“Entre los derechos de los animales, el bienestar animal y el veganismo”.
M en C. Miguel Ángel Martínez Castillo.
Departamento de Medicina y Zootecnia de Abejas, Conejos y Organismos Acuáticos.
Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, U.N.A.M.
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MVZ Francisco Enrique Casanueva Sandoval.
Departamento de Medicina y Zootecnia de Abejas, Conejos y Organismos Acuáticos.
Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, U.N.A.M.
Introducción
La ganadería ha sido, es y será una de las actividades económicas más importantes para el humano pues a través de ella obtiene proteína de origen animal necesaria para cubrir gran parte de sus necesidades nutrimentales: carne, huevo, leche, y también lana, piel y otros productos que son fundamentales para su vestimenta y protección, así como para su economía. Cabe destacar que en la mayoría de las naciones en el mundo la actividad económica y social de su población rural tiene como eje la crianza y el aprovechamiento de animales de granja.
Históricamente la importancia de la actividad ganadera ha sido tal que otrora el potencial económico de un país era calculado con base en la cantidad de cabezas de ganado que éste producía. Dentro de todas las variedades de ganado los animales herbívoros de granja han sido los más reproducidos y preferidos por los ganaderos pues son capaces de aprovechar diversas plantas forrajeras que los demás animales no rumiantes difícilmente pueden siquiera procesar digestivamente (Cheeke, 1989).
Las vacas, los borregos y las cabras, todos animales de granja de tipo rumiante, han constituido el tipo de ganado más reproducido, más estudiado, mejor ponderado y muy bien aprovechado por el humano por poseer la capacidad de transformar materia natural verde en proteína animal a través de la flora asociada que posee a nivel del rumen y de otros compartimientos digestivos. A pesar de que los conejos no son rumiantes, también son capaces de biotransformar el material forrajero en proteína ayudados por la flora intestinal específica del ciego, su órgano de fermentación equivalente al rumen (Cheeke, 1989; De Blas, 1989).
Es un hecho que el trabajo bioquímico llevado a cabo por la flora en el rumen es equivalente en muchos sentidos a aquella ejecutada en el ciego del conejo, pero los beneficios nutrimentales generados durante este proceso son aprovechados y capitalizados utilizando estrategias diferentes (De Blas, 1989, Martínez, 2004). Puesto que dentro del trayecto digestivo el proceso de fermentación cecal tiene lugar en un sitio posterior al intestino delgado, el órgano especializado en la absorción de nutrientes, obliga al conejo a practicar la cecotrofia, proceso fermentativo que termina con la ingestión del contenido cecal tomándolo con el hocico directamente del ano; sólo de esta manera se pueden aprovechar todos los beneficios nutrimentales generados en este órgano.
Las excretas blandas, también llamadas cecotrofos, son expulsadas en grupo y envueltas en una capa de moco por lo que son deglutidas por el conejo sin masticar y por esta razón se puede decir que prácticamente transitan por segunda ocasión por el tracto digestivo, aunque biotransformadas, en donde se absorben los elementos útiles (nutrientes) y los demás son eliminados como desechos, constituyendo las excretas duras. A través de la cecotrofia el conejo obtiene ácidos grasos volátiles, proteínas, minerales y todas las vitaminas hidrosolubles (Vitamina C y el Complejo B), así como la vitamina K de tipo liposoluble (Martínez, 2004).
Durante muchos años la actividad ganadera en el mundo ha sido vista como parte fundamental y complementaria de la vida humana; los sistemas de producción se han modificado en aras de hacerlos más eficientes y más rentables, sin cuestionarse si confieren condiciones mínimas de bienestar (Editorial, 2005; Gili, 2009). Sin embargo, por sentido común puede asegurarse que la mayoría de los sistemas productivos procuran el bienestar de los animales criados pues se sabe con certeza que la productividad está asociada con su estado saludable y con su equilibrio ecológico.
