PhD. Marilú Alonso-Spilsbury
M. en C. Celin Rivera Martínez
M. en C. Reyes López Ordáz
PhD. Ramiro Ramírez-Necoechea
De acuerdo con la Ley de Bienestar de los Animales publicada el 6 de febrero de 2009 en la Gaceta Oficial de la República de Serbia, con No. 41/2009 (Maslić-Strižak, 2011), se define como Tecnopatía a aquel desorden de la salud causado durante el proceso de crianza o reproducción de animales, y se manifiesta como enfermedad, lesión o desorden conductual. En otras palabras, las tecnopatías son los desórdenes en la salud física y mental de los animales, provocados por errores técnicos y complicados por condiciones adversas durante el confinamiento (Sobestiansky y Barcellos, 2012).
En esta entrega revisaremos las cojeras como una de las tecnopatías que más incide en el bienestar del animal y en las ganancias de los productores. Esperamos que los porcicultores identifiquen y cuantifiquen su prevalencia, y en su caso, la disminuyan con medidas de control y buenas prácticas de manejo correcto de los pisos donde son alojados los cerdos. Para ello, describimos la prevalencia e importancia de atender esta tecnopatía desde el origen de sus causas y los problemas de bienestar que ocasiona en el animal, se analizan las pérdidas por sus efectos en la productividad, y se describen los factores de riesgo, el diagnóstico y tratamiento, así como algunas recomendaciones de control para reducir su presencia en la piara.
Definición: La cojera es el término usado para designar un amplio espectro de signos clínicos de desórdenes locomotores que oscilan de un andar anormal ligero a condiciones donde alguna de las extremidades no puede aguantar el peso del animal; en esta forma extrema de cojera se incluye la parálisis (Hill y cols., 1996). Las cojeras son reconocidas como un indicador importante de bienestar animal (Whay y cols., 2003), también se les denomina claudicación o renguera.
Etiología
Las causas que ocasionan las cojeras desde luego incluyen las genéticas (en la conformación de las patas), congénitas, por enfermedades metabólicas, por deficiencias en la suplementación con minerales, o por infección o daño físico traumatológico, siendo el sobrecrecimiento y las fracturas de las pezuñas causa de claudicación, sobre todo en los animales reproductores. En este artículo nos referiremos a las cojeras por tecnopatías que ocurren en las pezuñas de los cerdos en diferentes fases durante su crianza.
Si la cojera no se atiende con rapidez y precisión, se vuelve un problema de bienestar para los animales y de productividad para el porcicultor.
Las cuarteaduras (grietas, también llamadas fisuras) verticales, oblicuas o profundas son las más comunes, causan dolor y por ello, claudicación. Afectan las pezuñas externas y especialmente las de los miembros posteriores, son las más lesionadas ya que tienen que soportar la mayor parte del peso corporal del animal, tienen un contorno más redondeado y su posición externa las expone a contusiones; por el contrario, en los dedos accesorios las lesiones ocurren con menor frecuencia (Sobestiansky y cols., 2001).
La exposición del corión es extremadamente dolorosa para los animales ya que es la parte más sensible debido a una inervación y vacularización abundantes (Pluym y cols., 2011). Igualmente, las lesiones en la banda coronaria son sumamente dolorosas, el animal manifiesta incluso la renuencia total a apoyar el miembro afectado (Pijoán, 1982).
Las lesiones en las pezuñas tienen diversos orígenes, pudiendo ser causadas por: pisos nuevos, pisos abrasivos o rugosos con hoyos; pisos húmedos; pisos enrejillados con espacios inadecuados entre los slats; pisos rotos o con irregularidades y suelos pedregosos (Sobestiansky y cols., 2001). Confirmando algunas de estas etiologías, recientemente Rivera (2020) observó que la presencia de cojeras tuvo correlaciones positivas con el flujo de agua (Rs: 0.5241, P=0.002) y con una zona húmeda del piso mayor al 30% del corral (Rs: 0.4491, P=0.006), y una correlación perfecta de CCI igual a 1 con la separación de los slats (P<0.00001).
Los pisos nuevos debido a su alta alcalinidad pueden afectar químicamente las pezuñas favoreciendo la ocurrencia de lesiones; los pisos húmedos por heces y orina reblandecen el tejido córneo predisponiendo a lesiones y contusiones (Sobestiansky y cols., 2001).
