consumo de AOA y AOV; toda vez que las políticas actuales se enfocan a la soberanía alimentaria, entendida como la promoción y apoyo a la producción agrícola, sin considerar la producción de carne, leche y huevo en forma clara y explicita.

Promover y articular una política ganadera que se oriente a la dispersión de apoyos y fomento de una cultura de consumo de AOA, requiere un esfuerzo de todos los actores del sistema agroalimentario, generación de empleos bien pagados, disponibilidad y acceso permanente de la población a los alimentos a su utilización en forma equilibrada y complementarias, es decir, una combinación de los AOA y los AOV, para construir una cultura alimentaria que permita a la población un mejor aprovechamiento educativo y una vida sana libre de enfermedades y patologías que impiden al ser humano su plena realización en la sociedad que habita. “Creemos en un mundo en el que sistemas alimentarios saludables, sostenibles e inclusivos permitan a las personas y al planeta prosperar. Un mundo sin pobreza ni hambre, un mundo de crecimiento inclusivo, sostenibilidad ambiental y justicia social, un mundo resiliente en el que nadie se quede atrás”, Agnes Kalibata, Enviada Especial para la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de 2021.

1.El índice o coeficiente de GINI mide la desigualdad económica de una sociedad, mediante la exploración del nivel de concentración que existe en la distribución de los ingresos entre la población. El coeficiente de Gini toma valores entre 0 y 1; un valor que tiende a 1 refleja mayor desigualdad en la distribución del ingreso (CONEVAL, 2010).

2. Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de raza, sexo, nacionalidad, origen étnico, lengua, religión o cualquier otra condición (ONU, s/a).

Referencias Bibliográficas en la revista

Artículo publicado en “Los Porcicultores y su Entorno Septiembre Octubre 2024

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