También es cierto que por obtener la máxima rentabilidad, a veces las especies animales son sometidas a un estrés productivo que las mantiene en homeorresis: condición corporal en la que el animal no está enfermo pero sí está en un estado de subsalud por la exigencia productiva, a grado tal que el límite entre el estado saludable y el estado mórbido está representado por una línea apenas perceptible (Martínez, 2010). Recientemente a esta condición también la refieren en la literatura como alostasis. Actualmente se reconoce que cuando los animales están estresados son más proclives a padecer enfermedades.
Estrictamente un animal estresado no puede ser considerado en homeostasis y en condiciones de bienestar (McEwen, 2007; Martínez, 2010). Esta es una aseveración relativamente reciente que ha emitido la comunidad científica pues hasta hace poco no se contaba con elementos objetivos para cuantificar el nivel de bienestar, y aun ahora todavía hace falta mucha investigación para disponer de evidencias científicas (Gili, 2009; Rafel, 2013). Esta falta de elementos objetivos, sobretodo en algunas especies animales, ha provocado que el concepto de bienestar animal en la gente común y corriente esté influido más por aspectos subjetivos.
Si a esto le aunamos el enfoque equivocado y no fundamentado de algunos medios masivos de comunicación, así como el vertiginoso crecimiento de las redes sociales, no es de extrañar que buena parte de las sociedades citadinas actuales cuestionen y rechacen la crianza de animales, argumentado maltrato animal. Nunca como ahora ha sido tan fácil difundir información y provocar a la gente para que asuma actitudes y tome posiciones específicas frente a hechos que ni siquiera han sido analizados y discutidos de manera profesional y responsable.
Cuando una persona tiene acceso a una granja, a un rastro, a una planta de alimentos, puede tomar fotografías y videos y editarlos, sacarlos de su contexto y manipularlos escandalizando a la gente; esta es una situación que hasta hace poco comenzó a vivirse. Ahora la gente tiene el poder de ejercer la comunicación masiva casi al instante, y no siempre es bien intencionada, ni siempre son legítimos sus reclamos. Bajo esta perspectiva vale la pena preguntarse ¿cuál es el futuro de la cunicultura y de la ganadería en general?
Es pertinente reflexionar pues a mediano, o quizás a corto plazo, la ganadería se verá amenazada por los cambios que está experimentando el ambiente, por la disponibilidad cada vez menor de recursos como la tierra, el agua, los granos y, de manera hegemónica, por la opinión de los consumidores (Gili, 2009; Rafel, 2013). Actualmente la gente está más sensibilizada, real o artificialmente, debido al bombardeo de información liminal y subliminal que cotidianamente recibe sobre los derechos de los animales y sobre su necesidad de bienestar por lo que hoy en día existen verdaderas campañas de agrupaciones sociales organizadas para protestar por el maltrato animal y para evadir el consumo de productos derivados de ellos, sin haber tenido la oportunidad siquiera de debatir objetivamente la situación al respecto.
Muchas asociaciones civiles y religiosas promueven la conversión hacia el vegetarianismo y en este sentido es importante reconocer que una vez terminado el crecimiento de las personas puede prescindirse de la carne, y de la proteína animal en general, pero no antes. El crecimiento es quizás la principal característica de la infancia, por lo que es un indicador del estado nutricional del niño; la disminución del crecimiento incrementa el riesgo de padecer enfermedades (Rodríguez G, 2011).
La carne es un alimento que proporciona proteína, grasa, vitaminas y minerales, todos necesarios para satisfacer parcialmente las demandas metabólicas de un individuo promedio; su sabor agradable se debe al tipo de grasa que posee y generalmente es consumida con avidez. Específicamente las carnes rojas son fuente de proteína y de nutrientes esenciales como el hierro, el zinc y la vitamina B12, sin embargo, estudios metabólicos recientes han sugerido que su consumo en grandes cantidades incrementa el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y cáncer de colon (McAfee, 2010).