El desgaste de las pezuñas por fricción sobre el piso es más acentuado en animales mantenidos sobre pisos rugosos o lisos, y más leve que sobre pisos de madera. Este desgaste no depende tanto de la abrasividad del piso, sino también de la calidad de la pezuña, influida a la vez por ciertas características del piso como son la humedad y el pH (Sobestiansky y cols., 2001). Por otra parte, McDaniel y cols. (1990) comentan que la razón por la que las pezuñas se ven más afectadas en piso de tipo sólido y más aún, en piso de concreto, es que estos tipos de pisos producen un efecto abrasivo sobre las pezuñas y cuando éstas se humedecen, el tejido córneo se ablanda exponiéndose a desgastes y heridas que favorecen la proliferación de bacterias, haciéndolos menos resistentes para absorber choques de impacto.
El piso ideal para alojar a los cerdos debe ser no áspero, no abrasivo, antiderrapante y limpio; la superficie no debe tener bordes filosos, no debe estar deforme ni deteriorado. Los pisos enrejillados si bien ayudan en la limpieza, al cerdo no lo benefician porque no le permiten caminar parejo, además de que no se les puede poner cama (sustrato).
Importancia:
Efectos de las cojeras
Los efectos de las claudicaciones son variables y pueden ser directos e indirectos.
Las cojeras representan un problema de bienestar comprometido porque los animales presentan dolor y padecen incomodidades que los ponen en desventaja con respecto al resto de los animales para competir por los recursos, especialmente la comida, produciendo notables retrasos del crecimiento; los vuelven también más susceptibles a padecer otras enfermedades y a presentar falla reproductiva, pero además tienen un impacto negativo en las ganancias de los porcicultores, analicemos por qué:
El impacto económico se da por el incremento de costos por mano de obra, costos por tratamientos o eutanasia realizada por servicios médicos veterinarios a los animales afectados, por decomiso parcial o total, o bien, por impactos en la reproducción (Rowles, 2001). En el Reino Unido, el costo estimado por caso de cojera fue de 19£ a 266 libras (Willgert, 2011), en EE.UU., fue de $180 dólares por cerda (Deen y cols., 2008).
Las cojeras reducen la productividad al disminuir la longevidad de las cerdas aumentando los días no productivos, las tasas de desecho y disminuyendo el número de cerdos producidos por cerda por año. Esto incrementa el costo de los reemplazos y disminuye el número de cerdos finalizados porque las primíparas incorporadas tienen camadas menos numerosas. En otras latitudes, la vida económica de una cerda en la granja está estimada en 5 partos, con un mínimo de tres camadas para que sea rentable (revisión de Engblom y cols., 2007); en Bélgica, por ejemplo, las cojeras ocasionan que las cerdas sean descartadas a edades más jóvenes, cuando tienen 2.6 partos (Pluym y cols., 2013). La causa de desecho por problemas locomotores promedia el 10% (Engblom y cols., 2007; Anil y cols., 2009). En EE.UU., las pérdidas calculadas en 1989 fueron de $24 millones de dólares (Schenk y cols., 2010) y en 2011 se estimaron en $23 millones de dólares por año (Stalder, 2011); en otras palabras, el problema continúa siendo vigente.
Los animales con cojeras severas no son aptos para ser transportados (Grandin, 2000).
Una cerda coja no utiliza los nutrientes consumidos de forma apropiada o eficiente y tendrá una condición corporal (CC) baja. Según Knauer y cols. (2007), cuando la CC baja, los ovarios acíclicos aumentan (P<0.005), y se ha correlacionado los ovarios acíclicos con abscesos en patas traseras (P<0.01). Por otro lado, los productos de la respuesta inflamatoria como las citocinas exacerban el problema de la cojera e interrumpen el control hormonal de la reproducción, por esto, las cerdas cojas producen 1.5 menos camadas que las cerdas sanas durante su vida productiva. Recordemos que el dolor es anti-gonadotrópico (Rivest y Rivier, 1995) y por tanto la señalización hormonal inapropiada se traduce en infertilidad y retorno al celo. Se ha visto que las cerdas con lesiones en la línea blanca y en la piel arriba de la pezuña, tienen mayor riesgo de parir mortinatos (Pluym y cols., 2013).
