Salud cardiovascular y carne de pollo

Redacción BM Editores.

Un estudio elaborado por el Centro de Información Nutricional de la Carne de Pollo (CINCAP), arrojó como resultado que la carne de pollo tiene un muy bajo contenido de grasas saturadas, las cuales representan apenas 1/3 del total de grasas de la carne de ave.

Esto significa que, en promedio, una porción mediana sin piel cubre menos de la décima parte del total permitido de este tipo de grasas para una alimentación de 2000 kcal.

Además, según datos de composición nutricional publicados por la Universidad de Luján, la pechuga de pollo aporta tan sólo 45 mg de colesterol cada 100 g de carne, mientras que la pata tiene un contenido apenas superior, de 68 mg cada 100 g de carne.

La carne de pollo es un alimento magro por excelencia, ya que el 70% de su contenido total de grasas se encuentra en la piel y en un panículo adiposo abdominal, todo ello fácilmente removible en forma manual desde antes de la cocción. El resultado es una carne con un contenido de grasas totales muy escaso y con predominio de grasas insaturadas, que contribuyen a mantener la salud cardiovascular.

En el caso de las personas sanas, se recomienda que las grasas saturadas no excedan el 10% de la energía diaria. En una alimentación de 2000 kcal, esto equivale a consumir no más de 22 gramos de este tipo de grasa, diariamente.

Las personas con factores de riesgo cardiovascular o enfermedad cardiovascular establecida deberían limitar aún más este consumo.

En cuanto al colesterol, solía recomendarse un consumo máximo de 300 mg por día en personas sanas, aunque, en la actualidad, ya no suele indicarse un tope específico, sino simplemente mantener un consumo bajo evitando los alimentos ricos en colesterol y enfatizando la necesidad de limitar el consumo de grasas saturadas.

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