Asimismo, es posible que los mismos nutrientes aportados por la carne puedan ser obtenidos a través del consumo de vegetales, siempre y cuando se ingieran los apropiados, en las cantidades adecuadas y en proporciones específicas (Baldeón, 2004); en caso contrario, el individuo se desnutrirá. La desnutrición es un estado de deficiencia en el consumo o biodisponibilidad de energía y/o nutrimentos que repercute negativamente en la salud de quien la padece (Rodríguez G, 2011). Es importante aclarar que también los individuos obesos, lo son porque están mal nutridos (González J, 2002; Luján 2010). Una dieta balanceada debe contener 50-60% de carbohidratos, 25-30% de grasa (preferentemente no saturada) y 20-25% de proteína (Baldeón, 2004). Una persona joven que ya ha concluido su proceso de crecimiento debe consumir en promedio 25 Kcal/kg de peso corporal por día (Baldeón, 2004; Luján, 2010).
Existen diversos estudios que hacen evidente que la sustitución de la proteína animal con proteína vegetal no es tan sencilla desde el punto de vista nutricional. Las proteínas están constituidas por combinación de aminoácidos; los que pueden ser producidos por el organismo son denominados no esenciales, mientras que aquellos que deben obtenerse sólo a través de la dieta son llamados esenciales. El valor nutritivo de una proteína depende del número de aminoácidos esenciales que posea en su estructura bioquímica. Por lo general, la proteína de origen animal (carne, leche, huevo) posee alto valor nutritivo; los vegetales contienen bajo valor nutritivo (Baldeón, 2004, Bixquert, 2011). De los 9 aminoácidos esenciales, específicamente la carne aporta 7, con excepción de metionina (contenida en los cereales) y valina (en leguminosas) (Bixquert, 2011).
Sin embargo, debe reconocerse que la combinación adecuada de vegetales (cereales y leguminosas) sí puede aportar los aminoácidos esenciales que el humano necesita (Baldeón, 2004). Cabe mencionar que otros elementos básicos de la nutrición están ausentes o son aportados sólo en cantidades discretas pero insuficientes por los vegetales. Por esta razón el hacerse vegetariano puede ser aceptable en gente adulta joven e incluso recomendable por cuestiones de salud en cierto tipo de personas (cardiópatas, hipertensas, obesas, sedentarias), pero es una decisión delicada que debe llevarse a cabo con plena conciencia y con conocimiento de causa. En este sentido algunas agrupaciones han ido más allá pues conminan a la gente a adoptar la dieta veganista. En forma práctica el veganismo consiste en la abstención del consumo de alimentos de origen animal, pero también en el rechazo de toda consideración de los animales como mercancía, por lo que evitan el consumo de miel, el uso de productos de piel, lana y seda; rechazan la experimentación animal, el uso de productos probados para su seguridad y control de calidad en animales, así como la tauromaquia, los circos y los zoológicos (“Veganistas Éticos”).
Siendo justos, también debe mencionarse que existen estudios serios y responsables en los que se ha demostrado que la dieta vegetariana puede ser suficiente para satisfacer las necesidades metabólicas y para promover una vida sana en los adultos. Ante esta situación discrepante en la que el consumo de carne, especialmente de la roja, es percibido por la gente común como potencialmente nocivo para la salud (McAfee, 2010) y que el consumo desordenado y desproporcionado de vegetales es insuficiente para satisfacer las necesidades nutritivas de una persona joven promedio, parece sensato adoptar una posición intermedia: durante la gestación, la niñez y hasta la adolescencia es recomendable una dieta que incluya proteína de origen animal, además de cereales, frutas y verduras; después paulatinamente puede sustituirse parcialmente la carne y en el estado adulto será saludable consumirla sólo una vez a la semana, e incrementar el consumo de vegetales, frutas, verduras y fibra (polisacáridos indigeribles). Igualmente en el adulto es importante disminuir el consumo de alimentos industrializados, enlatados, procesados parcialmente y evitar el consumo de chatarra y de comida rápida, todo esto complementado con ejercicio físico (apropiado a la edad y a la condición física) y con actividad recreativa.