Las cerdas con diferentes grados de severidad en las pezuñas tienden a presentar problemas urinarios por la falta de actividad física, lo que consecuentemente las hace ingerir menos agua y orinar menos; adquieren la postura de perro sentado con más riesgo de contaminación de la vagina (Sobestiansky y cols., 2001).
La falta de movimiento en las cerdas gestantes alojadas en jaula produce cojera al reducir la dureza del hueso y la masa muscular (Marchant y Broom, 1994), también les ocasiona daño en articulaciones. Por otro lado, se ha observado que una cerda coja está más propensa a aplastar a sus lechones (15% más que una sana) (Bonde y cols., 2004).
Las cerdas cojas presentan cambios conductuales, son más pasivas, reducen su actividad general, exploran menos y se acuestan más comparadas con las cerdas sanas (Weary y cols., 2009; Ala-Kurikka y cols., 2017). Esto puede ser debido al dolor, locomoción reducida, incomodidad o comportamiento del enfermo (Heinonen y cols., 2013).
Recientemente Sarmiento y cols. (2021) han encontrado que las cerdas con cojera moderada durante la gestación tienen camadas con alteraciones en el comportamiento y rendimiento, alterando su peso al destete, número de lesiones en piel y vocalizaciones en pruebas ante objetos novedosos.
En el pie de cría, dependiendo la gravedad, las cojeras pueden afectar la realización de la monta o la colecta de semen.
Prevalencia y factores de riesgo
La incidencia de cojeras en cerdos en crecimiento de 1 a 3 meses se ha reportado en 12.4% y en cerdos de 10 a 12 meses, de 4.5% (Bayan y cols., 2019). Las cifras varían, las prevalencias reportadas en la fase de finalización van del 1.92% (Petersen y cols., 2008) al 19.7% (KilBride y cols., 2009a) o inclusive al 28% en cerdos finalizados de 18 semanas y hasta 37% en los de 22 semanas de edad (Quinn y cols., 2013). En nuestro país, Rivera (2020) observó prevalencias muy bajas, de 0.25% y 0.33%, para los cerdos más pequeños y los más pesados, respectivamente en granjas Sitio III, por debajo del rango observado por Petersen y cols. (2004), Mullan et al., (2009), Alonso-Spilsbury y cols. (2011), Rodarte (2013) y Quinn y cols. (2015), aunque cabe aclarar que sus observaciones no incluyeron a los cerdos hospitalizados.
Por su parte, Jensen y cols. (2007), observaron que la prevalencia de verracos con registro de tratamiento por cojera en una posta danesa fue de 4%. De forma análoga, un estudio realizado en 113 unidades de producción porcina en el Reino Unido, indica una prevalencia de cojeras de 4.3% en cerdas, donde por lo menos una cerda coja fue identificada en el 50.1% de las granjas (Willgert, 2011). Para mayores datos sobre las prevalencias de descarte de hembras por claudicaciones en distintos países véase el Cuadro 1.
Por razones de higiene y ahorro de mano de obra, los pisos enrejillados (slat) son comunes en la mayoría de las granjas porcinas del mundo; sin embargo, constituyen uno de los factores de mayor riesgo para la presentación de cojeras (Heinonen y cols., 2006; Quinn y cols., 2013). En Finlandia han encontrado que estos pisos tienen 3.5 veces más riesgo de ocasionar cojeras que los pisos sólidos; más aún, Quinn et al., (2015), observaron que un aumento en el riesgo de cojera estuvo asociado con slats mayores a 20 mm vs. menos de 20 mm.
Se ha determinado que entre 84% y 100% de las cerdas tienen al menos una lesión en cada pezuña (Gjein y Larsen, 1995; Anil y cols., 2007; Knauer y cols., 2007; Calderón-Díaz y cols., 2014), lo que constituye entre el 5% y 20% de las cojeras de las cerdas. Una de las principales causas de lesiones en pezuña y patas son las peleas de las cerdas agrupadas en pisos de concreto o enrejillados (EFSA, 2007). Las regiones que más se lesionan son el dedo accesorio, área de sobrecrecimiento y talón. En ausencia de tratamiento de las heridas, se pueden infectar y en casos extremos puede conducir a osteomielitis (infección del hueso), muerte y descarte del animal. Bos y cols. (2016), observaron que cuando las cerdas iban a ser movidas a un grupo en corral, tenían una prevalencia de cojeras de 8.9%, tres días después de agruparlas la prevalencia se incrementó a 23% (P=0.04) y al final del periodo de gestación fue de 21.9% (P=0.006), por lo que los primeros 3 días de agrupación son muy importantes y constituyen un factor de riesgo. Más aún, Calderón-Díaz y cols. (2014), observaron que las cerdas alojadas en grupo durante la gestación tienen 4.51 veces más riesgo de tener cojeras que aquellas alojadas en jaulas de gestación.
