MVZ César Alejandro Cornejo Castillo
Egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México por la
Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán.
Antes de decir nada me extendió un hule que extrajo de la alforja, estaba caliente pues quedaba pegado a los costados del animal, ya no podía decir que no, así que tomé mi chamarra y luego me até el hule, tomé el maletín y a caminar, bajando y subiendo montes, a la media hora el hambre se hizo insoportable, el campesino se enfiló hacia una casita de adobe y teja cuya chimenea estaba a todo lo que daba porque salía humo que llevaba hasta donde estábamos el aroma delicioso de leña quemada, el campesino dejó ahí su carga, amarró y desaparejó a la bestia, se quitó el sombrero y entró por la reducida puerta –pásele—me dijo, adentro estaba tibio, un alivio. Una señora de edad incierta me tendió un trozo de tela que no era una toalla para secarme.
—Es el Médico que viene a la gallera del Licenciado dijo el hombre–.
Entonces a la mujer se le iluminó el rostro, juro que su expresión cambió y me aproximó un banquito de madera de esos que usan los boleros para sentarse, estábamos contiguos al fogón donde ella hincada comenzó a tortear masa para luego una vez ya aplastada ponerla al comal, casi simultáneamente comenzó a moler en un molcajete chiles verdes y jitomates ya renegridos de asarse en el mismo comal donde hacía las tortillas, ahí también un jarro alto humeaba, el campesino salió un par de minutos, regresó del corral con tres huevos de Guajolota y uno café de gallina, la mujer derritió un poco de manteca de cerdo y vació los huevos que en un minuto estuvieron listos, ya para entonces había servido en dos jarros un té muy aromático de una yerba llamada tabaquillo, para mi gusto un poco dulce pero reconfortante, delicioso; en cada plato puso un par de huevos espolvoreándoles sal de grano y una cucharada generosa de frijoles negros con caldo cuyo vapor era aroma puro a hierbas de epazote.
No culminaba con el último trozo de tortilla cuando doña Domitila, -que así se llamaba y era la mujer del campesino- ya me tenía la otra en el punto justo de cocción. Perdónenme pero ese almuerzo fue la gloria. Un muchacho flaco y larguirucho, -güerejo de rancho, diría la propia Domitila-, con los labios resecos y partidos por el frío, entró provocando un eclipse en la puerta dejándonos unos segundos en penumbra, el campesino ceremoniosamente se levantó y me presentó a su hijo menor Jacinto, su orgullo, porque es el único de los cinco que tiene, que “está estudiado” por terminar la preparatoria, de los otros, unos están de mojados del otro lado y otros ya casados por ahí –y mientras el Lic. German Rea me siga comprando la cosecha no va a haber problema para que mi muchacho le siga al estudio– dijo esperanzado. Los galleros aprecian mucho las buenas semillas y cuando el kilo de maíz está a $4.50, ellos lo pagan hasta a 6 pesos mientras sea grano fresco y de calidad.
Esto es como ocurría con el Lic. Germán Rea. Veinte minutos después llegamos a la gallera, sería cerca del medio día y misericordioso el sol desparramó luz y calor sobre nuestros, o por lo menos, mi entelerido cuerpo. Aquí este rancho cría sobre 300 pollos por año y los lleva hasta el cambio de pluma a los dos años, porque el licenciado no vende sólo juega lo que cría y le compra las doce toneladas de maíz y dos de avena que produce el padre de Jacinto, que por cierto me pidió que si podríamos traer al muchacho para que viera cómo se vacuna. Muchos galleros compran las cosechas locales de maíz que representa 70% de la base de un buen alimento de gallos, el otro 30% se da un pellet de concentrado proteínico, vitamínico y mineral del 18 -22% de proteína, de esta mezcla se dan 100 gramos por ave al día durante todo el mantenimiento que va desde el encierro del pollo (5 meses edad en que ya pelea hasta morir), por ello para que no se inutilicen se les acomoda y guarda en su jaula particular. Cuando no se tiene acceso a cosechas locales, el gallero compra el alimento elaborado para cada fase zootécnica, iniciación, desarrollo, mantenimiento, pelecha, combate y reproducción.
Entre Malta y Purina tienen una venta anual de 50,000 toneladas que no llega al 25% de lo que se consume en el país, el otro 75% es de muchas otras marcas o de manufactura casera. Por otro lado están las ventas disfrazadas, es decir los criadores de gallos más grandes no dan alimento del que se fabrica para gallos de pelea, dan del que se ocupa para gallina de postura o pollo de engorda porque ya descubrieron que es lo mismo, pero con la etiqueta “de pelea” este alimento se eleva más del 20%. Me atrevo a decir que más del 15% de alimento para pollas o pollos de engorda que se elabora en estas dos fábricas va a la crianza de gallos y estas casas erróneamente lo pasan a la cuenta de las aves comerciales, otro tanto ocurre con el alimento de cerdo y las croquetas para perro que muchos galleros lo usan como ingrediente.