Por lo tanto, dadas las condiciones económicas, ambientales y demográficas actuales, es pertinente buscar alternativas para seguir produciendo productos de origen animal pero bajo condiciones favorables en todos los aspectos pues la ganadería tradicional se está tornando difícil, impráctica, antieconómica y antiecológica. Es necesario estimular la ganadería que pueda ejecutarse en espacios reducidos, con especies animales de ciclos productivos cortos, de intervalo generacional reducido, que generen desechos de bajo impacto ecológico, que faciliten obtener productos de alto valor nutritivo, que permitan a la mayoría de la gente generar y no sólo consumir alimentos, que permitan a las personas atender más de una actividad económica durante el día, que permitan lograr la producción a bajo costo y a través de sistemas autosustentables.
La cunicultura es una alternativa viable, la Cunicultura tiene futuro. Tomando en cuenta el tamaño de los conejos, el trabajo físico que implica su manejo y crianza, las instalaciones específicas que necesita, los volúmenes de alimento que demanda, la rusticidad de la especie y la altísima capacidad reproductiva que posee, es evidente la ventaja de su crianza sobre otros animales de granja, incluyendo a los rumiantes, los cuales por cierto demandan amplias superficies en corrales y potreros, grandes cantidades de forraje, alta inversión y un gran trabajo físico durante su atención y crianza. Por si fuera poco, como fortaleza de la práctica de la cunicultura, la carne de conejo posee un alto valor nutritivo en comparación con las carnes de consumo tradicional (pollo, cerdo, res); es particularmente saludable por su bajo contenido en grasas y calorías, y por su riqueza en proteínas (Dalle-Zotte, 2011).
La carne de conejo aporta entre 4.6 y 5.33 g de grasa por cada 100 g de carne; 23 g de proteína por cada 100 g de carne; tras su metabolismo aporta poco colesterol (de 30 a 50 mg/100 g) y contiene una baja proporción de grasas saturadas: 37%, por lo que es considerada una carne dietética pues disminuye las posibilidades de presentación de aterosclerosis y otros problemas cardiovasculares (Hernández, 2012). La carne de conejo también ha sido recomendada para pacientes con síndrome metabólico (Román, 2012), para atletas con trabajo metabólico intenso y para mujeres embarazadas (Villarino, 2010).
En relación a la alimentación de los conejos y tomando en cuenta la baja disponibilidad de granos a nivel nacional y a nivel mundial, es necesario aprovechar cabalmente su condición de herbívoro y alimentarlo con forrajes de buena calidad, elaborando dietas accesibles y funcionales que satisfagan sus necesidades metabólicas; ya no es posible, desde el punto de vista económico, ni desde una perspectiva práctica, seguir produciendo carne de conejo utilizando únicamente alimentos balanceados, como lo han pretendido las empresas de balanceados. La alimentación de conejos con forrajes es ya una consideración impostergable.
Con respecto al bienestar de los conejos, el aspecto que tanto preocupa a la sociedad actual, debe reconocerse que hace falta mucha investigación objetiva en la que coincidan los estudios de carácter etológico, fisiológico, nutricional, económico y productivo. Deben atenderse aspectos como la disponibilidad de área de piso, la altura de las jaulas, el enriquecimiento ambiental, la presión de producción a través de sistemas intensivos, la utilización de hormonas en la inseminación artificial, el uso justificado de medicamentos y coccidiostatos, la crianza en grupo y en espacios abiertos, etc. (López M, 2002; Editorial, 2005; Rafel 2013).
Conclusión
Es imprescindible que el MVZ esté consciente de la necesidad de mejorar las condiciones de producción de los animales domésticos, no como un acto de buena voluntad, sino como una consecuencia legítima de la responsabilidad de producir alimentos de origen animal bajo principios éticos y ecológicos elementales. Hacer que concurran y coincidan los sistemas de producción, el beneficio social, la rentabilidad, la sostenibilidad y los principios éticos constituye el principal reto de la Medicina Veterinaria y la Zootecnia en el futuro inmediato.
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Artículo publicado en Entorno ganadero