Del 6% al 35% de las cerdas son descartadas por cojera (Hill y cols., 1992). Un estudio belga (Pluym y cols., 2011) mostró que en promedio 9.7% de las cerdas gestantes estaban cojas, de ellas, casi 99% mostraban una o más lesiones en pezuña, 93% sobrecrecimiento de pezuñas y 52% cuarteadura en lámina.
Por otra parte, un estudio (Wang y cols., 2018) realizado con 1,299 verracos alojados en piso de concreto (n=788) o enrejillado (n=511), examinados para lesiones en pezuña por presentar cojera, mostró que el tipo de piso tuvo un impacto significativo (P<0.01) en el tipo de lesiones en pezuña. Los verracos alojados en suelo de concreto tuvieron una mayor prevalencia de cojeras en tren posterior (P<0.05), mientras que aquellos alojados en piso de slat no presentaron diferencias en la prevalencia de cojera en miembros anteriores o posteriores. Cabe señalar que la cojera está altamente correlacionada con la inflamación en las extremidades (P<0.0001; Relić y cols., 2016).
Por todo esto, los pisos más recomendables son los parcialmente enrejillados, tienen un área que permite el desplazamiento parejo del animal donde los cerdos se pueden acostar reduciendo la presión de la piel (KilBride y cols., 2009b) y al mismo tiempo permiten la limpieza de humedad y heces lo que contribuye a unas patas más saludables.
Resumen de los aspectos de los pisos en las cojeras:
- Tipo de piso: sólido o de slat completo.
- Clase de material del piso: concreto, hierro galvanizado, metal; sin plastificar.
- Propiedades físicas del piso: lisas, abrasivas y rugosas; sin mantenimiento.
Diagnóstico
No olvidar que la cojera es un signo clínico de que el animal tiene dolor.
Las claudicaciones pueden ser consecuencia del daño de las articulaciones, los tendones, los ligamentos, los músculos, los huesos, los nervios periféricos, la médula espinal o de lesiones en el cerebro, además del suministro de sangre del hombro, corvejón, codillo, patas o pezuñas (Karriker, 2013), por eso es útil identificar cuáles son las estructuras afectadas. Su observación revela la prevalencia, los miembros involucrados, la gravedad y, quizás, una posible causa (Jackson y Cockcroft, 2009).
Evaluar el paso (andar) de los animales en los corrales o cuando se esté moviendo cerdos de un área a otra (de gestación a maternidad y viceversa).
Revisar causas de descarte y de mortalidad del pie de cría.
Revisar cuidadosamente las pezuñas después de haberlas lavado y observar si la lesión está presente en el talón, banda, dedo, espacio interdigital o dedo accesorio (Pijoán, 1982).
Revisar la presencia de cualquiera de las siguientes lesiones en pezuñas: sobrecrecimiento o cualquiera de las distintas presentaciones de cuarteaduras, además de la presencia de inflamación en extremidades anteriores y posteriores. Esperar seis meses para la siguiente evaluación porque las pezuñas tienen un crecimiento de unos 5 a 7 mm cada mes.
Poner especial interés en aquellos animales con condición corporal pobre; revisar si presentan dolor: postura anormal al pararse, rechazo a moverse, disminución del apetito, o si voltean la cabeza.
Usar una escala de cojera. La forma más simple según Quinn y cols. (2013) es: 0 = sin cojera, 1 = cojera moderada y 2 = cojera evidente (el animal requiere de ayuda para desplazarse). Las observaciones se deben realizar en una superficie plana y bajo condiciones que no generen estrés en la cerda, ya que instintivamente las cerdas ocultan los signos de cojeras cuando se sienten amenazadas.
La tumefacción de las articulaciones se asocia con artritis aguda o crónica; la falta de uso del miembro puede causar atrofia muscular y reducción de la movilidad de la articulación; la ruptura de los músculos, como por ejemplo los aductores traseros, resulta en tumefacción e incapacidad de estar de pie (Jackson y Cockcroft, 2009).