Igual sucede en la industria farmacéutica, las ventas disfrazadas, por ejemplo el catosal de Bayer en su presentación de 50 ml que le adjudican como ventas para pequeños productores de cerdos, borregos, cabras, pero la verdad es que el 80% de ese producto es para gallos. Más del 30% de la cartera de productos de muchos laboratorios se ocupan para gallos, sobre todo antibióticos, vitaminas hidrosolubles e inyectables, por poner otro ejemplo, y estas empresas no lo saben. Ahora en el último Mega Derby Intercontinental de Pachuca 2015, se rompió record de participación, 200 equipos (de EU, Sudamérica y México) en este evento hay una expo comercial con más de 80 expositores, ahí estuvieron entre muchos otros, los de PARFARM y les dije, que por qué no traían el Dexvet en sus productos expuestos ¿el Dexvet lo ocupan los galleros? -me preguntaron algo incrédulos- Por lo menos el 70% de los participantes lo trae en su botiquín –les dije— ellos no le adjudicaban una sola botellita de 10 ml al mercado de gallos y a lo mejor es de ahí donde se sostiene ese producto.
Comenzamos a vacunar a los 300 gallos encerrados con una vacuna o bacterina mixta cuatrimestral contra Newcastle, Pasteurella y Coriza, en forma intramuscular con la jeringa automática, Jacinto se convirtió en mi ayudante estrella, el Lic. tenía ahí dos encargados que atendían además de los gallos a 4 caballos, una cerda recién parida y 6 borregos en capilla perpetua, porque desde hace un año están destinados para la barbacoa y mejor el primer par se reprodujo y ahora hay seis, y también dan mantenimiento a la huerta de manzanos y peras, bajo la sombra de estos árboles se crían los pollos.
Este gusto por la vida rural le da vida al campo, porque como muchos médicos sabemos una gran cantidad de granjitas nunca serán costeables, pero sus dueños prósperos en otras actividades, les alcanza para darse el gusto de tener su granja que a veces es un Arca de Noé, pero de cualquier modo eso trae dinero y empleos al campo, y es de lo que se nutren la mayoría de laboratorios y fábricas de alimento, porque en lo referente a las producciones industriales de pollo, huevo, leche, o cerdo de abasto, me perdonan pero estos Mega emporios ya no le compran ni a Purina, ni a Malta, ni a Tornel, ni a Aranda, ni a Fiori, ni a Revet Mex, ni a muchísimas otras. Es más, esos monstruos ya producen sus propios medicamentos y alimentos, y hasta lo venden al público, alimentos como el caso de Bachoco que también tiene su línea para gallos. Así que, vámonos respetando, porque próximamente también tendremos nuestros representantes políticos que también darán la cara por el sector agropecuario pero con más casta y valor para que no nos traigan como nos traen ahora, para dónde se les da la gana a estas autoridades muy proclives a las decisiones u ocurrencias de escritorio.
— He dicho, desde el campo —
Ya no fue posible regresar a Sayavedra, una vez terminada la vacunación con el Lic. Germán Rea, porque después de vacunar, pues vienen las cervezas y la plática que ocupa un 50% del tiempo de cada consulta. Y porque al otro día yo salía en un vuelo muy temprano para Atlanta, G.A. Había que estar a las 5 AM en el aeropuerto para salir a las 7:30, llegar a Atlanta y transbordar en el tren que hay en ese aeropuerto para tomar un avioncito de American West, que allá vienen siendo como los taxis de un pueblo a otro, el destino final fue a Biloxi, Mississippi, a asesorar a un gallero norteamericano que tenía problemas con sus mapas genéticos. Se estaba presentando en sus aves un gen letal cuya manifestación es que los gallos salían con el dedo interno posterior pegado a la caña, nosotros le denominamos dedo de pato por la similitud de la posición de este dedo en esta especie; este criador produce sobre 2,500 gallos por año a un precio de 250 dólares cada ave a los 10 meses de edad y los exporta a Filipinas, Guam y México.
Todavía hasta 1960-70 se jugaban en muchos estados de la Unión Americana y ahora está prohibido, excepto en las reservas indias, cuando Estados Unidos fue el país más gallero del mundo, para el emblema de ese país se votó en el Congreso, los candidatos eran el Águila Calva y el gallo de pelea, por un voto ganó el Águila, pues bien, esa nación traicionó al gallo. Eso les sucedió por dejar hacer, por darles paso a “políticos proteccionistas”, y dígame dónde van a comparar a un papanatas de éstos con Abraham Lincoln, el máximo prócer norteamericano y uno de los máximos líderes de la historia del mundo, que abolió la esclavitud en Estados Unidos. Abraham Lincoln fue gallerísimo, fue incluso juez en los palenques de ese país. Lo mismo que George Washington, Tomás Jefferson, etc.
Por la tarde noche después de revisar los gallos defectuosos, los reproductores y los mapas y registros y pasar la lista negra de los transmisores de ese gen, el criador me invitó a comer al mejor restaurante de ahí, ya saben un corte tipo Rib eye de casi tres libras, un elote hervido dulce y un pay de manzana, bueno, muy bueno, la carne la partes con el tenedor ¿entonces, por qué diablos no me supo ni remotamente tan bien, tan maravilloso como ese par de huevos de guajolota con frijoles, en esa casita de adobe y tejas del día de ayer?
Bueno, de ésto me estaba acordando hace unos días porque ya habían transcurrido cinco o seis años de eso, mientras estaba cenando en la fiesta de graduación como Médico Veterinario de Jacinto, el güerito de rancho.
Artículo publicado en Los Avicultores y su Entorno 105