Los cerdos con fracturas no suelen cargar peso en el miembro afectado; esto también se ve en animales con abscesos digitales dolorosos (Jackson y Cockcroft, 2009). Aunque no hay que descartar que hay operadores cuidadosos en la atención de cerdos lastimados, desafortunadamente los hay que se percatan hasta que la cojera es severa (Alawneh y cols., 2012). Ante la duda, es mejor que tomen fotos digitales y/o vídeo y las envíen al veterinario a cargo de la granja para decidir por razones humanitarias, si se le da eutanasia al animal.
Control
La prevención de las cojeras siempre será mejor que la cura, esto ayuda además a reducir la cantidad de antibióticos que se emplean en el tratamiento, disminuyendo así el problema actual de resistencia antimicrobiana.
Se aconseja una inspección rutinaria de las pezuñas cuando las cerdas están acostadas (en maternidad o gestación), o bien hacer una revisión cuando están de pie comiendo; limpiar las patas con una manguera para retirar las heces y facilitar la inspección.
La mejor manera de atacar el problema es resolviendo las causas de lesiones podales como son: la presencia de elementos punzocortantes como clavos, vidrios, slats filosos; pisos en slat demasiado separados o muy filosos y cortantes, pisos de alambre (más de 10 mm) para lechones (Pijoán, 1982), que desafortunadamente aún existen en granjas muy viejas.
Corregir la humedad de los pisos y obedecer las especificaciones de las ranuras de los pisos enrejillados según la edad y peso de los cerdos que se deben alojar, pues como mencionamos con anterioridad, hay una asociación entre estas variables y la presencia de claudicaciones.
Disminuir la abrasividad de los pisos para reducir el desgaste excesivo de las pezuñas, pared córnea y almohadillas plantares. Cuando no existe la posibilidad de hacer esto, se recomienda colocar una cama de 10 cm de altura (Sobestiansky y cols., 2001).
Como medida preventiva, se recomienda el uso de una solución de formol al 10% con sulfato de cobre al 5%, especialmente de las pezuñas de los miembros posteriores; la aplicación debe hacerse con protección con mascarilla (para proteger la mucosa de la nariz y boca) y guantes de goma para evitar los efectos irritantes del formol. Esta solución tiene la propiedad de endurecer los tejidos a través del proceso de desnaturalización de las proteínas disminuyendo o eliminando el cuadro de claudicación. También se pueden emplear pediluvios (a razón de 10 ml de formol + 90 ml de agua) con una profundidad mínima de 10 cm, 2 veces por semana (Penny y cols., 1963; Sobestiansky y cols., 2001), cuidando que los animales no ingieran este líquido (Pijoán, 1982). Además, existen varias soluciones y pastas comerciales que contienen formol, sulfato de cobre y cal hidratada (Sobestiansky y cols., 2001).
Tratamiento
Las cojeras representan la tercera causa más común de tratamiento con antibióticos en destetados y en engorda (Quinn y cols., 2013). Aliviar el dolor asociado a la cojera acelera la recuperación, simplemente porque el animal se puede poner de pie y comer. Sin embargo, no siempre vemos que éste sea el caso, cuando mucho se trata a algunas de las cerdas que conforman el pie de cría, pero si se trata de cerdos de engorda, lo que predomina es una indiferencia, prolongando el sufrimiento del animal hasta que es vendido sin haberle dado una eutanasia apropiada. Prolongar el sufrimiento de los animales cojos crónicos, es éticamente injustificable por el animal en sí y por la amenaza potencial que la imagen le da a la industria porcina.
Las cerdas cojas con dolor extremo deberán tratarse con antiinflamatorios no esteroidales por vía oral; en este caso resultan muy efectivos el ketoprofeno (dosis 2 mg/kg PV por 5 días consecutivos) (Friton y cols., 2003) o bien el meloxicam (dosis 0.4 mg/kg PV por 2 días consecutivos) (Mustonen y cols., 2011).
Cuando las lesiones en las pezuñas, como por ejemplo el sobrecrecimiento digital forman parte de la cojera, el recorte correctivo puede ser útil para mejorar la situación; los objetivos primarios son para corregir la longitud de la pezuña y el ángulo del dedo de la pata (Karriker, 2013).
Referencias disponibles con los Autores o en BM Editores.
Artículo publicado en “Los Porcicultores y su Entorno” Noviembre-Diciembre 2021
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